-PRÓLOGO-

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Love will tear us apart.

El amor nos desgarrará×)

Buenos Aires, Argentina, noviembre 2013.

Salí de la peluquería con mi  nuevo corte, moría por mostrárselo a Gus y a mis dos mejores amigos, esa noche iba a ser nuestra fiesta de egresada, así que había asistido a hacerme una renovación de look, me había cortado el flequillo además de unas mechas en una tonalidad rojiza, en fin, amaba como me había quedado.

Llegué a la esquina de mi casa, entre emocionada y mi madre casi muere al ver que me había teñido el pelo, algo con lo que estaba en desacuerdo siempre, lo cual  desencadenó una charla de amor propio, aceptación y tantas cosas más que no oí porque sólo podía pensar en Gus, Gustavo Pinelli, era todo lo que una chica puede pedir y más, atlético, simpático, amoroso además de estar para “chuparse los dedos” o decir que está para “el crimen” como decimos los argentinos, éramos novios hacía seis maravillosos meses, y más que alguna pelea tonta no habíamos tenido, era el romance que pensaba contarle a nuestros nietos.

—Rebecca, te estoy hablando—dijo mi mamá sacándome de mis pensamientos, volví mi rostro y sonreí

— ¡Perdón! ¿Qué me decías, ma? —inquirí

—Que llamó Gustavo, dijo que quiere saber a qué hora hoy—comentó

—Ahí lo llamo y arreglo con él—respondí corriendo escaleras arriba.

—No te quedes hablando mil horas, aún tienes cosas que hacer si quieres salir esta noche—amenazó.

Quedamos para las ocho y media en casa, la fiesta arrancaba a las nueve, así que teníamos un margen de tiempo por las dudas.

Media hora antes de que el timbre suene estaba lista, mi vestido lila con detalles en plateado, los tacones haciendo juego, mi pelo negro recogido hacia un lado con unos mechones juguetones cayendo por mi rostro, maquillaje suave y al mirarme en el espejo sólo podía sonreír como tonta enamorada. De eso era ampliamente consciente.

— ¡Estas bellísima! —exclamó mi madre al verme. Le agradecí con una leve sonrisa.

—Estoy feliz, es la noche donde una etapa termina para dar inicio a otra, la Universidad me espera, no puedo creer que ya termine la secundaria y con un novio como Gus, no podría pedir más—le comente mientras pensaba en lo afortunada que era.

Sonó el timbre y corrí escaleras abajo a abrirle la puerta al chico de  mis sueños. Ahí estaba, impecable con su traje negro, su camisa lavanda, llevaba el pelo semi despeinado y una sonrisa torcida que hacía latir fuertemente mi corazón.

—Hola amor—dije lanzándome a sus brazos. Nos dimos un corto beso y tras saludar a mis padres nos fuimos al salón donde se realizaba la fiesta.

Noté que estaba un poco raro, casi frío con respecto a su modo habitual de tratarme, pero le reste importancia, era una gran noche y nada iba a opacarla.

— ¡Estas divina! —gritó mi mejor amiga Gina al verme entrar, ella estaba deslumbrante con un vestido blanco con pequeños detalles en negro. Su pelo castaño caía en cascada por su espalda, a su lado su novio de hacía ya dos años, Javier lucía un traje negro con los  detalles en blanco, parecían propaganda de perfume de tan bien combinados que estaban.

— ¿Y ustedes? ¡Parecen de película! —dije.

—Voy a buscar algo para tomar—anunció Gustavo levantándose y dirigiéndose a la barra.

—Y a tu novio… ¿Qué bicho le pico? —comentó Gina cuando Gus se alejó

—Honestamente ni idea, voy a ver si en un rato le pregunto—respondí alzando mis hombros con cierta indiferencia.

Luego de la entrada, un discurso alentador por parte del Comité de Centro de estudiantes a cargo de mi mejor amigo Julián. Tuvimos una tanda de baile, siempre recordaría este momento único, estar en los brazos del chico que amaba, la canción de fondo en ese momento sonaba “Muñeca de trapo” de la Oreja de Van Gogh, cerré los ojos brevemente guardando ese momento para siempre y como si Gustavo adivinara que estaba haciendo rozó sus labios con los míos en un tímido beso, fui la chica más feliz del lugar, para cuando finalizó la tanda casi dos horas después me dolían los pies de tanto bailar con los tacos, me disculpe con Gus y me senté a frotarlos para que dejaran de doler.

—¿Qué haces sentada?—preguntó Julián al verme

—Nada, me dolían los pies—me quejé

—Te pasa por no usar taco nunca—dijo

—Ah, ahora entiendo porque a vos no te duele nada—respondí mordaz

—Muy buena jugada, lo admito, te la deje en bandeja—admitió alzando las manos

—Gracias, gracias—agradecí a un público invisible—¿Lo viste a Gus?—pregunté poniéndome los zapatos

—Sí, salió para la terraza—respondió Juli mientras su mirada se perdía en una falda roja bastante llamativa.

Cuando llegue a la terraza, deseé ser ciega, o haberme quedado en mi silla.

Ahí estaba él, se había quitado el saco, tenía su boca en el cuello de esa rubia, que tenía alzado su vestido por las caderas. Respiraban agitados, estaban teniendo sexo al aire libre, sin ninguna clase de remordimiento.

Sentí las lágrimas colarse en mis ojos, formar un nudo en mi garganta y hacer que mi estómago se revolviera peligrosamente.

Respire profundo, tomando una decisión, o me iba corriendo o lo enfrentaba, luego las promesas de amor y demás idioteces se hicieron presentes en mi mente y la furia se abrió paso entre el dolor.

—¡Vaya! Yo buscándote y vos acá, muy entretenido—logré articular. Automáticamente la chica pegó un salto y él se acomodó los pantalones.

Volví a mirarla a ella, con un gesto le hice entender que desapareciera. Entonces Gustavo sacó un cigarrillo de su saco, lo prendió y alzó una ceja

—Vamos, sólo era un poco de sexo—dijo tranquilamente ignorando que mi corazón se partía con cada letra que pronunciaba

—¿Un poco de sexo? ¿En nuestro baile? ¿Estando de novios?—pregunté perpleja ante su actitud

—¿No irías a creer que eras única?—sus palabras cargadas de sorna me atravesaron como un puñal

—Pensé que me amabas, como yo a vos—dije mientras las lágrimas caían silenciosas por mi rostro.

— ¡Becca, cariño, no seas tonta! Me voy mañana a México, no sé por cuánto tiempo, ¿Creíste que esto era algo único, real e incluso duradero?—se burló de mí y de mi ingenuidad

—Lo dijiste vos, yo creí en vos—lo acuse

—Te creí una mujer más inteligente—se mofo terminando el cigarrillo, pasó a mi lado, beso mi frente y se fue.

Dejándome con el corazón hecho trizas pero con una gran lección, nunca creas las palabras de un hombre, jamás.

Traición a la mexicana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora