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Era el quinto día que Julián estaba en coma, obviamente del trabajo venía directo al hospital, mandaba a Maria a bañarse, comer algo, despejarse unas horas, mientras le hablaba a mi amigo sobre todo lo que pasaba a nuestro alrededor aunque sin él los días perdieron cierto brillo, ya mi dilema amoroso había pasado a un décimo plano, Gustavo había intentado hablar conmigo varias veces sin éxito, si lo veía en el hotel, conseguía escabullirme y en el caso de Mariano, él sólo me abrazó, me dijo que contará con él pero no volvió a intentar hablar conmigo.

Por un lado estaba agradecida, pero estaba tan cansada de ser fuerte, de fingir que yo sola podía con el mundo, estaba llorando silenciosamente en una habitación que usábamos como depósito cuando una mano apretó mi hombro.

Di un respingo, alce la mirada y los ojos azules de Mariano me miraron con su característica ternura

-Tranquila, acá estoy-me susurró y yo me tiré a sus brazos.

-Bésame-murmuré, sus labios se posaron delicadamente sobre los míos, comenzaron una suave danza cargada de sentimientos que removieron mis certezas, una mano la apoyé en su nuca y profundice el beso, entonces su lengua entró en mi boca para saborearme, mordió mi labio inferior, se alejó un poco y tomo mi rostro entre sus manos.

-¿Cómo estás?-preguntó

-Mal, destruida, pérdida-respondí mientras sus dedos acariciaron suavemente mi labio inferior

-Me imaginé y quise darte tu tiempo, pero me pareció que ya había pasado suficiente-dijo Mariano, me abrace a su cintura.

Nos deslizamos, dejándonos caer en el suelo.

-Gracias. No sabes cuánto lo necesitaba-admití con mi cabeza apoyada en su hombro.

-¿Hay alguna novedad?-preguntó acariciando mi pelo, yo mantenía los ojos cerrados.

-Aún no… Después de confirmar el hematoma subdural no hubo más-dije suspirando

-¿Dormís?-su pregunta me sorprendió, porque lo cierto era que no. Poco y nada estaba durmiendo, menos hablar de comer.
-Si te soy sincera, lo justo y necesario-admitir mirándolo.

Su perfume invadió mis fosas nasales, sin decir nada volteé sentándome sobre él con una pierna a cada lado.

Sus ojos se abrieron por la sorpresa, luego sonrío de lado, y ese hoyuelo que tanto me gustaba, se marcó, mordí mi labio inferior, llevaba puesta una pollera a la rodilla que subí lentamente ante la atenta mirada de él.

Provocar y jugar, era algo que me encantaba.

Su mano escaló por mi espalda, quitó mi camisa rápidamente, dejando ver un corpiño blanco con encaje, la boca de Mariano se deslizó por mi cuello, mi piel se erizó por completo.

-Mariano-gemí sin poder evitarlo

-¿Qué?-preguntó él sonriendo, sin quitar su boca de mi cuello.

-Déjate de preliminares-exigí abriendo su cinturón, alzó su rostro y aproveché para besarlo, mi respiración ya era un gemido, estaba ansiosa por tenerlo.

Mariano deslizó su mano bajo mi pollera, acariciando mi clítoris habilidosamente. Empecé a temblar, estaba por llegar al maldito orgasmo y sólo lo había logrado con un dedo.

Trague dificultosamente, él se dio cuenta y sonrió, sacó su miembro que estaba listo, lo tome con mi mano y lo guíe para que me penetrara, cuando lo hizo me invadió una sensación tan extraña pero confortable que me aterro al comienzo, Mariano me tomo por el mentón obligándome a mirarlo, me perdí en sus ojos un momento y luego lo besé comenzando a moverme yo, sentía su respiración agitarse.

-Te extrañe Reb-musitó mientras hundía sus manos en mi cadera, y yo volvía más lentas las embestidas.

Fingí no escuchar sus palabras, mis sentimientos estaban en pausa hasta que mi mejor amigo estuviera bien no podía sentir nada. Acabamos con segundos de diferencia, me recoste en su pecho agitado, pase mi mano por su barba de pocos días.

-Tenemos que volver al trabajo, por cierto, ¿A quién dejaste cubriéndonos?-pregunté y Mariano rió entre dientes

-A Tamara, vino a buscar el cheque del mes y le pedí que me cubriera un momento-dijo acomodándose la ropa.

Lo obligue a irse primero, no quería oír chismes respecto a mi vida sexual, y mucho menos un sermón de Tobías con respecto a las relaciones en el trabajo.

Estaba en mi escritorio contando los minutos para irme cuando el celular comenzó a vibrar, entonces mi alma se fue al piso y toda la felicidad que hasta ese instante había logrado se extinguió en menos de un soplo cuando leí el nombre de María en la pantalla.

Traición a la mexicana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora