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Llegué a casa mientras el amanecer se asomaba, baje de la moto de Lorenzo, él me dió una nalgada y yo le alce el dedo del medio mientras sonreía.

Estaba buscando la llave en el bolso mientras sostenía los zapatos con una mano cuando escuche que el teléfono de línea sonaba, salude a Lorenzo y entré apurada para ver si llegaba a atender.

Al momento que agarró el teléfono, se cortó la comunicación, maldije y prendí mi celular, quizás sólo era Julián para asegurarse que ya estuviera en casa, cuando se encendió tenía muchos mensajes en los chats de siempre, pero lo extraño fueron las diez llamadas del teléfono de Julián, sin cambiarme, me apresure a llamarlo.

-Al fin mujer-dijo la voz de Gina, mi alma se fue al piso, pocas razones alejaban a Julián de su celular y ninguna de las que pasaba por mi cabeza era buena

-¿Dónde está?-grité cayendo en el sillón, un nudo se formó en mi garganta

-Bien, tranquila-empezó Gina, la histeria dio rienda suelta, las lágrimas caían sin poder controlarlas

-¡¿Qué diablos pasó Gina?!-exclamé enfadada mientras intentaba respirar.

-Estábamos volviendo en el taxi y justo en un semáforo nos chocaron, él…-inspiró fuerte como aguantando el llanto, mi alma se estrujo pensando lo peor.

-¡No! No maldita sea, Gina no-repetí

-Él se tiró arriba mío, y me abrazo. Se llevó la peor parte Reb-dijo y comenzó a sollozar.

Mi teléfono resbaló de mi mano, cayó al piso haciendo un sonido que no escuché porque mi cerebro se había desconectado, mi mejor amigo no podía abandonarme. Porque… ¿Qué sería mi vida sin él? ¿Sin su protección, consejos, comida…? Miles de nuestras conversaciones se reproducian en mi cabeza automáticamente.

Sencillamente no podía ser, levanté el teléfono y trague con dificultad.

-¿Dónde estás?-pregunté

-En el hospital, estamos esperando que nos digan cómo está-respondió, yo colgué, fui a mi habitación, me cambié rápidamente y tome las llaves del auto.

Maneje sin mirar, sólo podía pensar en la sonrisa de Juli, en sus consejos, en cómo me estaría retando por no prestar atención al camino, estaba desesperada por llegar y aún me faltaba cinco minutos.

Deje que la angustia se abriera paso y rápidamente se apoderó de mí, quería… No, necesitaba verlo y saber que todo era un mal sueño.

Me negaba a perder al hombre que era tan vital en mi vida. Llorando como una niña llegué a urgencias, Gina me atajo cuando cruce la puerta, estaba con vendas pero ilesa, se la veía igual de mal que yo, la miré y ella alzó los hombros.

-No me dicen nada, él me abrazo, no tuvimos tiempo a más nada, no recuerdo nada, sólo un golpe y luz-explicó llorando, la abracé y acaricié su hombro. Trague dolorosamente, sonreí, Gina me miró extrañada.

-Él estaría haciéndonos chistes por nuestro estado deplorable-comenté limpiando mi mejilla con el dorso de mi mano.

-Tenes razón, llame a su madre, estaba viniendo, pobre mujer, no podía articular palabra-explicó

Las horas se habían eternas, el reloj parecía burlarse de nuestra desesperación, habían pasado cuatro horas sin una sola noticia.

La madre de Juli llegó unos momentos después que yo, por ahora estaba sentada en silencio, unas lágrimas caían de vez en cuando pero ella repetía que tenía que ser fuerte para su hijo.

Ojalá nosotras pudiéramos, apenas pudimos con un café sólo, el llanto no me abandonaba, no podía hacer nada más.

Entonces apareció un doctor, llamó por los parientes de Julián, y la madre nos asintió, nos acercamos con ella.

-Bueno, el paciente tuvo un traumatismo craneoencefálico-la respiración de las tres se detuvo. El médico nos miró, cerró los ojos un momento y volvió a abrirlos, continuó con su relato-Al ser peligroso, se puso al paciente en coma para evitar el edema cerebral, una vez que el riesgo pase, tendremos que operarlo-dijo y la mamá de Julián, nos apretó fuerte la mano.

-¿Cuanto tiempo en coma?-preguntó

-Aún no está definido, pueden ser cuarenta y ocho horas o quizás un poco más-respondió

-¿Puedo verlo?-dijo y el doctor asintió con la cabeza

-De a una, pueden pasar-respondió mirándonos.

Asentimos, entonces María se adelantó e ingresó a la habitación. El doctor giró sobre sus talones y se fue.

Dejándonos llenas de incertidumbre, no estaba muerto, eso era muy bueno. Pero el diagnóstico reservado tampoco me dejaba tranquila, quería verlo.

Unos minutos después salió María, hizo una seña y yo empuje a Gina, para que entrara primero.

Mi celular empezó a sonar, miré el visor y descubrí que era Tobías, claro hacía ya treinta minutos que había empezado mi turno, conteste de mala gana.

-Lo lamento Tobías, mi mejor amigo tuvo un accidente, estoy en el hospital-dije

-¿Y para qué avisarle a tu jefe, no?-ironizó él

-Te lo estoy diciendo ahora, me tomaré el día libre, descuentalo si queres, me da igual-añadí

-Hombre importante en tu vida, eh-respondió

-El primer hombre importante, él único que siempre se comportó bien conmigo-respondí y colgué el teléfono, pues Gina acababa de aparecer, con sus ojos hinchados y mejillas húmedas.

-Tu turno-musitó, entonces me encaminé hacia la habitación, tenía un nudo en la garganta.

Entre y mi corazón se detuvo al verlo, Julián que siempre me sonreía, que siempre tenía algo para decir, estaba ahí recostado como dormido, un tubo en su boca, la cabeza vendada, una, dos, tres máquinas monitoreando su preciado corazón, me senté a su lado, tomé su mano mientras comenzaba a llorar desconsoladamente.

-Puedo enfrentar al mundo con vos a mi lado Juli, pero sin vos me siento perdida, así que ni se te ocurra abandonarme, ¿Me escuchas? Porque sé que lo haces. No me dejes, por favor- supliqué acariciando su mano, mi mente traicionera me jugó una mala pasada cuando pensé que había movido su mano, pero sólo había sido producto de mi angustiada imaginación.

Julián seguía inmóvil en esa fría sala de hospital, y yo sentía que parte de mí se quedaba con él mientras salía de su habitación.

Traición a la mexicana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora