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Llegamos a casa con Julián al volante, yo no estaba en condiciones para conducir, seguía pensando en todo lo que había pasado intentando entender qué me había molestado realmente.

-¿Vas a bajar?-preguntó mi amigo golpeando el vidrio, haciéndome dar un brinco.

-Si, bobo es mi casa ¿No?-miré por las dudas nuevamente pero si lo era.

-Si, me voy a quedar con vos-dijo Julián, lo miré a los ojos viendo su preocupación en su mirada.

-Gracias, necesito helado, golosinas, gaseosa y una de esas películas malísimas tuyas-admití tambaleando al entrar a casa, me derrumbé en el sofá y puse mi brazo sobre mi cara.

-¿Tan grave es?-preguntó mi amigo pasandome una bolsa de golosinas que teníamos guardada

-Es peor, no sé qué es-admití abriendo un chocolate

-¡Ay! ¿Estas completamente segura que no lo sabes?-preguntó quitándome los zapatos

-Estoy segura de que ver a Mariano con otra chica sólo me demostró que las palabras se las lleva el viento, él afirmaba ser la mejor opción, que no rompería mi corazón y hasta que me esperaría. ¿Y qué pasó? Ni cuatro semanas sin andar tras una falda, y no quiero ni saber en que antro o con cuántas está en este momento Gustavo porque desde que le dije que se esfumara, hace un mes, no lo volví a ver-dije resignada

-Aunque Gustavo no es santo de mi devoción y tanto vos como yo lo sabemos. No lo viste este último mes porque se fue a la casa de los padres para no incomodarte estando en el hotel, lo sé porque habló conmigo cuando fui a lo de tu abuela a llevarle un pedido-confesó y mordí mi labio inferior, estaba tan convencida que todos eran iguales que ni me detuve a pensar que uno puede cambiar o que lo que para uno estaba claro quizás ya no lo está.

-¿Me estas queriendo decir que el idiota está recluido en el campo mientras yo lo pienso en un hotel con un harén de mujeres?-dije sentandome y apuntando su rostro con la cuchara que estaba comiendo el helado

-Así es-admitió y no dijo más nada, me levanté, volví a sentarme.

-¿Y si siempre fue él?-pregunté

-Eso sólo lo podes saber vos, además hay que admitir que de adolescente todos cometemos idioteces-comentó Julián

-Si lo sabremos, ¿No?-pregunté sonriendo

-¡Muchas idioteces!-afirmó mi amigo tirando mi celular para mi lado, lo atrape y marqué el número de Gustavo, sonó una, dos, tres hasta que me agarró el contestador quizás las cinco de la mañana no era una buena para llamar a alguien pensé colgando.

-No contestó-dije tirando el celular de nuevo

-Eres una mujer rara mira que llamar por teléfono, envíale un mensaje mujer-me critico mi amigo devolviendo el teléfono

-Bueno, aquí dice que su última conexión fue a las diez y media de la noche, ¡Está hecho un anciano!-bromeé mientras mi estómago se removía inquieto

-Eso porque ese es el teléfono oficial, para las trampas siempre hay otro número-me chicaneó mi amigo mientras se terminaba su alfajor

-¿En serio? Debería golpear tu cabeza, tendré compasión por tu estado post accidente-dije frunciendo el ceño

-¡Gracias por la comprensión!-comentó riendo-Ahora decime, ¿Qué le escribiste?-preguntó

-Bueno le puse que mañana tenía franco, si podíamos vernos. Sólo si él tenía ganas-dije-Ah y que disculpara mi llamada a las cinco de la mañana-añadí riendo

Lo extraño fueron los dos días de silencio absoluto por parte de Gustavo, el mensaje aparecía como entregado pero no como leído, y aunque pretendiera no hacerme la cabeza con confabulaciones raras era inevitable pensar porque no había abierto mi mensaje.

A la mañana del tercer día me despertó mi celular que no dejaba de sonar.

-¿Qué?-respondí sin mirar la pantalla

-¿Esa es forma de hablarle a tu madre?-respondió la voz del otro lado.

-Estoy durmiendo ma-dije abriendo un ojo

-¿A las once y cuarto?-preguntó y yo rodé los ojos, si trabajaba turno tarde/noche esa semana era lógico dormir hasta casi el mediodía

-Así es-respondí mientras me sentaba en la cama

-Bueno te llamó porque tu abuela me habló hace un rato para decirme que quiere que mañana vayamos a comer-explicó mientras yo me estiraba quedé estática.

No podía sencillamente ir a lo de mi abuela si Gustavo no respondía mi mensaje, comencé a buscar una excusa creíble en mi cabeza hasta que mi madre interrumpió mis meditaciones

-¡Sin excusas señorita! Julián está invitado por supuesto. Lo digo por si pensabas usarlo de salvoconducto-me atajó mi madre mientras yo abría la boca enfadada.

-Bien, ¿A qué hora?-me quejé

-Nos vemos a las once, y aparece a horario, no quiero comer a las cuatro de la tarde sólo porque Rebequita no aparece-ironizó mi madre antes de colgar.

Me metí a la ducha mientras meditaba cómo iba a encarar mañana a Gustavo, las mariposas odiosas se hicieron frecuentes asimismo una sonrisa idiota asomaba por mis labios al pensarlo.

Estaba terminando de salir de la ducha cuando sonó el timbre de la puerta, con una toalla en la cabeza y otra cubriendo mi cuerpo me acerque a la puerta.

-¿Quién?-pregunté

-Lorenzo-respondió y yo fruncí mi entrecejo. Abrí la puerta mientras un sorprendido Lorenzo me miraba de arriba a abajo, alzó una ceja y la sonrisa lobuna apareció en su rostro.

-Esto si que es esperarme lista-bromeó pasando, se quitó el abrigo y me miró

-¿Pasó algo?-pregunté

-Mejor vístete, me distraes-dijo señalandome con su mano

-Vuelvo en dos segundos-respondí rodando los ojos mientras me iba a la habitación.

¿A qué diablos había venido? Porque si hubiera venido a lo que habitualmente hacemos, no habría pedido que me cambiara. ¿Para que estaba en mi casa? Pensé mientras me ponía unos pantalones de jogging y un buzo de lana.

Traición a la mexicana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora