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Él no se movía y yo estaba dudando sobre cómo reaccionar. Afortunadamente Mariano se dio cuenta de mi lenta reacción, y la falta de respuesta del huésped.

—¿Señor? Disculpe, ¿Tiene reserva?—consultó, entonces el chico parpadeó y entregó la documentación como yo le había solicitado.

Me acerque a Mariano para poder susurrar que me iba al baño cuando leí claramente el nombre en el documento Gustavo Pinelli y sentí que me asfixiaba, le dije a Mariano y sin volver la vista una sola vez fui directo al baño.

Cuando llegué, entré corriendo al cubículo y me senté sobre la tapa castigándome mentalmente, cinco años habían pasado, cinco años fingiendo superarlo, cinco años que esa herida estaba ahí.

—Eres una idiota—me reproche cuando las primeras lágrimas cayeron.

Calcule aproximadamente cuanto demoraría Mariano en registrar y despachar a Gustavo antes de volver a mi lugar.

—¿Qué te pasó?—preguntó genuinamente preocupado.

—La resaca, perdona por abandonarte, ¿Tenía reserva?—quise disimular

—Sí, resulta que ese era el inversor mexicano que Tobías dijo hoy temprano—comentó

—Ah que bueno, ¿Dónde está hospedado?—pregunté para saber por cuál piso no tenía que asomar mis narices

—En el piso quince, en la suite principal—explicó Mariano y volvió a atender a un huésped que estaba entrando, el resto del día fueron corridas por el embajador francés, y cuando quise parar a almorzar llegó el empresario chino.

Hoy no iba a ser un día tranquilo, llegué a esa conclusión cuando pude parar a almorzar recién a las cuatro de la tarde.

<A que no sabes quién se registró en el hotel>

Escribí ese mensaje de texto y se lo envíe a Julián, la respuesta no tardó en llegar.

<¿Maluma? ¿Brant Daugherty?>

Me reí como una tonta, al menos él siempre mejoraba mi humor.

<¡Ojalá!, no estaría enviando mensajes, estaría acosándolos,> mi mente creativa voló por unos segundos sopesando esa situación. < ¡No!… peor, se registró “aquel”>

Otra vez el revuelto de estómago me indicaba que nada había terminado, y que si me lo cruzaba mejor actuar como si nada, eso sí pretendía que él no se diera cuenta.

<¿Gustavo en tu trabajo? Bueno, Becca, ignóralo, que no note que te afecta>

Leí el mensaje dos veces,  estaba cantado que Julián me conocía tanto que sabía que aún me dolía Gustavo igual que el primer día, aunque llevará cinco años diciendo y afirmando que no.

<Sigue siendo el mismo idiota, tranquilo. Ésta noche en el bar, brindamos por él>

Intenté bromear aunque estaba segura que esa noche el nivel de alcohol que iba a ingerir iba a ser proporcional al agujero que tenía en mi pecho.

Había llegado el final de mi turno, y estaba muy agradecida con el universo por no haberme puesto frente a Gustavo.

—Becca—lo oí decir mientras estaba caminando para mi auto, fingí no escucharlo y seguí caminando.

Entonces sentí que corría en mi dirección, trague  e inspiré hondo preparándome para lo que venía, me alcanzó y me tomó por la muñeca.

—Hola—dijo, yo fruncí mi ceño confundido.

—¿Pasó algo en su habitación, señor?—pregunté haciéndome la desentendida.

—Becca, sé que sabes quién soy—afirmó él—Puedo verlo en tus ojos—susurro; yo decidida a no dar el brazo a torcer me solté sutilmente y me aleje un poco

—No sé a qué se refiere señor, tampoco sé su nombre—respondí.

—A ver si esto te refresca la memoria—dijo y acto seguido tiró de mi mano, me aferró por la nuca y juntó su boca con la mía, fue electrizante y aún usaba ese perfume que tanto me gustaba.

Antes de permitir que su lengua me hiciera olvidar de todo, lo empuje e intente que mi rostro reflejara lo ofendida que estaba.

—No vuelva a tomarse tantas libertades, ¿Señor…?—hice una pausa para obligarlo a decir su nombre.

—Pinelli, Gustavo Pinelli—contestó claramente confundido.

—Ah, yo tuve un ex medio idiota con ese nombre—añadí mientras subía a mi auto, sin darle tiempo a responder y me alejaba de él, su olor, su sabor, cuantos recuerdos dolorosos.

Llegué a la casa de Julián, toque bocina dos veces, entonces mi amigo apareció con un bolso y una cara de espanto.

—¿Qué te pasó? ¿Te atacaron en la siesta de hoy?—bromeé mientras acomodaba mis anteojos de sol.

—Chistosa, pero resulta que algo así, vinieron mis primas, con mi tía y mi madre, así que me tendrás que aguantar el fin de semana en tu casa—explicó señalando su bolso, en el viaje se encargó de explicarme todo con lujo de detalles.

—¿Y mi sexo casual?—me quejé estacionando el auto en la entrada de mi departamento.

—Quedará para después que mi madre se vaya—dijo él quitándose el cinturón.

—¡Claro a vos te echan a perder la fiesta y vos te encargas de seguir con el linaje familiar!—me quejé mientras apagaba el auto

—Algo así—afirmó cerrando los ojos, de golpe los abrió como si recién hubiera recordado con quien hablaba.

—¡Un momento! ¿Qué pasó con “aquel” idiota? ¿Te lo volviste a cruzar?—preguntó incorporándose.

—Nada…—dudé—Bueno sí, vino con el cuentito de “Becca” con su boca toda tan… agg no tenés una idea lo que me costo fingir que no lo conocía—dije golpeando el volante.

—¿Fingiste no conocerlo?—preguntó al borde de la risa.

—Sí, y el muy idiota me besó, por poco lo golpeo pero luego recordé que tengo que verlo varios días así que me contuve y sólo fingí amnesia; cuando me estaba yendo le pregunté el nombre y cuando me lo dijo, le comenté que tenía un ex que se llamaba así y era un idiota—terminé de contar.

—¡¿Eso hiciste?! ¿Y qué respondió?— no pudo contenerse más y soltó una risa socarrona.

—No sé, huí de la escena lo más rápido que pude— admití cuando bajamos del auto.

—¿Sigues enamorada?—preguntó Julián cerrando la puerta del acompañante.

—Hasta hace unas horas, habría afirmado que no—dije abriendo la puerta de entrada del departamento.

—¿Y ahora?—volvió a preguntar.

—Ahora no estoy segura de nada, sinceramente—respondí tirándome en mi amado sillón

—¡Yo estoy seguro de algo!—afirmó Julián desde mi habitación.

—¿De qué?—grité sin levantarme.

—Que hay mucho alcohol en tu futuro—dijo tirándose al lado mío, apoyó su cabeza en mis piernas.

—A eso, queridísimo Watson, ponele la firma—dije prendiendo la tele.

Pusimos una película malísima que eligió Julián, aunque la verdad es que mi cabeza no estaba ni enterada de lo que transcurría en la pantalla.

Sólo podía pensar en lo bien que le habían sentado los años, ese cuerpo de adolescente flaco había desaparecido y daba la bienvenida a un hombre que tenía un cuerpo que prometía mucho.

Quizás podrías sacarte las ganas pensé pero luego mi propia voz interior se contradijo ¿Que pasa si después querés más? Sabes que él no va a dar más; suspiré agotada mentalmente.

Gustavo estaba hace medio día en mi vida y ya la había revolucionado completamente.

Traición a la mexicana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora