Cuando llegué a la dirección que Mariano me había enviado, empecé a dudar sobre mi vestuario, tenía puesto uno de mis vestidos nuevos, ajustados y cortos, negro con delicados detalles en dorado, los zapatos combinaban a la perfección, pero no parecían adecuados para un bar pequeño y semi oculto como el que tenía frente a mi.Estaba por enviarle un mensaje cuando golpeó mi ventana, haciendo que brincara asustada en mi lugar.
-Vos y tus silenciosas intenciones de matarme de un infarto-espeté bajando de mi auto, cerré la puerta, puse la alarma como siempre y giré para mirarlo. Estaba callado y me miraba de arriba hacia abajo.
-Podría decir lo mismo de vos-comentó acercándose para saludarme.
Su beso fue en la comisura de mis labios, demorando un segundo más de lo convencional, sólo para que entendiera que ése no era el lugar a donde quería besarme realmente.
-No sabía qué ropa debía traer, y ahora no estoy segura de estar vestida adecuadamente-admití colocándome la tira dorada de mi cartera en el hombro.
-Estas preciosa, de eso no hay dudas, tranquila-me aseguró Mariano mientras entrábamos al bar.
Era un lugar se podría decir lúgubre, debía ser su escasa iluminación o las luces amarillentas que daban la sensación de oscuridad.
Había un grupo de hombres de unos cuarenta o cincuenta jugando a las cartas en una mesa, después un grupo de tres parejas tomando y conversando, por último pasamos por una mesa donde había cinco hombres de aproximadamente nuestra edad, debo admitir que senti como me desvetían con la mirada, fue una sensación muy desagradable, pero no hice comentario alguno y seguí a Mariano que me conducía concentrado hacía una mesa que parecía ser una especie de reservado o sector vip.
Había otra iluminación, hasta parecía otro lugar, sonreí y tomé asiento. Él se sentó frente a mí.
-¿Qué tomamos?-preguntó.
-Vodka con hielo-pedí.
Mariano asintió con la cabeza y llamó al mozo, para hacer el pedido.
-Así que por fin me diste una oportunidad-dijo cuando tuvimos nuestras bebidas estaba jugando con el sorbete de la mía y sonreía juguetona.
-Pensé que quizás no sea tan malo, y al darte una oportunidad veas que no tengo nada para ofrecer salvo buenos ratos-comenté alzando levemente mis hombros.
-Estás loca si pensás eso, dame la oportunidad y después me decís si sólo sexo querés de mí-expuso.
-¿Darte la oportunidad? ¿Y esto qué es?-pregunté frunciendo el ceño.
-Esto es una cita. Quiero que me des cuatro semanas, si después de cuatro semanas seguís queriendo sólo sexo, te lo acepto-dijo extendiendo su mano.
-Vamos a aclarar tres cosas antes de esto-dije tomando su mano y cerrándola.
-Las que quieras-murmuró él.
-Uno, no soy un estúpido juego. No me malinterpretes amo los juegos y los desafíos pero no con mi vida sentimental. Dos, mi vida amorosa es completamente un caos desde siempre, pero desde que volvió Gustavo es un auténtico desastre. Tres, siempre obtengo lo que quiero, tarde o temprano, y ahora quiero sexo con vos-dije acariciando su antebrazo mientras relamía mis labios.
-Entonces, ¿Qué esperas? Porque yo estoy esperando desde que empecé a trabajar en ese bendito hotel con vos, exactamente hace un año y tres meses que te dignes a siquiera mirarme -reclamó apoyando su mano en mi rodilla.
Toda mi piel se electrificó al simple roce de su mano, mordí inconscientemente mi labio inferior. Decidida me levanté y me senté a su lado, con mi mano tomé su nuca para besarlo, me encantaba tomar iniciativa. Su boca sabía a alcohol y menta por su trago, cuando abrí mi boca para permitir que su lengua explorara lo oí gruñir, sonreí levemente y entrelace mi lengua con la suya.
El beso se fue tornando voraz, metí mi mano por su camisa, algo que había querido hacer desde el minuto en que Tobías lo presentó en el trabajo.
Mientras Mariano acariciaba mi pierna, subiendo lentamente hasta el borde de mi corto vestido, mi respiración estaba agitada, descendió por mi cuello besándolo con deleite, mi mano que estaba jugando en su pecho tan trabajado, descendió hasta su pantalón, descubrí que su miembro estaba duro y encima era más grande de lo que imaginé, logré con dificultad abrir su pantalón y me apresure a meter la mano para tomarlo, cuando cerré mi mano sobre su pene, Mariano excitado, aún con su boca en mi cuello, murmuró.
-Sos mala.
-La peor-respondí comenzando a masturbarlo, estaba ansiosa por meterlo en mi boca, demore unos minutos más mientras sus besos me acarician a lo largo de mi cuello, algo que particularmente me encantaba, luego me deslicé debajo de la mesa e introduje su miembro en mi boca.
Primero fui suave, pero a medida que su respiración se agitaba, la velocidad de mi boca aumentaba, sentía su mano apretar el forro del sillón.
-Voy a acabar-musitó intentando que yo saliera antes pero no era eso lo que yo quería.
Cuando acabó, me levanté tomando asiento a su lado.
-Espero que esto haya sido sólo la introducción, porque no llevo ropa interior hoy-comenté y él me miró sorprendido.
-Vámonos de acá entonces, oportunidades como éstas se dan pocas veces-respondió tomándome de la mano para salir.
Cuando estábamos pasando por la mesa de los chicos uno de ellos me hizo un gesto obsceno mientras otro me tocó el trasero al pasar, automáticamente me giré, soltándome de Mariano y le di una bofetada.
-¿Estás loco? Guardá tus manos para quien te las pida-le dije furiosa.
-Te vestis como puta y te ofendes porque te tratan como tal-dijo el otro, antes que pudiera abrir la boca Mariano le dio un puñetazo en medio de la nariz haciendo que los otros se levantarán y se armará una batalla campal.
Se repartían golpes a diestra y siniestra diría mi madre, cuando el dueño del bar llamó a la policía todos salimos corriendo, me quité los tacos, llegué a mi auto, y noté que pese a que todos salían, Mariano no aparecía, me preocupe y volví sobre mis pasos.
Dentro del lugar no quedaba nadie salvo Mariano y el dueño del bar, ambos estaban levantando las sillas intentando poner un poco de orden.
-Ahí estás-dije entrando, él me miró y yo casi me muero.
Tenía un labio roto, además de un ojo hinchado, corrí hasta él preocupada.
-No es nada-dijo automáticamente.
-Esto no es nada, es un rostro lleno de golpes, vamos así te curo-dije tirando de su brazo.
-Fer mañana vengo a darte una mano, perdón-gritó mientras íbamos saliendo.
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Traición a la mexicana [COMPLETA]
ChickLit-EN EDICIÓN- A Rebecca el amor, no le importaba, una vez creyó amar y se burlaron de ella. Por eso, ella juega y satisface sus necesidades igual que un hombre, beber y salir de fiesta es ley de los fin de semana. Lo último que imagino era que al de...