Entre al hotel pensando que iba a decirle a Mariano, era obvio que había reconocido a Gustavo y odiaba mentirle, pero no sabía si estaba lista para decirle la verdad.
—Buen día, Rebecca—dijo Tobías mientras terminaba de acomodarme el pelo en el espejo del pasillo principal
—Hola—respondí con una sonrisa
—¡Me alegra que estés de buen humor! Ya que hoy estarás sola—dijo palmeando mi espalda—Mariano se reportó enfermo—explicó y mi buen humor se fue por donde había llegado.
Que Mariano no viniera significaba más trabajo para mí y sinceramente parecía que quería escapar de lo que había pasado en el bar, ya iba a tener la oportunidad de torturarlo.
La mañana transcurrió más rápida de lo que esperaba, cuando estaba atendiendo a unas chicas que se estaban registrando, lo vi pasar.
Quise no volver a mirar pero definitivamente mi cuerpo me traiciona, porque volví a levantar la vista sólo para ver que Gustavo me miraba fijamente de esa manera que terminaba poniéndome nerviosa, lo cual provocó junto con mi torpeza innata, que tirará sin querer mi lapicero al querer pasarle a una de las chicas la lapicera para que firme el comprobante.
Rápidamente se aproximó y recogió todas las cosas del piso, extendí mi mano con una sonrisa falsa.
—Gracias señor Pinelli—dije recalcando la palabra señor.
Las chicas lo devoraron con la vista, y una de ellas suspiro algo como “Y encima es amable” rodé mis ojos y Gustavo sonrío de lado.
—De nada, Becca—respondió girando sobre sus talones y alejándose.
Eso de usar mi apodo sólo lo hizo para dejar clara la familiaridad entre nosotros, me recordé mentalmente golpearlo si volvía a verlo.
Para cuando termino mi turno sólo quería una larga dosis de bañera, chocolates y un buen libro.
Estaba estacionando el auto en la puerta cuando Julián salió atropelladamente, fruncí el ceño confundida ante su actitud.
—No tengo idea como lo logró—dijo apenas baje del auto, ahora me estaba asustando.
Corrí había dentro y me quedé estática ante la escena, tenía todo el comedor lleno de flores, cualquier tipo de flores, coloridas, chicas, grandes, y en el centro había una canasta con muchos chocolates con una tarjeta.
Sé lo mucho que te gustan los detalles, volví por vos. G.
—Está loco—declare mirando a Julián
—Ya lo creo—dijo mi amigo cerrando la puerta detrás de mí.
—¿Pero que pretende?—exclamé enfadada tomando un chocolate de la canasta
—Creo que lo dejó claro—comentó Julián tomando la tarjeta.
Lo fulminé con la mirada, mientras corría las flores del sillón para tirarme sobre él.
—Está sonando tu teléfono—gritó Julián desde la cocina
Me levanté quejándome mientras revolvía mi bolso en busca de mi celular.
—Hola—dije sin mirar el visor, pensé que sería Tobías pidiendo socorro
—Pensé que ya estarías de mejor ánimo—dijo la voz de Gustavo
—¿Por flores y chocolates? Te las agradezco pero creo que una tarjetita es muy pobre Gustavo—señale aunque no pude evitar que una sonrisa idiota se colara en mi rostro.
—Te conozco lo suficiente como para saber que la primer muralla cayó—lo escuché reír suavemente
—Y yo te conozco lo suficiente como para no creer en flores y palabras bonitas—respondí
—Touché, nena—dijo
—En fin, gracias pero ya aprendí, no tropezaré dos veces con la misma piedra—comenté mordiendo una de mis uñas
—Ya lo hiciste cariño—se burló de mí
—Estaba ebria y eso no cuenta—me defendí
—Me extrañabas, tu cuerpo te delata—sonaba tan confiado
—Seguro que te confundí con Lorenzo—no iba a dejar que saliera airoso de la situación
—¿Lorenzo? ¿Quién diablos es ese?—amaba cuando se mostraba enojado como en ese momento
—¡Ay cariño no vas a pensar que llevo los últimos cinco años sentada esperando que te dignes a volver ¿No?—ironice
—No claro pero…
—Pero nada—lo detuve—Gustavo deja los juegos para los adolescentes, nosotros ya lo fuimos, jugaste y ganaste—añadí cortando comunicación.
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Traición a la mexicana [COMPLETA]
ChickLit-EN EDICIÓN- A Rebecca el amor, no le importaba, una vez creyó amar y se burlaron de ella. Por eso, ella juega y satisface sus necesidades igual que un hombre, beber y salir de fiesta es ley de los fin de semana. Lo último que imagino era que al de...