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Escuché que me llamaban, intente abrir mis ojos pero parecía que pesaban kilos,  menos mal que no tomé nada pensé inmediatamente.

Me incorporé en el sillón y nuevamente oí como golpeaban la puerta de entrada.

—¡Despertate Becca!—gritaba Julián del otro lado

—¿Y tus llaves?—pregunté quitando la manta que me cubría mientras intentaba ponerme en pie, haber dormido en el sillón me había dejado un poco contracturada.

—Si las tuviera, no estaría molestando—respondió cargado de ironía, además de la voz áspera que indicaba su estado.

—¡Ya voy!—respondí caminando, casi a rastras hasta la puerta.

—¡Era hora! Son las diez, me dormí y estoy llegando tarde al trabajo—gruñó al cruzar la puerta.

—Buen día. Sí, no fue una noche buena pero no me quejo—respondí irónica volviendo al sillón.

—Lo siento, estoy atrasado—repitió cambiandose.

—¿Mi culpa?—pregunté poniendo el canal de noticias.

—No, culpa de esas dos centroamericanas que estaban para el crimen, no sabes cómo coj…—dijo apareciendo.

—¡Suficiente! Demasiada información que carece de sentido a nuestra amistad—lo interrumpí.

—Vos preguntaste—replicó  peinándose mientras se miraba en el espejo.

—Yo sólo dije que no había sido mi culpa—reproché.

—Me fui—dijo saliendo y el silencio volvió a invadir mi casa.

Hoy tenía el día libre así que planeé irme a pasear por el centro un rato, llamé a Gina y al horario acordado nos encontramos en el café de siempre.

—¿Qué planes para hoy?—preguntó ella acomodándose la ropa.

—Vamos a gastar y gastar, compraremos ropa, zapatos y quiero almorzar en algún lugar lindo—dije tomándola del brazo mientras caminábamos, y en sólo tres cuadras ya había gastado mi presupuesto.

Tenía dos apetecibles vestidos, unos tacones haciendo juego, además de chucherías y accesorios.

—¿Vamos a mi departamento?—dijo Gina entrando en una panadería, compró masitas y nos fuimos a su departamento para tomar algo.

Estaba esperando que el café estuviera listo cuando Gina, que venía juntando valor hacía rato, se sentó frente a mi.

—¿Cuando te diste cuenta?—preguntó, alcé la mirada confundida.

—¿De qué?.

—De que aún lo quieres—respondió, mi estómago se estrujó, mordí mi labio inferior para contener las lágrimas.

—Odio, odio sentir que si está cerca no necesito más, odio volverme loca por oler su perfume, odio perder mi fortaleza frente a él pero, odio aún más quererlo igual que hace cinco malditos años—solté inspirando profundo.

—Tremenda declaración, veo que Juli no mentía—dijo ella pasándome el café.

—¿Qué dijo ese bobo?—pregunté tomando un sorbo.

—Que estaba seguro que nada estaba curado y que estabas en serio peligro de caer en sus redes otra vez, lo cuál yo negué rotundamente, pero ante semejante declaración ya no estoy tan segura— afirmó ella.

—No, estoy consciente de la porquería que es, de cómo sería capaz de volver a jugar conmigo sin importarle mis sentimientos—declaré.

—No estás tan segura… Lo noto en tu tono de voz, y de seguro él también lo notará en cuanto cruces dos palabras. Has pasado los últimos cinco años jurando que ya había pasado y sin embargo bien sabías que nombraban México o te ponían un tema específico y tu cabeza iba derechito a él—me regañó negando con su cabeza.

Traición a la mexicana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora