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Llegamos al trabajo al horario que correspondía. Mariano me dio un tímido beso en los labios en estacionamiento pero después se comportó como si nada hubiera pasado, cosa que agradecí porque si no sería incómodo.

-Rebecca, te busca Tobías-dijo una de las chicas de limpieza. Resoplando, me encaminé a la oficina de él.

-¿Me llamaste? ¿Por qué no usaste el interno?-pregunté golpeando la puerta entreabierta del escritorio. Asomé la cabeza y vi que todo estaba muy calmo para que Tobías estuviera ahí.

-Sabía que vendrías si esperabas encontrar a tu jefe-dijo la voz de Gustavo a mis espaldas haciéndome pegar un brinco junto con un grito.

-¿Eres idiota? ¿O sólo pretendías matarme del susto?-pregunté poniendo una mano en mi pecho. Él sonrió de lado y con una mano se desacomodo el pelo.

-Estoy hecho un idiota, cierto. Pero eres la única responsable-me acusó tomándome por la cintura, sonreí sin poder evitarlo.

Él no demoró un segundo más y unió sus labios a los míos, una corriente me recorrió entera, despertando la pasión en mi interior, mis manos recorrieron su espalda hasta detenerse en su cintura, las de él descendieron por debajo de mi falda, acariciando mis muslos, me agité cuando sus manos rodearon mi tanga inquietas.

-Detente-susurré no muy segura, Gustavo debió notarlo porque no se detuvo, sino que entró al escritorio y puso llave.

-Estás loco, es la oficina de Tobías-dije mientras él me empujaba contra el escritorio, mordió suavemente mi cuello.

-Soy socio del maldito hotel, si quiero hacerte mía sobre su escritorio, lo haré-dijo profundizando su beso, estaba húmeda por lo excitante de la situación, podía oler el delicioso perfume de Gustavo mezclarse con el ambiente y me hacía perder la razón.

Lo tomé por el cuello de la camisa, sentándome al borde del escritorio y empecé a besarlo lentamente, provocándolo mientras mis manos se deshacían la misma, cuando sólo me faltaba el pantalón, corrí mi tanga, quite su miembro erecto por fuera del pantalón y lo guíe para que me penetrara, lo cual hizo gustosamente.

-Eres adictiva, Becca-dijo Gustavo con sus labios contra los míos, yo sonreí, sus embestidas eran salvajes y rápidas. Mi mente reprochaba mi comportamiento mientras mi cuerpo pedía más.

Ignorando una vez más a la primera, obligue a Gustavo a salir de mí, me baje del escritorio, y volteé mi cuerpo quedando recostada sobre el mismo, mostrando mi trasero a él.

-¡Mi amor!-gruñó Gustavo antes de volver a introducirse en mí, arremetió con ímpetu, pronto sentí como su cuerpo convulsionó al llegar al orgasmo, algo que yo no alcance esta vez.

Estaba por acomodarme la ropa cuando lo preguntó.

-¿Disfrute yo sólo esta vez, o me pareció?-dijo colocándose su camisa.

-Tenes razón, me debes una-respondí mirándome en el espejo cercano para acomodar mi ropa y pelo.

Gustavo se acercó por detrás y beso mi cuello suavemente mientras yo ataba mi pelo en una cola alta.

-Me encantas, volví porque no pude olvidarte en cinco años, porque esa noche que rompimos fue la estupidez más grande. Te necesito Becca, ¿Sabes?-susurro y yo cerré mis ojos, él me volteó y me beso delicadamente.

Un beso cargado de promesas, sin la desesperación del sexo fácil que nos unía tan rápidamente, me asusto lo que sentí.

-Me voy a trabajar-dije cortándolo mientras abandonaba la oficina apresurada, choque contra Mariano que estaba en el pasillo.

-¡Despacio muñeca!-exclamó con una sonrisa que se desvaneció rápidamente al ver quién salió detrás mío. Ambos se miraron fijamente y la tensión en el aire era palpable.

-Señor Pinelli-dijo Mariano inclinando su cabeza, y Gustavo sencillamente movió la suya a modo de respuesta.

Se aproximó a mí, yo lo mire extrañada.

-Seguimos esta “charla” más tarde-enfatizando la palabra apropósito, luego antes de voltear me beso, tomándome por sorpresa. Sólo le faltó orinarme pensé mientras lo veía alejarse. Mariano que estaba en silencio observando el intercambio, carraspeó.

-Te estaba buscando porque un cliente, dice que tiene una reserva pero no logró encontrarla-explicó seriamente mientras emprendía la vuelta al puesto de trabajo, ante mi atónita mirada.

Lamentablemente o afortunadamente no tuve tiempo de explicar nada porque la catarata de clientes que llegaron ese día impidió una charla con Mariano. Para cuando termine mi turno estaba tan filtrada que sólo quería descansar en casa, Julián me avisó que había vuelto junto con sus pertenencias a su casa, que había sido liberada.

Así que mi tranquilo hogar volvía a ser mío enteramente.

Estacione el auto en la puerta, tome mi bolso y baje, estaba por alcanzar el picaporte cuando oí que alguien me llamaba, giré con mi mejor cara de asesina cuando descubrí a Gina apoyada en el árbol de la entrada.

-¡Alto al fuego! Soy sólo yo-dijo

-Perdón pero te juro que hoy estoy hasta la coronilla de testosterona-explique saludandola

-Genial, porque yo también. ¿Nos tomamos un café?-preguntó levantando una bolsa de café molido.

-¿Como negarme a una amiga y un buen café? Entra, yo creo que tengo masitas para acompañar-dije abriendo la puerta.

Entramos, la casa olía increíblemente bien, y eso significaba que Julián había limpiado como agradecimiento.

Estábamos hablando de trivialidades cuando Gina lanzó un suspiro de frustración, la mire sobre mi taza  calculadoramente.

-¿A vos que te pasa? No es que no agradezca tu visita, pero es sorpresiva y si lo analizó es más rara aún-comenté

-Me pasa que sabes lo que me cuesta confiar en los hombres, y bueno… Encontré uno que pareciera que vale la pena, pero no puedo apagar la estúpida voz en mi cabeza que me dice que es imposible-explicó. La mire unos segundos, técnicamente no podía culparla, estaba atravesando por algo similar y sin miras de comprender porque ni qué o quién era lo mejor.

-Bueno a mal puerto viniste por leña-suspiré, luego sonreí-Contame cómo lo conociste y cuándo después vemos qué hacer-dije esperando ansiosa el resumen.

Resultó que era un vecino nuevo que se había mudado a su edificio, compartieron ascensor en un par de ocasiones hasta que él se animó y le pidió su número. Era soltero, cinco años mayor que Gina aparentemente sin nada reprochable.

-¿No lo viste subir ninguna mujer en estos seis meses?-pregunté y ella negó con la cabeza, hice un gesto de asombro

-¿Qué? ¡Yo tampoco los llevo a mi departamento!-comentó, interiormente me reí por lo que pensarían mis vecinos al ver la cantidad de hombres que frecuentaban mi departamento.

-Digo que es algo a su favor, creo que deberías arriesgar, y tener una cita, ya sabes algo relajado para conocerse-expliqué y Gina pareció meditarlo.

Luego de que termináramos el café y las masitas nos despedimos, y pude darme un baño relajante para terminar con una jornada intensa, por no decir agotadora.

Traición a la mexicana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora