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Lorenzo me miraba con los ojos entrecerrados, le sostuve la mirada un momento y luego me libere de sus brazos.

-¿Estas bien?-preguntó

-Claro… ¿Qué estás haciendo acá?-pregunté

-Trabajando-respondió entonces noté que tenía puesto un traje

-¿De qué se trabaja en un hospital con traje?-pregunté

-De stripper-me susurró en el oído, le golpee el hombro

-Vamos… Nunca me contaste a que te dedicadas-dije, estiró su mano y acarició mi barbilla

-Yo sólo me dedico a vos cuando estamos juntos-dijo, sonreí como idiota mientras mordía mi labio inferior-Pero también soy el contador del hospital-añadió

-Interesante trabajo, imagino que entre tantas enfermeras, doctoras y hasta pacientes no deben escasear las mujeres en tu vida-comenté, Lorenzo se acercó y golpeó mi nariz con un dedo suavemente

-¿Celosa? Porque que yo sepa, a vos tampoco te hacen falta más platos en tu menú-replicó

-Es distinto-objeté, mientras Lorenzo enarcó una ceja altaneramente

-¿Por qué razón sería diferente?-preguntó

-Pues… sencillamente… porque yo lo digo-finalicé insegura lo cual provocó una risotada en él

-No tenes argumentos y te pones tan linda cuando intentas inventar una respuesta-dijo acercándose mientras yo alzaba la mirada para cruzarla con la de él

-Y vos te pones adulador, ¿No te da miedo que alguien pueda vernos?-comenté ya que todas las veces que nos vimos fue en su casa o la mía, no salíamos juntos.

-¿Es eso un reproche Rebecca? Porque si querés te refresco la memoria de porqué no salimos nunca a ningún lado-comentó Lorenzo mientras ponía una mano en mi cintura atrayendome hacia su cuerpo

-¿A qué te referís?-pregunté

-No salimos nunca a ningún lado porque vos dejaste en claro mil y una veces que sólo era sexo. Que no querías saber nada de mi ni que yo supiera nada de vos fuera de esas paredes-susurró a centímetros de mi boca, su voz sonó dolida como si esa decisión que pensé había sido de mutuo acuerdo sólo la hubiera tomado yo.

-¿Acaso no lo es? ¿No es esta una relación que comenzó por un mutuo despecho y desilusión amorosa?-pregunté

-Cinco años atrás-añadió Lorenzo mirándome fijamente

-¿Qué estás queriendo decir?-pregunté mordiendo mi labio inferior

-Nada, olvidate-contestó poniendo distancia entre ambos, largó un suspiro profundo y se acomodo la corbata.

-No entiendo-murmuré, sólo se rió y negó con la cabeza.

-Quizás es lo mejor, nos vemos-declaró y me dejó meditando respecto a sus palabras.

Volví a la habitación de Julián, cuando apenas crucé la puerta me di cuenta que había vuelto sin mi café.

-¿Y lo que fuiste a buscar?-preguntó mi amigo

-No había más-respondí mientras pensaba qué más raro fue lo que encontré.

-Que extraño-dijo Julián

-Ya lo creo-musite sentándome junto a la ventana en el mismo momento que se largaba una tormenta, podía sentir la intensidad del agua azotando la ventana luchando por entrar, sentir la velocidad del viento que despeinaba a los transeúntes que la lluvia había tomado por sorpresa.

-¿Qué te pasa?-preguntó Julián haciéndome pegar un salto, se había levantado de su cama aproximándose hasta quedar justo detrás de mí

-¿Acaso queres matarme?-pregunté fulminando con la mirada a mi mejor amigo

-No, pero si muero por saber qué diablos está pasando por tu cabeza-dijo dando dos golpes con sus dedos en mi frente.

-Cuando yo logré entenderlo, te lo explicó-dije riendo mientras metí todo lo que giraba en mi cabeza en una cajita mental y lo guarde para darle atención a mi mejor amigo que bien le haría, terminamos hablando un poco de todo, política, cine, fútbol, espectáculo, historia y hasta filosofamos respecto al amor y la vida misma, era increíble como el tiempo con él pasaba volando.

Me termine yendo casi a las diez de la noche, aún tenía que cenar, bañarme y prepararme para el trabajo al otro día.

Estaba estacionado el auto en la entrada de casa cuando vi la moto en la puerta, pensando en cómo mandarlo de vuelta por donde vino, me bajé del auto.

-Ya sé que esto es invasivo-terció Gustavo pasando su mano por el pelo nervioso.

-¿Entonces?-pregunté acercándome mientras descubrí que en su mano traía un ramo hermoso de rosas rojas y blancas.

-Necesitaba que supieras que no puedo dejar de pensar en vos, que ya no sé qué intentar para que me creas, que ya no soy el idiota ese que jugó y traicionó, que soy un hombre enamorado-explicó y yo sentí un nudo en la garganta

-Te creo, pero el problema soy yo-respondí acariciando su mejilla suavemente, él cerró los ojos y dejo que mi mano acunara su rostro.

Traición a la mexicana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora