Se conocieron una noche aunque no de forma amable. Una mala anécdota.
El negocio de su madre será el elemento que los hará volver encontrarse.
Contemplando el cielo de la noche sabrán que el amor existe.
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Recibí la maldita llamada muy temprano por la mañana. La llamada que esperaba con temor ya desde hace un tiempo. Esa llamada que me alteró desde el momento que Namjoon dijo las primeras palabras. Sabía que esto sucedería. Que ocurría tarde o temprano a pesar que habíamos intentado que no sucediese. Todos habíamos fracaso evitando que ocurriera. Cuanto deseamos que esto no hubiera vuelto a pasar.
Entro al hospital, la prisa me sobrelleva, estoy apurado, me importa muy poco tropezar con alguien. Sólo quiero ir a la habitación donde se él se encuentra y saber como esta.
—Mierda —murmuro para mí mismo. Estaba desesperado.
Suelto un sonido de fastidio cuando estoy frente al ascensor por lo lleno que está, entro a al cubículo metálico ignorando las protestas de algunas personas, a sus quejas hago oídos sordos.
En el indicador los pisos saltan uno a uno. Agradezco que no perdamos minutos en aquellos que no son donde debo llegar. Las puertas se abren. Llegó al piso donde se encuentra la habitación que busco, salgo disparado como bala, quizás voy más rápido que una de estas. Ni siquiera debo preguntar a alguna enfermera, sé a dónde debo ir.
Me paro delante de la puerta blanca de la habitación de hospital. Blanca, demasiado blanca. La prisa por llegar pronto a cambiado de parecer, me congeló, mis piernas no quieren dar el siguiente paso y entrar de una buena vez. Enfrentarse a la escena que pueda encontrar ahí dentro. El susto de encontrar a mi amigo en el peor estado posible carcome mi interior a pesar de Namjoon me aseguró que el muchacho se encontraba estable y lúcido. Que estaba recibiendo algo de medicina para que pudiera recuperarse en su totalidad.
Con el atisbo de valor que aún quedaba en mi cuerpo giro la manija de la puerta y entró dándole una patada a los temores.
Mis ojos vuelan hasta él directamente. Está acostado sobre la cama hospitalaria mientras mira televisión, gira su cabeza tan rápido como a podido cuando es consciente del ruido que hice al entrar, emboza esa gran sonrisa que acostumbra a darle a dedicarle a quienes le rodea. Una que contagia esperanza y alegría.
—No te voy a mentir Hoseok luces peor que una mierda —digo elevando la voz de manera amable.
Hoseok ríe sosteniendo su estómago, se detiene cuando la risa se convierte en una fuerte tos.
Me alarmó.
—Que sincero. Como siempre —consigue responder, evitando mi huida de ir a traer unas enfermeras—. Lo sé, me acabo de ver en espejo del baño. Estoy fatal —la tos desapareció.
Se nota sin tener que fijarse mucho que ha pasado una noche difícil, cansada. Las ojeras bien marcadas debajo de sus ojos, su mirada soñolienta y su aspecto desencajado gritan por todas partes lo débil que debe sentirse en este instante. Lo mal que había estado como para tener que llegar al hospital.
—Digo lo que veo. ósea terrible. La energía que sueles irradiar esta opacada, a desaparecido —sentía terrible verlo así. Era como si estuviera desapareciendo parte de mi compañero Hoseok ahí acostado en esas tétricas sábanas. Consumido por el suelo conectado a sus venas.
