Capítulo 6: Cerveza.

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06/09 – Sábado.

Noah dejó caer el six-pack de cervezas sobre el sofá. Se veían mojadas y cubiertas de una fina escarlata, causa de estar tanto tiempo en el refrigerador. Se veían tentadoras, algo para refrescar mi mente y vaciarla, matar unas cuantas neuronas; exactamente lo que necesitaba.

- ¡Wujuu! – gritó Fletcher con ambos brazos extendidos al cielo. El reloj marcaba las ocho de la noche. Esta era nuestra forma de celebrar el sábado. Aunque, claro, para mi hermanita eso no significaba nada, ya que vivía en vacaciones. Según ella, era un año sabático, luego iría a la universidad, a estudiar Ciencias Veterinarias. Aunque se me hiciera difícil de creer, tenía dos neuronas conectando en esa cabeza suya, lo suficiente para dedicarse a un estudio.

Si es que no mataba esas dos neuronas en lo que le quedaba de año sabático, con toda aquella cerveza. Ella fue la primera en abrir una lata del alcohol.

- Esta es mía – dijo Noah dejando en la mesa de café una de las latas. – No la toquen, ya vuelvo – ordenó, antes de desaparecer escaleras arriba. Quién sabe qué fue a buscar. Yo dejé la mía también en la mesa de café.

No perdí tiempo y con una sonrisa maliciosa agarré su lata y la sacudí lo más que pude, como si fuera una maraca. Fletcher a mi lado estaba ahogándose en su cerveza, y probablemente no me hubiese notado. Dejé la lata en su lugar y me senté tranquilamente como si nada hubiese pasado, justo cuando llegó Noah. Volteé a verlo.

Tenía en su mano un CD, que entró en la pequeña reproductora que teníamos en el living. Música de Fall Out Boy empezó a sonar, comenzando por Uma Thurman. Tomó su lata y yo miré atentamente cómo se efectuaba mi broma, al mismo tiempo que cogía una cerveza de algún lado y la abría.

El click de la lata de Noah sonó justo antes que la mía, pero para mi sorpresa no fue él quien se empapó con cerveza, sino yo.

- ¡¿Qué caraj...?! – dije sorprendido, Noah me miraba confundido. Ah, pero Fletcher estaba muriéndose de la risa, con una mano sosteniendo su abdomen mientras estaba a punto de caerse del sofá.

- Las cambié cuando volteaste – siguió riendo a carcajadas y yo sólo la fulminaba con la mirada. La empujé levemente, pero lo suficiente para que por fin se cayera del sofá. Ella ni se quejó, siguió riéndose y se secó una lágrima.

- ¿Querías hacerme una broma? – entonces mis ojos cayeron en Noah. Me miraba con esa expresión que utilizaba en su rostro cuando quería intimidar a alguien. Reí nervioso.

- Eeh, yo... – Pero el timbre sonó de la nada, callándonos a todos, únicamente con el sonido del reproductor de música andando. ¡Oh, sí! Salvado por el timbre. - ¡Yo voy! – me ofrecí con entusiasmo mientras me levantaba de un salto del sofá. Caminé al pequeño pasillo y abrí la puerta, pero lo que vi detrás de ella me tomó por sorpresa.

Mickey estaba allí. Se veía de la peor forma, con el cabello más desordenado que nunca. Tenía líneas curvas demasiado notorias bajo sus hermosos ojos, que en ese momento se veían cansados. Y debajo, en su pómulo izquierdo, tenía un pequeño moretón rojo. Me preocupé apenas lo noté. Me sonrió con los ojos cerrados, aunque se pareció más a una mueca.

- Uhm... – dudé. No sabía qué decir. Entonces le devolví la sonrisa y me hice a un lado – Pasa.

Mickey no dudó en poner un pie dentro. Pero no avanzó. Nos mantuvimos en el pequeño pasillo por medio segundo, en silencio, hasta que el habló mirándome por encima del hombro.

- Sólo necesitaba un poco de aire fresco – y comprendí. Asentí con la cabeza, recordando las palabras de aquella noche, dos días atrás, en el patio trasero de su casa.

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