Epílogo.

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Mickey.

Mis dedos acariciaban las cuerdas de mi guitarra con facilidad, creando sonidos que volaban en el aire y se mezclaban con los aplausos de las personas que allí estaban. El olor a comida llegaba a mis fosas nasales y era imposible de ignorar. Aún con el vitoreo que resonaba en las calles, fuera de allí, el restaurante se resumía a un remolino de sonidos cordialmente tranquilos. No había gente alocándose, ni tampoco el volumen de la música era muy fuerte.

Apenas terminé de tocar un cover adaptado de Summer Paradise de Simple Plan en mi guitarra, la música de la radio volvió a sonar, retomando con algún ritmo de baile y fiesta, muy divertido. Sonreí antes de bajar del pequeño escenario en el que me había situado, esquivando con tímidos "con permiso" a las personas que comenzaban a bailar por el lugar.

Sin embargo, no era un baile descontrolado. Eran mezclas de risas y no habían amontonamientos de personas. Aquellos que iban al ritmo de la música saltaban y me recordaban a los bailes folclóricos de Escocia. De vez en cuando daban una fuerte palmada y gritaban un "¡Ajá!" en conjunto.

No eran muchos en el café aquella noche. La mayoría era gente conocida, familiares o amigos de la familia. Personas que había visto muchas otras veces antes en mi vida. Era una noche familiar, y se sentía extremadamente bien. Aunque en algún momento, hacía meses, había pensado que tendría que dejar todo esto atrás, por suerte, no había sido así. Sin embargo, había terminado por dejar otra cosa atrás.

Sacudí mi cabeza, y volví con una sonrisa hacia la mesada de la recepción, donde una joven de no más de tres años mayor que yo, con el cabello rubio y los ojos claros como los míos, servía café en una taza del otro lado del mostrador.

- ¡Aquí está! El chico yankee, el joven prodigio de la música - dijo cuando me acerqué, notándome enseguida. Rodé mis ojos ante su comentario y me senté en uno de los taburetes de la barra.

- No sé de qué hablas, siempre seré de Sidney - le respondí, antes de mirar a mi alrededor para confirmarlo. Sí. Siempre sería de allí. Entre todas aquellas personas a mi alrededor, que bailaban y reían felizmente. Habían niños jugueteando por ahí, gente de mayor edad, incluso algunos ancianos. Era una alegre fiesta, entre las personas que conocíamos. Sabía que yo pertenecía allí. Entre las personas que conocía y amaba... aunque el puzzle no estuviera completo.

Suspiré, pero sonriendo por lo que sí tenía y sin pensar en lo que me faltaba.

- Dime - llamó la rubia, así que volteé para verla. Estaba apoyando sus antebrazos sobre la superficie de madera de la barra, al igual que yo. - ¿Cómo la estás pasando, primo? - inquirió con honesto interés. Le sonreí.

- Muy bien. Es bueno saber que empezaremos el año nuevo todos juntos - le respondí. Aún no podía creer que el año estaba en su cúspide final. Muchas cosas habían pasado junto a él, me había dado y arrebatado muchas cosas. Personas.

Lisa sonrió antes de tomar un vaso de vidrio de las estanterías a su espalda. Había estado allí durante bastante tiempo, sirviéndole a todos los invitados. Habíamos decidido festejar la nochevieja en el café del que mi tía es dueña, e invitamos a sólo las personas cercanas. Habían llegado junto a sus hijos, sus hermanos, sus familias. Era una celebración tranquila, familiar, pero divertida.

- Me sorprende que hasta el viejo Irwin vino - dijo entonces, señalando con la cabeza hacia un punto a mi espalda. Volteé ligeramente para ver hacia allí, encontrándome con el anciano que no se había movido de su silla desde que llegó. Las fiestas no eran exactamente lo suyo; sin embargo, había asistido a esta. Reí, comprendiendo su sorpresa - Mickey, ¿quieres algo para tomar? - preguntó.

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