Capítulo 8: Homosexual.

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08/09 – Lunes

Un dolor atacó mi nuca y se propagó por la parte trasera de mi cabeza. Mis ojos se entreabrieron al momento en el que mi cuerpo iba despertándose. Me separé rápidamente de la pared donde estaba apoyada mi espalda y me sostuve con mis manos. Me había quedado dormido, qué extraño.

Miré a mi alrededor, la sala del ático. Con sus rincones oscuros y su tenue luz apenas definiendo los contornos de las cosas. Estaba rodeado de cajas y al levantarme, mi antiguo diario gris cayó de mi regazo. Decidí ignorarlo aquella vez.

Miré a mi reloj de muñeca. Eran las dos de la madrugada, había dormido desde la tarde, lo que me incomodó repentinamente. Me pregunté cómo habría terminado la venta de garaje después de todo.

Bajé del ático, cuidando mis pasos. Intenté no hacer ruido, ya que supuse todos estarían dormidos. Fui escaleras abajo, directamente a la cocina. Tomé un vaso y saqué de la heladera el bidón de leche. Mientras me servía, no pude evitar pensar en Michael, mi rubio vecino. La forma en la que había bebido del mismo vaso donde yo había bebido leche. Aquella noche que compartimos miradas y comentarios divertidos. Aquella noche en la que su perfil se grabó en mi memoria. Y su risa, y su sonrisa. Y sus adorables hoyuelos.

Tomé la leche con una sonrisa curvando levemente mi boca. Sí. Sentía atracción por aquel ojiazul. Me habían cautivado sus hermosos ojos y su tierna timidez. Porque soy homosexual. Y por suerte, aquel chico había hecho que recordara lo que aquello era para mí, al hacer que mi corazón latiese un poco más rápido de lo normal.

Suspiré mientras me disponía a tomar de mi vaso. Eso me recordaba a mis momentos en la niñez, cuando si no podía dormir me escabullía a la cocina a tomar leche. Lo seguía haciendo incluso a los veinte años, porque ¡pff! No conozco la palabra "madurar", no sé lo que significa.

- Por fin apareciste – dijo una voz ronca a mi espalda. Me giré para ver que efectivamente, se trataba de Fletcher. Ella parecía tener unas leves ojeras bajo sus ojos. – Vi que te quedaste dormido en el ático. Yo hace dos noches que no logro pegar un ojo – dijo cansada mientras tomaba directamente del bidón de leche, lo cual me pareció poco higiénico y me provocó algunos nervios ansiosos, pero logré dejarlo pasar. Estaba un poco acostumbrado a aquellos actos poco higiénicos por parte de mi hermana.

- Dormí tanto que creo que me morí – Fletcher sonrió divertida contra el pico del botellón. – hasta que me di cuenta que necesitaba leche para revivir – dije alzando mi vaso como si se tratara de un brindis. Fletch alejó el bidón de sus labios e imitó mi acción con él.

- Amén por eso, hermano – una pausa silenciosa tomó lugar aquel momento, mientras los dos tomábamos un largo trago de leche, con los mismo movimientos, como si fuéramos espejos, al mismo tiempo.

Ambos separamos los envases de nuestras bocas y suspiramos al unísono. Luego volvimos a dar un largo trago como espejos – inconscientemente iguales, claro –. La leche de mi vaso se agotó y dejé aquel sobre la encimera.

- ¿Por qué suspiras? – preguntó ella, al tiempo en el que enroscaba la tapa en el botellón y lo guardaba en la heladera.

- Porque estoy emocionado e increíblemente feliz de volver a mis tiempos de orgullo gay pero a la vez increíblemente decepcionado por haberlo dejado en algún momento – hablé apresuradamente, casi sin espacios. Fletcher me miró con una sonrisa de boca cerrada, que era más una mueca. - ¿Tú por qué suspiras?

Fletch se tomó un tiempo antes de responderme.

- Pues, tengo una duda existencial que no ha dejado de molestarme estos últimos días – explicó. Me acomodé para mirarla directamente de frente, aunque ella miraba al suelo.

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