Capítulo 35: Blancura.

48 6 4
                                    

No pasó mucho tiempo para que me encontrara a mi mismo saltando dentro de la camioneta de mi abuelo Billy. No era exactamente un buen conductor, pero en el momento eso era lo último que me importaba. Mi corazón latía muy rápido dentro de mi pecho, mi cabeza doliendo en cuanto las punzadas en mis sienes acentuaban su dolor. Pensando en miles y miles de cosas, razones y diferentes situaciones, sin poder evitar terminar pensando en la peor de las probabilidades.

Estaba consciente de que sería difícil manejar bajo la torrencial lluvia de aquella noche, pero rogaba que no hubieran muchos vehículos en la carretera rumbo al hospital zonal. Me apresuré para poner la llave en su lugar con manos temblorosas debido a los nervios y a la pura ansiedad que la noticia me había provocado. Cuando oí que la puerta del acompañante, a mi lado, finalmente cerró, moví la llave y el motor rugió.

- ¿Qué fue lo que pasó? – preguntó Fletcher, alarmada ante mi repentino comportamiento. Luego de haber recibido la llamada por parte de Marie, anuncié saltando fuera del sofá que un amigo estaba en problemas. Fletcher rápidamente se ofreció a acompañarme cuando supo que se trataba de Mickey.

Al aclarar a mis familiares, que habían llevado su atención a mí desde que había exclamado con terror después de horas y horas de un profundo silencio, que era una emergencia, mi abuelo me había pasado las llaves de su camioneta. Rugía y estaba desgastada, típica de un hombre de campo. Pero lo que me importaba era llegar al hospital rápidamente.

A pesar de que no sabía nada de lo que había pasado, ni sabía qué tan grave era, los sollozos y la voz ahogada de la mujer en la llamada habían sido suficiente para asustarme por completo y provocar que los nervios y la ansiedad tomaran el control en mi sistema.

- No lo sé – murmuré entredientes, mientras ponía en marcha la camioneta.

Tranquilizarme no era exactamente una opción, pero sabía que debía calmarme un poco y ralentizar mi descontrolado andar en el automóvil, más si sabía que Fletcher estaba siendo víctima de aquella velocidad desenfrenante. Como buen hermano protector, me calmé por ella. No obstante, mi mente y mi cuerpo completo sólo querían llegar cuanto antes al lado de Mickey. Necesitaba verlo, saber que todo estaba bien.

O, por lo menos, rogaba porque así fuera.

No podía creer cómo las cosas habían empeorado tanto en sólo dos días. Habíamos disfrutado de una grata siesta juntos, y habíamos compartido una buena cena de calidad ambos en mi cuarto. Y a pesar de lo que me había contado y mostrado sobre sus nuevos cortes, estábamos en buenos términos. Y estaba seguro de que podría ayudarlo.

Pero ahora las cosas no estaban como antes. Podía soportar saber que Mickey quizás estaría enojado o molesto conmigo, pero no podía soportar saber que estaba en mal estado, en una cama de hospital. Quizás las cosas no serían así si hubiera estado con él para cuidarlo de lo que sea que lo había dirigido directamente al hospital.

¡Pero no tenía tiempo para arrepentirme! No había tiempo para comenzar a culparme por lo que estaba sucediendo. Sólo había tiempo para apurar la camioneta y llegar cuanto antes a las puertas del lugar.

Luego de quince minutos de derrapar sobre esquinas e intersecciones, frené sin cautela frente al enorme edificio gris claro que se extendía a mi izquierda. Por suerte, las calles estaban desoladas debido a lo tardío de la hora. No habíamos chocado contra nada más que las gruesas gotas de lluvia que caían del cielo.

Rápidamente abrí la puerta del conductor y con velocidad salté fuera de la camioneta roja. Fletcher me imitó.

Prontamente la lluvia comenzó a mojar mi cabello, y sabía que un poco de frizz comenzaba a formarse sobre las onduladas hebras. Las gotas también llegaban a mi camiseta de botones azul, provocando que por sectores se mojara la tela y se pegara a mi piel.

SEPTIEMBRE📌 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora