Capítulo 15: Vendaje.

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14/09 – Domingo.

Me sentía terrible. Tenía una opresión en mi abdomen, sobre mi estómago. Mickey aún no salía del cuarto de baño. La fiesta en la sala se había calmado, ya que Fletcher finalmente cayó al punto de cero consciencia alcohólica, y Kiara y Noah fueron a su habitación. A juzgar por la calmada discusión que se oyó minutos atrás sobre quién iba adelante y quién iba atrás, supongo que a jugar al Mario Bros.

Fui a la sala a apagar el reproductor de música. Aunque sabía la razón por la que Mickey se encerró en el baño – la incomodidad –, me seguía extrañando el hecho de que aún no salía, y si seguía allí dentro, creería que ya se había instalado ahí.

Me di la vuelta contrariamente al reproductor, y mis ojos cayeron directo sobre un vaso rojo que aún yacía en el suelo de la sala. Me acerqué y tomé el plástico entre mis manos. Era la leche que le había servido a Mickey. Entonces miré hacia la puerta marrón del cuarto de baño. No estaba cerrada con llave, nunca poníamos llave en ese baño, lo que había provocado algunos inconvenientes anteriormente. Como situaciones incómodas, yo bañándome cuando de pronto Noah entraba sin tocar y gritábamos hasta que eventualmente salía y me dejaba en paz, aunque él asustado y sorprendido. Mientras que a mí, en parte me daba igual; como ya dije no soy una persona que suele avergonzarse de que le vean desnudo. Llegó el momento en el que mi compañero de piso se acostumbró a verme en tal estado.

Porque sí, seamos sinceros: no es verdadera amistad si tu amigo no ha visto cuánto te mide el miembro.

Me acerqué a la puerta. Para ese momento me había puesto una remera de nuevo, sin mangas con el logo del Target cerca de casa. Por supuesto que no me molesta no llevar cosas de marca. Seamos realistas, las remeras de Target son las únicas que se pueden costear. Respiré profundamente antes de llevar mi mano libre a la madera, y golpetear con mis nudillos suavemente. No sabía con exactitud qué haría o le diría, únicamente sabía que quería arreglar las cosas. Quería que se volviera a sentir cómodo, y en confianza junto a mí. Hubo silencio del otro lado de la puerta, hasta que, finalmente, oí su voz.

- ¿Sí? – preguntó. Su voz algo gangosa. Suspiré profundo y pasé saliva.

- Mickey, ¿puedo pasar? – inquirí, con nervios revoloteando dentro de mi pecho y enfriando mis manos. Diablos, aunque estaba consciente de lo que haría y toda la extraña situación, no comprendía el porqué de mis nervios. El porqué de aquella desesperación por no perderlo.

Quizás era por el hecho de que, como siempre había creído desde que conocí al rubio, él era diferente y me encantaba eso. No quería dejarlo ir, no cuando comprendía que él no estaba bien y tenía problemas. No cuando llamaba constantemente mi atención, no cuando comenzaba a gustarme.

De nuevo, había silencio del otro lado, y siguió así. Empecé a perder las esperanzas. Quizás Mickey se encerraría a él mismo por siempre en el cuarto de baño de mi casa hasta que eventualmente pateara la puerta abajo. Pero, justo cuando pensaba en darme media vuelta y dejarlo en paz, a su disposición el tiempo en el que saldría de allí, el picaporte giró y una rendija entrevió al sujeto del otro lado. Su cabello hecho un desastre, peor que siempre, como si hubiese pasado nerviosamente sus manos por allí repetidas veces. Las mangas de su polera estaban arremangadas por encima de sus codos, dejando ver los vendajes debajo, los cuales ya alguna vez había visto pero ignorado, y al verlos esa vez, tenían un significado distinto.

Se hizo a un lado y pasé, como si hubiera sido invitado a su casa o su habitación, o su burbuja personal, cuando en realidad se trataba de mi baño. No vi nada fuera de lo común dentro de éste, pero sí podía sentir que el ambiente era diferente. La tensión en el aire era palpable. Me di media vuelta para enfrentarlo, cuando terminaba de cerrar nuevamente la puerta. Supuse que ahí, podríamos hablar, y tener más privacidad para arreglar las cosas y devolverle su comodidad y confianza.

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