Capítulo 25: Rueda.

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- ¿Nadie se olvida de nada, no? – preguntó por quincuagésima vez Noah. Los demás allí estallamos en un "no" colectivo, cansados ya de la misma pregunta que repetía hace tiempo.

Hundí mis manos en el agua de la orilla. Era fría, pero se sentía tan liviana y relajante. No quería irme aún. Siempre me había encantado la naturaleza. Sabía que, si fuese por mí, viviría en aquel campamento, sin tecnología, señal o conexión a Internet.

Algo dentro del agua llamó mi atención. Se veía como una linda caracola de color crema y alguna líneas azules. Acerqué mis manos y lo tomé, sorprendiéndome al ver una fina correa atravesando un extremo, mientras se unía en un lindo collar. Era muy bonito, algo que no dudaría en llevar a todos lados. Sentí pena por quien sea que lo hubiera perdido.

Lo llevé al bolsillo de mi pantalón de chándal y lo guardé allí. Necesitaría algo de aquel lago, para llevar junto a mí por el resto del año. Aunque, quizás, se lo daría a alguien más importante... Tal vez.

Sonreí mientras le echaba un vistazo por última vez al lugar, el lago completo y los árboles que lo rodeaban desde el otro lado. Era completamente hermoso. Me levanté sólo para arremangar mis pantalones, para dejar a la vista mis pantorrillas. Era una costumbre para mí usar así mis pantalones, era cómodo y más refrescante que usarlos como alguien normal lo haría.

Caminé de vuelta a la van, con una mano dentro del bolsillo, sosteniendo la bonita caracola. Todas mis cosas ya habían sido guardadas en el maletero, al igual que todo lo demás. Por suerte, esa vez no fue mi trabajo cerrar la puerta de la cajuela, sino el de Noah.

Subí a la van y me situé en el asiento trasero. No pasó mucho tiempo para que los demás se ubicaran en sus lugares. Pronto, todas las puertas de la van estaban cerradas y estábamos todos dentro. Podía ver con el rabillo del ojo a Mickey a mi derecha. No habíamos hablado desde que se separó luego de la llegada de Chloe. Me sorprendía, y me intrigaba. Sólo esperaba que nada malo estuviera sucediendo.

Noah arrancó el automóvil y pronto estuvimos sobre la carretera de nuevo. Podía ver en mis brazos que esos dos días a la orilla del lago en un campamento fueron suficiente para tostarme y broncearme cual pan. Nadie en la van decía nada, y creo que todos nos encontrábamos cansados como para querer hacerlo. No culpaba a Mickey por no querer hablarme, a causa de ello.

Aunque sabía que probablemente él también estaba cansado, se sentía ligeramente como si estuviera evitándome. Y no entendía el por qué. Se sentía mal, realmente mal. Sacudí mi cabeza cuando noté que mis ojos habían parado en su perfil. Intenté concentrarme en la ventanilla a mi izquierda.

Nuevamente ambos nos habíamos sentado en la tercera y última fila de la van. Noah conducía, con ahora Fletcher a su lado y Kiara estaba en el medio de la segunda fila de asientos. A pesar de que me gustaba estar al final, mi ventanilla era fija, y el único aire que llegaba a mí era el de la ventana de adelante, donde estaba Chloe y se había negado a abrir su ventanilla demasiado.

Suspiré, viendo la flora que rodeaba la carretera. Habían arbustos bajos con sus hojas volviéndose rojas, algo típico del comienzo de otoño. Era una de mis estaciones favoritas, aunque si alguien me preguntaba, todas lo eran. A excepción de invierno. Agh, ¿a quién le gusta el invierno? Hace frío, cae mierda blanca del cielo y te pasas la mayoría del tiempo encerrado en tu hogar porque las calles son intransitables. Apenas pisas un pie en el exterior, tu nariz se enfría y se te congelan las bolas.

No pude evitar la sonrisa se surgió en mi rostro ante ese pensamiento. Y, al intentar retener una risilla que trepaba por mi garganta, sacudí mi cabeza hacia un costado y mis ojos volvieron a caer sobre la persona que intentaba evitar. Lo diferente aquella vez fue que, él estaba viéndome.

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