Capítulo 36: Dolor.

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29/09 - Lunes.

Giré la llave cuando las ruedas de la camioneta dejaron de rodar y frenaron sobre el asfalto mojado. No sabía qué estaba haciendo, pero mi cuerpo se sentía extrañamente calmado. Aunque, una sensación de estupor entumeciendo mis emociones. Respiré profundo antes de abrir la puerta del conductor.

Fletcher no me había acompañado esta vez, alegando que era mejor que acompañara a Marie. La pobre señora se veía desamparada, como si fuera a quebrarse en cualquier momento. Tal vez así lo hiciera.

Salté fuera sin esperar mucho, dejando que mis converses golpearan y salpicaran contra una fina capa de agua que había sobre el pavimento. Cerré la puerta de la camioneta, alarmándome por el silencio que allí había. Ya eran altas horas en la madrugada. Las personas dormían dentro de sus casas a mi alrededor. Inclusive, la propiedad de los Borjack se veía oscura y silenciosa. Como si allí no habitara ni un alma.

Incluso la lluvia había cesado, finalmente. Ya no me rodeaba el sonido del agua chapoteando en el suelo. No habían grillos nocturnos, y apenas una leve brisa que me recordaba fríamente que sólo estaba usando una simple y delgada camisa. Sin embargo, a pesar de eso, mi mente no se concentraba en algo más que las anteriores palabras que Marie me había dicho.

Y, de todas formas, no estaba completamente concentrado en eso. Mi mente estaba muerta, y sólo divagaba vagamente sobre las imágenes que se proyectaban frente a mis ojos, y los recuerdos que tenía en cada lugar frente a mí. Como, en aquella escalera del Porsche, aquel dulce "beso de las buenas noches" que provocaba un nudo en mi estómago con sólo pensarlo. O cuando había corrido hasta la entrada persiguiendo un peculiar gato travieso. O, más reciente, cuando aparecí en busca de Mickey, preparando un discurso de disculpa.

Aunque, ahora que lo pensaba, en esas tres situaciones algo se había metido en el medio. O, mejor dicho, alguien. Alguien con sonrisa amable y simpática, alguien que en este momento me causaba una intriga entera y completa. Él y su verdadera relación con su familia. Lo que yo había visto de él y lo que alguien más había dicho sobre él.

Hice mi camino hacia la puerta de entrada, entrando la llave en el cerrojo. No tenía el tiempo o el interés para ponerme a pensar en la confianza que aquella mujer me tenía para dejarme la llave de su propia casa.

La puerta se abrió, dejando ver del otro lado una sala de entrada vacía y oscura. Me sentía como si estuviera irrumpiendo en propiedad privada y debía caminar lentamente y sin hacer ni el menor sonido posible. Apenas sí podía distinguir la alfombra, la pared y dónde comenzaba la escalera, gracias a la tenue luz que entraba por la puerta abierta, de lo faroles en la calle y en las veredas.

Tenía la vista hacia la que recordaba como el living a mi izquierda, muy oscuro. Podía apenas distinguir algunos muebles, cubiertos en negro por la falta de luz. Aún así, se entreveían algunos tenues rayos de luz por las ventanas que allí estaban.

Crucé el umbral, llevando la mano que no estaba sobre la puerta, hacia donde recordaba que había visto el interruptor de la luz. Por sentido común, debería estar cerca de la puerta de entrada. No tardé en toparme con el interruptor en la pared a mi derecha.

La habitación se iluminó y me giré apenas para cerrar la puerta a mi espalda. Tomé la llave y la guardé en mi bolsillo, sin esperar mucho más y sin pensar en cerrarla tras de mí con el seguro. Miré hacia las escaleras, antes de comenzar a subirlas con lentitud.

No es como si pudiera forzar a mi piernas a ir demasiado rápido, pues estaba cansado. Mis músculos dolían leve, aunque no sabía si se trataba del agotamiento o por haber pasado tanto tiempo dentro de la tensión, hacía un tanto de tiempo. Además, mi mente no estaba exactamente emocionada de tomar aquel dichoso diario en la habitación de Michael. Quién sabía si podría arrepentirme de lo que leería allí.

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