Capítulo 12: Astronauta.

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13/09 – Sábado

El olor a alcohol invadía la casa. La música no estaba muy alta, pero sí lo suficiente como para activar mi modo fiesta. Aunque, claro, no tanto como Fletcher, que hacía fondo con la botella de Vodka como si no tuviera papilas gustativas. Si se preguntan, por supuesto que intenté detenerla como buen hermano mayor y protector pero, Fletcher es una persona testaruda normalmente. ¿Y con alcohol? El doble de testaruda.

¿En cuánto a mí? Bueno, mi lugar era junto a la mesa y la comida. El amor de mi vida. En eso me ahogaba, junto con un vaso rojo de cerveza al que daba tragos ocasionalmente, para que no se me atorara la comida en la garganta. Noah no había invitado a muchas personas, sólo amigos cercanos. Más que una fiesta, era una reunión con alcohol. Aquel día por la mañana le habíamos dado sus felicitaciones por sus ya veintitrés años, y por la tarde, algunos de sus familiares se habían pasado por casa. Eran personas amigables, a excepción de su tía, claro, que de forma obsesiva le preguntaba constantemente por la novia... Me sentí afortunado de no tener tías que me molestasen con ello.

Metí a mi boca todo lo que quedaba de mi porción de pizza, y tomé del vaso rojo para no atragantarme, los sabores mezclándose.

- ¡Carter! – alguien llamó mi atención. Me giré hacia mi izquierda donde vi a Noah dirigiéndose hacia mí, con una chica muy bonita a su lado. – Carter, ella es Kiara, mi novia – la presentó cuando llegaron a mi lado. Su piel era oscura y sus labios gruesos, algo alta y esbelta. Kiara me sonrió, dejando a la vista sus blancos y perfectos dientes. Claro, eso era algo que envidiaba de su raza, sus perfectas dentaduras. En mi opinión, con sólo mirar a Morgan Freeman quien nunca envejece o escuchar el canto de Mercedes Jones en Glee, es obvio que son una raza superior.

Kiara se acercó para saludarme con un beso en la mejilla.

- Un gusto – le dije con una sonrisa.

- El gusto es mío.

- Kiara está estudiando psicología, ¿no es eso genial? – dijo Noah. Él había visto los tantos libros que había llevado desde la casa de mi padre, los antiguos libros de psicología de mamá. No había hecho nada con ellos aún, aunque aquella materia me daba curiosidad y me parecía muy interesante. Quizás leería aquellos libros en algún momento.

- ¿Dónde estudias? – pregunté para participar de la conversación.

- En San Francisco. No soy de aquí, como puedes ver – explicó. Fruncí el ceño.

- ¿Y cómo se conocieron? – quizás a partir de allí las preguntas las haría yo. Noah arrugó la nariz mientras sonreía, lo que solía hacer muy pocas veces, cuando algo de verdad le divertía recordar.

- En un café en Seattle, hace cinco años – comentó él.

Los miré confundido.

- ¿Y cómo mantienen una relación a distancia? Es decir, San Francisco ni siquiera está en Oregon...

Kiara sonrió abiertamente.

- No es tan difícil como suena. Cuando conoces a alguien que te motive a ser fiel y confiar, es muy sencillo – dijo la morocha y una sonrisa enorme se formó en el rostro de Noah. Me agradaba ver a Noah tan feliz, se le notaba contento con su novia, a pesar de los contras en su relación. Yo no podría salir con alguien que estuviera tan lejos de mí... ¿Y la necesidad de besarle? Tocar su mano, caminar juntos, ¿y cuando quieras amontonarte como sardinas enlatadas junto con él?

Por suerte, no tenía que preocuparme por ello. Pues nadie se iría lejos, nadie que tuviera mi atención...

Mickey pasó de pronto por mi cabeza, y sentí un pinchazo en el estómago. Los últimos días nos habíamos encontrado luego de su horario escolar y en mi trabajo, para luego volver a casa caminando juntos. Recordaba perfectamente los gestos de Mickey, casi como tics, como cuando lame su labio inferior de arriba abajo mientras sonríe tímidamente.

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