Capítulo 1: Mes.

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01/09 – Lunes

Vaya forma de empezar Septiembre.

Me desperté viendo el techo de mi habitación. Mi cabeza palpitaba, temía que cualquier movimiento dejara al descubierto mi mareo desequilibrante y cayera de nuevo contra la almohada.

Odiaba la resaca. Era algo que no toleraba, aunque claro, beber sí se trataba de algo que disfrutaba. Era muy irresponsable de mi parte hacer algo como tal, sin embargo no me culpaba pues sabía que había sido persuadido por mis amigos y compañeros de borrachera.

Vaya forma de empezar Septiembre.

Levanté mi torso para quedar sentado en mi cama. Me mareé y las ganas de volver a echarme sobre el suave edredón me invadieron, pero debía empezar mi día. De todas formas, podría estar peor. Siempre me mantenía positivo ante todo.

Lentamente me paré de mi cama y algo giró en torno a mí. Mi habitación: un desastre de botellas vacías, olía a Vodka y temí que algo de aquello hubiese caído sobre la alfombra. Caminé hasta la ventana para apartar las cortinas y dejar que entre algo de luz natural.

Salí de mi cuarto con la cabeza doliéndome demasiado. Fui a la cocina, sabía que allí encontraría alguna pastilla que me ayudase. Al llegar, una chica de cabello castaño muy enredado estaba desparramada sobre la encimera de la cocina. Tenía los pies en el fregadero y su boca babeaba. ¡Estaba destruida! No lo pude evitar y carcajeé bastante alto. Enseguida me llevé una mano a la cabeza.

- ¡Yo no violé a nadie! – Gritó Fletcher cuando se despertó, haciendo un baile extraño como una serpiente al sentir su cuerpo despertándose también, y sólo logró caer al suelo bruscamente. ¿Ayudarla? Pfff, yo sólo seguí carcajeándome.

Sí, Fletcher era nombre de hombre. De todas formas no puedo referirme a ella como Miss Femenina. Era muy descuidada y tenía la manía de eructar a cada rato. Por eso a veces la llamábamos Barney, por amor a Los Simpsons.

Me tapé la boca con una mano. Si seguía riéndome escupiría un pulmón.

Fletcher me apuntó con su mirada de dagas y sólo me encogí de hombros, todavía divertido por la situación. Aunque al mirar la encimera la sonrisa se me borró. Estaba todo sucio.

- Sabes quién tendrá que limpiar todo eso después, ¿no? – le dije a Fletcher, bastante molesto.

- Tranquilo Mud, es sólo un poco de polvo – respondió ella al tiempo en el que se levantaba del suelo y sacudía su ropa.

Mud era el apodo que Fletcher tenía para mí. Nos conocíamos desde hacía añares, casi desde que éramos pececitos en los testículos de nuestros padres. Bueno, claramente, eso es lo que pasaba entre hermanos. Ella era dos años menor que yo y aún vivía con nuestros padres, porque sólo hacía pocos meses que había cumplido dieciocho. En la niñez, compartíamos todo. Jugábamos juntos, todas las tardes. En verano, luego de cumplir los diez, solíamos ir a una laguna rodeada de árboles cerca de casa, donde nadábamos. Un día, hicimos una guerra de lodo con lo que había bajo aquella pequeña capa de agua, y sin querer tragué bastante de eso cuando Fletcher lanzó hacia mi boca. Desde entonces, así es como me llama.

Bufé al dirigirle una última mirada a la encimera. No me gustaba que algo se viera sucio. Solía ser bastante ordenado y limpio. Tampoco me gustaba limpiar, pero a falta de alguien que lo hiciera, entonces se había convertido en un trabajo mío.

Fletcher abrió un cajón y sacó una tableta de pastillas. Me tendió una a mí y tomó una para ella. La tragó sin ningún vaso de agua ni nada, lo que consideré un superpoder.

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