Capítulo 20: Kilómetros.

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20/09 – Sábado.

El maletero de la van de Noah estaba repleto. Era la cuarta vez que intentaba cerrarlo, pero algo siempre sobresalía. Comenzaba a desesperarme al nivel de que las ganas de vaciarlo completamente me invadían. Las bolsas y algunas cajas no podían apilarse, ya que de aquella forma bloquearía la visión desde el espejo retrovisor dentro del coche. No entendía cuál era la necesidad de llevar tantas cosas. Eran sólo un par de días ¡por Dios Santo!

Claro que nosotros no éramos los únicos que íbamos al viaje de campamento. Era una actividad que, según me contaba Noah, hacían todos los años. Yo ya había sido parte de una, junto a él, Fletcher, su hermano menor y unos amigos suyos. El lugar en el que acampábamos era hermoso, tenía un lago cerca al que fuimos a nadar y un bosque de pinos azules por el que hicimos una larga caminata nocturna. Además de que en el claro donde poníamos las tiendas, había una fogata que prendíamos a la noche para asar malvaviscos y compartir unas cervezas.

Sí, era genial.

Pero el viaje de unas endemoniadas cinco horas, no lo era tanto. Si es que llegaba a ser parte del viaje sin antes perder la cabeza por el espacio insuficiente y la ropa en demasía que alguien había empacado.

- ¡Fletcher! – le llamé, la molestia notándose en mi voz. Mi hermana justo salía por la puerta principal con un cigarrillo aún sin prender en su boca y una mano. Se detuvo justo allí y me miró con ojos grandes. - ¿Para qué necesitas llevar tanta ropa? ¡Son dos días! – exclamé perplejo. Tenía una mano sosteniendo la puerta de la cajuela.

Fletcher rodó los ojos y sacó el cigarrillo de su boca.

- Los únicos dos días en los que por fin puedo hacer provecho de todo mi guardarropa de verano, ya que no vamos a nadar en ningún otro momento del año – respondió obvia, meneando la cabeza de lado a lado sobre su cuello como si estuviera dejando en claro que estaba tratándome de idiota. – Son cuarenta horas, y pienso usar toda esa ropa – declaró finalmente antes de volver a su cigarrillo y alejarse mientras lo prendía.

Bufé.

Vi una cabellera color chicle justo pasando por allí. Iba en dirección hacia la puerta de entrada.

- ¡Brune! – le llamé y ella se dio vuelta. Tenía una beanie sobre la cabeza que decía "Slut" al frente y en grandes letras. Sí, me habían suplicado para que llevara a mis dos hermanas al viaje. Después de todo, aquella vez Noah se negaba a invitar a sus amigos. Aquella vez, sólo seríamos Noah, Fletch, Brune, Kiara y yo...

Y Mickey, claro.

Un subidón de emoción recorrió mi cuerpo hasta mi pecho. Quería sonreír, pero el gesto no llegó a mis labios, ya que quería mantenerme serio. Aun así, no podía negar que estaba tremendamente feliz. Tener a Mickey en el viaje lo haría todo mucho más interesante. No podía esperar para verlo sacándose la remera para saltar al agua. Me preguntaba si tendría un abdomen plano o si tendría algún lunar en su torso. Aunque, por alguna razón, sentía que me gustaría fuera como fuera. Tampoco podía esperar para dormir en la misma tienda junto a él. Tendría que resistirme a violarlo.

Aunque tenerlo sólo allí para mí durante dos días quizás diera buenos resultados, y al final de éste viaje estaría de acuerdo con la violación. De hecho, intentaría todo para que por fin se fijase en mí. Sabía que lo lograría. Lo tenía por seguro. Después de todo, la orientación sexual no es más que una mentira para que la sociedad se divida en dos. Esas son sólo preferencias, y el amor no tiene en cuenta aquello. Aunque bueno, al fin y al cabo no creía que podría llegar a provocarle a Mickey más que una ligera atracción hacia mí. Amor era ya una palabra demasiado fuerte. Que quizás, sólo quizás, con el tiempo, podría obtenerlo.

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