4. Alejandrinos y Carneros

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Lorena iba en el camión rumbo a la escuela. Miró con atención su reflejo en uno de los cristales. Apenas tres días atrás se sentía como una chica casi normal en un mundo normal. De repente todo había cambiado. En ese momento sabía que la magia existía y estaba a punto de ser instruida por un maestro en la materia. Por si fuera poco, aquello no era todo, sino que además lo haría en compañía de uno de sus amigos, el cual no poseía ninguna clase de don y por lo que Marco había comentado el día anterior se encontraba en peligro.

La joven pensó en Gabriel con intensidad. Era cierto que nunca había considerado a su amigo como un chico ordinario, pero ciertamente no se lo imaginaba lanzando conjuros, maldiciones, encantamientos... Gabriel era la clase de persona que creía en las cosas sobrenaturales pero que era incapaz de verlas. Él mismo le había confesado que en su vida jamás le había pasado nada sobrenatural.

Lorena comenzó a sentirse mal consigo misma. Ella había sido la primera cosa sobrenatural que se había cruzado en la vida de Gabriel. Si no hubiera sido por ella el chico no se encontraría en peligro. Si no fuese por ella su amigo no tendría razón para aprender magia. Tal vez no debería haber abierto la boca para contarle su secreto al muchacho y de esa manera él podría quedarse en casa como Vanya, José Luis y Adriana.

Aquellos pensamientos la ponían mal, por lo que la muchacha intentó serenarse. No tenía caso preocuparse en aquel momento. Estaba convencida de que todo sucedía por una razón. Además, ni siquiera estaba segura del peligro en el que se encontraba Gabriel. Podía ser cualquier cosa. Si el peligro era realmente fuerte, siempre podría borrar los recuerdos de la mente de Gabriel ella misma. Intentaría tener cuidado, pero haría todo lo posible por defender a su amigo.

Lorena bajó del camión mientras respiraba profundamente. Ahora todo el mundo le parecía extraño y se preguntó si alguna de las personas con las que se cruzaba por el camino era capaz de usar su aura para hacer magia o si tal vez alguno de ellos tendría un don como el suyo. La chica recordó un brujo (al menos aquella era la denominación que se daba el hombre) con el que la habían llevado cuando acababa de dejar la infancia y de pronto sintió con fuerza lo que aquel señor le había dicho mientras estaba en trance: "A los quince años comenzará todo".

Había pasado su cumpleaños número quince y, aunque su don se había intensificado entonces (permitiéndole identificarlo como tal), no se le hubiera ocurrido pensar que aún había algo más que tendría que superar.

Por otro lado, recordó otra parte de la conversación con aquel señor. Algo acerca de "aquellos" que no querían que ella se quedara aquí. ¿Pero quiénes eran ellos? ¿Serían los mismos contra los que Marco quería enseñarles a defenderse?

No podía dejar pasar esa oportunidad entonces. Si Marco le iba a enseñar a defenderse de aquellos seres que por alguna razón querían llevársela para evitar que pudiera hacer el bien (aquello era lo que le había dicho el brujo que ella estaba destinada a hacer) tendría que aprender a hacerlo. Ella quería hacer el bien y se aseguraría de lograrlo.

Aunque lo cierto era que todo aquello no resolvía el asunto de Gabriel. La muchacha no creía que él estuviera destinado a realizar magia o de lo contrario él debería haber contado con un don como el suyo.

—¡Llegas tarde! —le gritó Gabriel aparentemente desesperado mientras Lorena se acercaba al lugar donde se había quedado de ver con los dos chicos.

—Lo siento —se disculpó la joven.

—No le hagas caso —le dijo Marco aparentemente cansado en tanto ella se sentaba frente a ellos—. Acaba de dar la una, así que estás a tiempo. Este loco que llegó media hora temprano y no ha parado de intentar que comience la historia sin esperarte.

Libro RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora