24. Vigilancia

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—¿Qué sucede?

Lorena se sobresaltó un poco. No había sentido llegar a Gabriel.

—Nada. Solo pensaba —contestó rápidamente la chica.

—¿En qué? —inquirió el joven.

—Nada importante —respondió ella—. ¡Cómo sea! No creo que sea buena idea regresar al salón ahora. La atmósfera romántica está a tope.

Gabriel soltó un gran suspiro con aquella declaración.

—Sí, me gustaría que no fuera así.

—Gabriel, ¿no crees que él tiene derecho a ser feliz? —preguntó Lorena.

Sin embargo, inmediatamente se mordió la lengua. Ella sabía tan bien como Marco que el muchacho no podía andar con nadie sin arriesgarse a que algo desastroso les pasara. Esa era la razón por la que había decidido no contarle a su amigo lo que había descubierto acerca de los sentimientos de Marco hacia él.

—¿Y por qué no ha sido feliz con Daniela? —inquirió Gabriel—. ¡Es mil veces más linda, simpática y agradable!

—Mira, Gabriel, dado que jamás te has llevado bien con Daniela estoy convencida de que solo piensas eso porque Marco está mostrando un vivo interés por Alatiel —le contestó Lorena—. Además, ¿tú crees que expondría a Daniela al peligro que significa estar con él? Apuesto que no falta mucho tiempo para que él mismo aleje a Alatiel.

Gabriel puso una cara muy extraña ante aquella información.

—¿A qué te refieres con el peligro que significa estar con él? —inquirió Gabriel.

—¿Acaso no lo recuerdas? —preguntó incrédula Lorena.

—¿Recordar qué? —interrogó el chico—. ¿Cuándo hemos hablado de un hipotético peligro por andar con Marco?

En aquel momento Lorena lo recordó. Cuando Marco les había confesado lo que había pronosticado Sibila sobre él Gabriel se encontraba dormido. Hubiera sido pedir mucho que se hubiera enterado del asunto.

—¡Olvídalo! —le dijo la joven—. Ya me acordé que no tienes ni idea.

—Pues hazme una idea —le pidió el chico.

—Es algo que Marco te tiene que contar por él mismo —respondió la muchacha, quien de repente se sintió abordada por una terrible sensación de deja vú. No hacía mucho que le había dicho algo parecido al mismo Marco.

—¡Oh, vamos, Lorena! —le pidió Gabriel sonriendo, evidentemente interesado en la información que hubiera respecto a Marco—. Dame aunque sea una pista.

—¿Te gustaría que le contara a Marco que eres gay y que te gusta? —inquirió directamente Lorena.

Gabriel dio un paso hacia atrás y estuvo a punto de perder el equilibrio.

—Es lo mismo —indicó Lorena tajantemente—. Son secretos que no me pertenecen.

—Okey, me lo cuentas y puedes decirle a Marco que soy gay —sugirió Gabriel después de pensarlo un momento.

—¡Ni lo pienses! —exclamó Lorena—. No se trata de intercambios. Si quieres saber qué onda deberás preguntárselo al mismo Marco. Pero debo advertirte que él también está muy interesado en lo que los demás no le decimos sobre ti, así que no sería raro que te devolviera la pregunta.

Gabriel torció la boca con aquel comentario. Lorena de alguna manera supo que una parte de Gabriel se estaba muriendo por contarle todo a Marco, con la esperanza de que él le correspondiese. Sin embargo, esa parte racional, la cual era la predominante, le decía que aquello sería sencillamente imposible. Así que el chico prefería quedarse callado. A Lorena le hubiera encantado desmentir a Gabriel, pero ¿qué se suponía que iba a hacer cuando el mismo Marco no era consciente de lo que sentía?

Libro RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora