36. ¿Dónde puede estar?

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—¡Fue una suerte que lográramos terminar este trabajo! —exclamó Adriana satisfecha.

Los seis amigos se encontraban en su salón de clases, el cual se iba vaciando lentamente. Aquel día habían entregado el trabajo final de la asignatura que tenían en aquel horario. El semestre casi tocaba a su fin y a todos les sorprendía que hubieran logrado acabar aquel trabajo y no atrasarse con los demás deberes con todo lo que había pasado últimamente. Los entrenamientos con Marco habían continuado con el apoyo de otros Alejandrinos, además del joven maestro Alejandrino, para guiarlos en esos momentos. Algunos resultaban una gran ayuda, aunque otros solo lograban que los jóvenes se confundieran. Ese último había sido el caso cuando Davinia e Ícaro, los estudiantes más recientes de Marco después de ellos, habían intentado darles consejos que se contradecían mutuamente para después acabar peleando entre ellos. Nada preocupante según los demás, ya que afirmaban que los hermanos hijos del consejero de la zona de los Balcanes solían pelear por cualquier nimiedad.

—¡Eh, no hagas tanto ruido! —pidió José Luis, quien se encontraba con la cara hundida entre sus brazos, aparentemente intentando dormir un poco.

—La verdad es que nunca pensé que lo lograríamos —dijo Gabriel en un tono más bajo—. Me parece increíble haber hecho todo el trabajo sin descuidar mi entrenamiento.

—Entonces, ¿ya te hiciste a la idea de que Gabriel luchará contra Belial? —inquirió Lorena mirando directamente a Marco.

El chico Martínez se aclaró la garganta. La muchacha supo gracias a su don la respuesta del chico sin que este tuviera la necesidad de expresarse en voz alta.

—Estaré bien, Marco —le aseguró exasperado Gabriel—. Tú mismo me has dicho que ahora soy casi tan bueno como tú.

—Exceptuando el hecho de que no tienes energía áurica que te permita protegerte de los ataques mágicos —le contestó Marco.

—Los evitaré como siempre lo he hecho —respondió el joven Costa—. Además, por si no recuerdas, es precisamente que no tenga aura lo que nos garantiza que pueda pelear en contra de Belial. Él no podrá robarme la energía áurica, por lo tanto no terminaré exhausto y desmayado como les sucede normalmente a los Alejandrinos que se le enfrentan.

—Pero, ¿no alguien ha intentado enfrentarse alguna vez a Belial con artes marciales? —inquirió Vanya de pronto—. Parece la manera más lógica de atacar a alguien que absorbe tu magia.

—Es difícil enfrentarse a Belial uno solo —contestó Marco pensativamente—. Para serles sinceros, no tengo la menor idea de si él sabe artes marciales. La táctica solo funcionará si los demás somos lo suficientemente numerosos para entretener a los Carneros que lo acompañen. De lo contrario, Belial buscará la manera de aventar a uno de sus Carneros contra Gabriel mientras él se pone a absorber nuestra energía áurica poco a poco. De hecho, de eso quería hablarte, Gabriel.

—¿A qué te refieres? —inquirió el aludido confundido.

—No quiero que te quedes si no puedes pelear solo contra Belial —le pidió el joven maestro Alejandrino seriamente—. Si tienes que enfrentarte a más Carneros quiero que des media vuelta y salgas corriendo.

Gabriel se quedó con la boca abierta tras aquella frase de su amigo. Para Lorena era difícil interpretar esa expresión y, por un momento, deseó que su don pudiera actuar sobre él para saber lo que estaba sintiendo en ese momento.

—¿Estás loco? —inquirió finalmente el chico Costa—. ¿Cómo se te ocurre pensar que los voy a dejar peleando solos contra Belial? Si es necesario que derrote a un par de Carneros antes de enfrentarme a Belial lo haré. Tú mismo sabes que si no me enfrento a Belial...

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