27. Venus

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—¡ERES UNA ESTÚPIDA!

Una fuerte bofetada cruzó el rostro de Alatiel haciéndola perder el equilibrio y caer al suelo. Aunque la mano que se la había dado tenía una textura increíblemente suave, eso no había logrado amortiguar de ninguna manera el golpe. La joven no pudo evitar que algunas lágrimas escaparan de sus ojos.

—¿Qué voy a decir ahora ante los demás? —se preguntó la hermosa mujer de cabellos dorados y vestida con túnica griega que había golpeado a Alatiel—. Les aseguré que no tendrías problemas para acabar con ese maestro Alejandrino. ¡Ahora seré el hazmerreír de todos!

—No fue mi culpa, señora Venus —se excusó Alatiel llorando—. Debe creerme.

—¡Cállate, estúpida! —exclamó con fuerza la mujer—. Si no fue tu culpa, ¿de quién?

—Los amigos de Marco llegaron y entre ellos había un chico que es inmune a mi don —respondió la muchacha—. Y luego Marco...

—¿Inmune a tu don? —inquirió incrédula Venus—. ¿Qué quieres decir con eso?

—El chico no tenía problema alguno para atacarme —le respondió Alatiel—. Dijo algo de que no tenía energía áurica y que por lo tanto los dones no le afectaban.

—Si no tenía energía áurica, ¿cómo fue que te derrotó? —interrogó furiosa Afrodita.

—¡No fue él! —repuso Alatiel con el orgullo herido—. Fue Marco. El idiota protegió al chico y no sé de qué manera me lanzó un hechizo.

—¿Te lanzó un hechizo? ¿A ti? —preguntó incrédulamente Afrodita—. ¿Mientras tenías activado tu don?

—Sí, mi señora.

Una mueca de espanto cruzó el rostro de la Neuma. Aquello era sencillamente imposible. Ningún ser humano, mucho menos un hombre, debía haber sido capaz de resistir los encantos de Alatiel. Ella misma se había asegurado de aquello cuando la tomó como aprendiz. Pero por otro lado, también sabía que su pupila no le estaba mintiendo.

—¿Cómo lo logró? —se preguntó en voz alta Venus.

—Te dije que no era un enemigo cualquiera, pero no me hiciste caso.

Tanto Alatiel como Venus voltearon la cabeza alarmadas. Belial se encontraba parado apenas a unos cuantos metros de ellas, recargado en una columna y aparentemente se encontraba muy divertido.

—¿No te han dicho que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas? —inquirió Afrodita.

—Simplemente quería enterarme de cuáles habían sido los resultados de la operación Viuda Negra —expresó Belial tranquilamente mirando sus manos—. Creo que al Consejo no le van a gustar nada los resultados.

—¡Tú no les dirás nada! —exclamó enfadada Afrodita mientras una luz de color rosa pálido se extendía a su alrededor.

—Yo nunca dije que les fuera a decir algo —respondió Belial extendiendo su mano hacia Venus—. Eso tienes que hacerlo tú.

—¡Deja de hacer eso! —exclamó molesta Afrodita volviendo a hacer su aura invisible.

—Lo siento, pero no pude evitarlo —se disculpó Belial—. Tienes un aura exquisita, Afrodita.

—Pues te agradecería que no te alimentaras de ella —le respondió de malas maneras la antigua diosa del amor y la belleza.

—Tú eres la criatura más hermosa del planeta, yo puedo alimentarme de las auras de los demás —le recordó Belial—. Cada quien tiene lo que se merece. Incluso, ahora se puede decir que eres doblemente hermosa, ya que tienes una aprendiz cuyo don es similar al tuyo.

—Pues tu nuevo aprendiz no parece tener muchas similitudes contigo —le dijo Afrodita.

—Por supuesto que sí. Es poderoso y decidido. Tal como yo —contestó Belial con una sonrisa.

—¿No tienes otros asuntos que atender? —inquirió secamente Venus.

—Ahora que lo dices sí —respondió Belial sacando un teléfono celular de su bolsillo para teclear rápidamente algún mensaje—. Tengo que reunirme con algunos Carneros para planear la verdadera aniquilación del joven maestro Alejandrino.

—¡Los Neumas no te hemos dado permiso de llevar a cabo ninguna acción contra él! —exclamó Afrodita enojada.

—¡No necesito su permiso! —repuso Belial para después soltar una carcajada—. Los planes del Consejo siempre terminan en la basura. No esperaré más. Yo y mis discípulos nos encargaremos personalmente de esa molestia. Esto es algo personal. Además, ¿qué va a hacer el Consejo si logro acabar con él?

Afrodita contuvo el aire antes de responder.

—Tendría que felicitarte —aceptó a regañadientes.

—Me alegra que lo aceptes, querida Afrodita.

Dicho aquello el Neuma desapareció, dejando tras de sí solo un rastro de algo que parecía humo negro.

—¿Acabará con Marco? —inquirió Alatiel a su maestra con algo de miedo.

—Es muy probable —contestó Afrodita apretando los puños—. Son muy pocos los Neumas que pueden hacerle frente a Belial. Él es nuestra mejor arma dado que evidentemente nuestros poderes han fallado en contra del joven maestro Alejandrino.

—Pero apuesto que usted... —comenzó Alatiel.

—Yo sería reconocida de inmediato por ese chico —expresó Venus—. ¿Acaso no lo ves, Alatiel? ¿Olvidas que yo no soy humana como tú? Esa era la clave del éxito de nuestro plan. Aunque tu don te dota de una belleza inigualable, no hay nada que alerte a los demás. En cambio, en mi caso es diferente.

Alatiel se mordió el labio inferior. Por supuesto que durante el tiempo que llevaba sirviendo a Venus se había dado cuenta de todo aquello. La antigua diosa del amor y la belleza jamás parpadeaba y sus cabellos siempre estaban en movimiento como si la brisa los agitara. Cualquier humano podría percatarse de que ella no era humana en cuestión de minutos.

—¡Y lo echaste a perder! —exclamó molesta Afrodita haciendo aparecer un látigo en sus manos hecho de su aura—. Ahora lo pagarás.

—No, por favor. NO.

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¿Y bien? ¿Qué les pareció conocer a la antigua diosa griega de la belleza? ¿Les dan ganas de convertirse en Carneros?

Libro RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora