25. La viuda negra

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—¿Acaso no puedes vivir sin cacahuates? —inquirió Adriana.

—Ahora que lo dices, no —le respondió Gabriel con una gran sonrisa antes de engüir otro bocado de su botana favorita.

—No se van a pelear por los cacahuates, ¿cierto? —interrogó Lorena.

Los tres chicos regresaban al salón de clases donde habían dejado a sus compañeros. Aún faltaba una hora para la siguiente clase, pero afuera se habían encontrado con Vanya y Sebastián, quienes les habían informado que Alatiel ya había abandonado el salón de clases. Lorena había opinado que entonces era prudente regresar con el resto de su clase.

—Tienes razón —acordó Adriana—. No vale la pena. Con el metabolismo que tiene Gabriel parece ser que no importa cuanta grasa consuma, siempre se va a gastar.

—Ya te dije que tiene una pata hueca —comentó Lorena a modo de chiste.

Ambas chicas rieron con el chiste, pero de repente Gabriel lucía pensativo.

—¿Te estás preguntando si realmente tienes una pata hueca o qué? —le preguntó Lorena cuando su risa terminó.

—En realidad me preguntaba si Marco habrá dejado el salón junto a Alatiel —confesó el joven.

—Gabriel... —le regañó Lorena.

—No es por lo que piensan —se defendió inmediatamente el muchacho—. Tienen razón, Marco tiene derecho a juntarse con quien le plazca. Lo que me preocupa es la trampa que los Carneros supuestamente le han preparado. Si Marco estuviera solo estoy seguro de que no habría problema, pero conociéndolo se va a preocupar primero por defender a Alatiel. Eso lo pondrá en grave desventaja.

—No te preocupes —le dijo Lorena—. Recuerda que Daniela lo está vigilando. Cualquier peligro y Daniela saltará como una leona. No dejará que nada malo le pase a Marco.

—Supongo que tienes razón —aceptó el chico, pero aun así lucía preocupado mientras seguía comiendo.

Los jóvenes llegaron al salón, donde encontraron a José Luis, Paulo, Tomás y Xóchitl aparentemente muy divertidos con la cámara fotográfica de la última entre las manos.

—¿Qué es tan gracioso? —inquirió Lorena.

—Ay —dijo Chelis entre risas—. Estamos viendo unas fotos que nos acabamos de tomar.

Su amigo le pasó la cámara a Lorena para que pudiera ver las fotos. Adriana se puso al lado de ella para poder verlas.

Lorena no pudo evitar sonreír desde la primera imagen. Sus compañeros aparentemente se habían divertido a lo grande tomándolas. Las primeras eran de Paulo y José Luis en poses y haciendo gestos bastante divertidos. La sexta fotografía era Xóchitl intentando cubrirse la cara y la siguiente era la misma muchacha intentando contener la risa mientras sacaba la lengua. Evidentemente se la había tomado otro de los chicos, probablemente Tomás, ya que no salía en las otras fotos.

—Tu mejor ángulo, Xóchitl —bromeó Adriana.

Sin embargo, mientras Adriana bromeaba sobre la fotografía, algo en ella llamó la atención de Lorena. Se trataba de una joven que se veía de perfil ubicada en el extremo izquierdo de la fotografía. La chica le parecía familiar y, al mismo tiempo, una total extraña.

—¿Quién es? —le preguntó a sus compañeros.

—¿Quién es quién? —inquirió José Luis.

—Esta —le indicó Lorena mientras ponía la cámara para que pudieran verla los demás.

Los chicos vieron la fotografía extrañados. Para todos la muchacha ahí era familiar pero no lograban recordar dónde la habían visto. En el caso de Xóchitl, Chelis, Paulo y Tomás era más preocupante, ya que evidentemente habían compartido el salón con ella apenas hacía unos minutos.

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