23. ¿Dónde estás?

6 0 0
                                    

—¡Lorena! —llamó una voz.

La chica iba llegando a la escuela. Se encontraba exactamente en la puerta principal cuando se dio la vuelta para ver a Marco que corría con el objetivo de alcanzarla.

—¿Cómo estás? —le preguntó el chico dándole un beso en la mejilla a modo de saludo.

—Bien —le contestó la muchacha—. El trabajo no estuvo muy pesado, por lo que podríamos decir que prácticamente pude disfrutar del fin de semana.

—¿Viste a Miguel? —inquirió el joven.

—Sí —respondió Lorena mientras se internaban en la sombra de algunos de los árboles que decoraban la preparatoria—. Me pareció algo nervioso. Me dijo que Daniela les había informado a todos que los Carneros han preparado una trampa para ti.

—Sí, me lo contó a mí también —comunicó el chico poniendo los ojos en blanco—. Pero nadie tiene idea de en qué consiste la trampa. Daniela intentó convencerme de que debía quedarme encerrado en casa de Octavio hasta que estuviéramos seguros de cómo contrarrestar la trampa. Obviamente yo me opuse, ya que aquello podría tomar bastante tiempo y yo no puedo perder el semestre. ¡Cómo si no hubiera sido suficiente perderme ya dos años de educación!

—Por cierto, ¿por qué habías dejado la escuela? —preguntó Lorena con curiosidad.

—Digamos que fueron asuntos personales —respondió Marco enrojeciendo ligeramente—. Estuve en alguna isla del Pacífico hasta que decidí regresar. A veces pienso que aquello fue solo tiempo perdido. Sin embargo, no me arrepiento, porque si no me hubiera retirado probablemente nunca te hubiera conocido a ti ni al resto de las chicos. Curiosa casualidad, especialmente cuando nos ponemos a pensar que quizás no haya sido casualidad.

—¿A qué te refieres? —le preguntó con interés Lorena.

—Hubo un hombre, muy extraño por cierto, que me dijo que debería regresar a la escuela si quería encontrarme con algo realmente bueno —contó el chico—. Yo ya había pensado regresar a la escuela y pues con aquella información.... Me pregunto si no se refería a ustedes: tú, Chelis, Adriana, Vanya...

—¿Pero quién era ese hombre? —inquirió Lorena con un extraño presentimiento dentro de sí.

—... y a Gabriel —concluyó su frase Marco sin prestar atención a lo que decía Lorena.

La joven en aquel momento se percató de que los sentimientos de Marco eran confusos. Parecía encontrarse en medio de un gran dilema.

—¿Qué sucede? —preguntó la muchacha.

—¿Qué hubieras sentido si Felipe realmente hubiera acabado con Gabriel? —interrogó el chico.

Lorena meditó su respuesta un momento.

—Me hubiera sentido en parte culpable por dejarlo solo y también creo que hubiera sentido un gran dolor al perderlo —contestó sinceramente la chica.

Marco tragó saliva antes de seguir hablando.

—El viernes, cuando pensé que había muerto, me sentí totalmente desamparado —contó Marco—. Supongo que lo notaste, pero necesito contarlo. Creo que no me había sentido tan mal desde que murieron mis padres. Es cierto que la muerte de Enrique me sentó muy mal, pero en esa ocasión no tuve que ver su cuerpo sin vida hasta el funeral.

—¿Eso es todo? —inquirió la chica.

—¿Cómo que si eso es todo? —cuestionó el joven confundido.

Lorena miró atentamente al frente. No sabía como abordar el tema. Aún recordaba la fuerte emoción que la había embargado cuando Marco había repuesto las energías de Gabriel. Aquel había sido un momento demasiado íntimo y ni siquiera ella estaba segura de cómo denominar el sentimiento que la embargó. ¿Lo denominaría amor? Además, jamás había hablado con Marco sobre su orientación sexual y sabía que había hombres que se ofendían cuando se insinuaba que tenían una orientación homosexual.

Libro RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora