38. La verdadera identidad de Red

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Las explosiones habían originado que se levantara el polvo de la habitación, de manera que la visibilidad que todo el mundo tenía de los alrededores quedó limitada. Algunos de los Alejandrinos alzaron la cabeza y, junto a la figura de Belial, pudieron ver una silueta humana, probablemente perteneciente a un joven de estatura promedio, de constitución gruesa y ligeramente musculoso.

Los Carneros se arrejuntaron en torno a su maestro y el recién llegado. Algunas risitas de satisfacción resonaron en la estancia.

—Creo que la suerte se acaba de voltear en su contra, Alejandrinos —dijo el Neuma mientras el polvo se iba depositando en el suelo dejando ver a los Carneros y a los Alejandrinos que se iban poniendo de pie con más claridad—. Les presento al mejor de mis alumnos, poseedor de una de las auras de color rojo puro más poderosas de la historia. Yo lo llamo Red.

—¡Sebastián! —exclamó de pronto angustiada la voz de Vanya.

El corazón de los chicos preparatorianos dio un vuelco horrible. Una vez que el polvo hubo menguado todos tuvieron una vista perfecta del individuo que se hallaba parado junto a Belial. El novio de Vanya, no cabía duda alguna, se encontraba ahí. Al parecer resultaba que él era en realidad el misterioso Red. Ni siquiera sus gafas oscuras daban lugar a dudas, pues los chicos lo habían visto con ellas en varias ocasiones que iba con Vanya.

No obstante, aparentemente los chicos preparatorianos no eran los únicos sorprendidos. La expresión de la boca de Sebastián también denotaba sorpresa y desconcierto.

—¿Los conoces? —le preguntó Salomón a su compañero al ver las expresiones de todos los presentes.

—Yo... yo... —comenzó a tartamudear el joven.

Ante aquello el Neuma presente puso mala cara. Inmediatamente intuyó que su aprendiz tenía una relación cercana con aquellos Alejandrinos. Eso podría ponerle las cosas difíciles.

—Emilio, Bernardo, Sergio y Salomón; encárguense de los mismos chicos de los que se estaban encargando al principio —ordenó el Neuma haciendo un plan rápidamente en su mente—. Red, encárgate de aquellos cuatro que los estaban ayudando. Yo me encargaré de Marco y ese estúpido chico sin aura.

Sebastián dirigió la mirada hacia donde se encontraban Marco y Gabriel parados uno al lado del otro. Su expresión estaba pasando de la sorpresa a la concentración poco a poco.

—Marco... ¿Marco es el maestro de los Alejandrinos? —inquirió el muchacho comenzando a fruncir el ceño.

—Así es —contestó Belial mirando a su discípulo de reojo.

El joven Red lanzó a todo mundo una mirada de duda, deteniéndose un momento de más en la chica de aura rosa que no podía dejarlo de mirar con la incredulidad impresa en su rostro. No obstante, fue solo un segundo, pues poco después dio una seca cabezada negando y dio un paso al frente mientras sus manos se encendían con su energía áurica.

Lorena sintió el miedo proveniente de Marco y los Alejandrinos con más experiencia. Ella no sabía mucho, pero le pareció que el aura de Sebastián era tan brillante como la de Daniela. En esos momentos parecía como si las manos del muchacho estuvieran bañadas en fuego.

El chico levantó su mano y arrojó un rayo de energía áurica directamente hacia Marco.

—NO —gritaron tres voces al mismo tiempo.

Un escudo que combinaba los colores verde y turquesa se levantó en el aire al mismo tiempo que Gabriel arrojaba a Marco al suelo. Los escudos parecían muy resistentes, pero aun así se hicieron pedazos en cuanto el rayo mandado por Sebastián los rozó, de manera que el ataque pudo proseguir su camino. Seguramente si no hubiera sido por el chico Costa, aquel rayo hubiera golpeado directamente a Marco.

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