5. Batalla contra los Carneros

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La primera semana fue bastante tranquila para los chicos en cuanto a trabajos escolares se refería. Adriana no era muy optimista al respecto, ya que aseguraba que mientras más se tardaran en comenzar las tareas más pesado sería el trabajo al acercarse el fin de semestre. Sin embargo, eso no le impidió apuntarse cuando llegó el viernes y sus compañeros decidieron ir a celebrar el reinicio de clases a un antro cercano a la escuela que organizaba una tardeada, ya que aquel día salían temprano.

—Pensé que no querías perder más tiempo —le comentó Gabriel levantando las cejas.

—¡Ay, Gabi! Una vez al año no hace daño —fue la contestación de Adriana.

—Supongo que tampoco una vez a la quincena —comentó el chico sin quitar la vista del libro que estaba leyendo en esos momentos: Los Juegos Del Hambre. Había terminado ya con los libros de la saga Crepúsculo y había encontrado algo más para leer.

—¿Una vez a la quincena? —repitió interesado Marco.

José Luis se rió de una manera bastante culpable. Lorena fue capaz de sentir claramente que su amigo se sentía avergonzado.

—Te digo, Gabi —expresó Chelis—. Uno que quiere darle una buena impresión a los nuevos compañeros y tú que te encargas de desacreditar a uno.

—¡Qué mala onda eres! —exclamó entrecerrando los ojos Adriana.

—Lo hubiera notado por su cuenta tarde o temprano —contestó Gabriel dando la vuelta a la página de su libro.

—¿Nos vamos terminando la última clase, Gabriel? —preguntó Vanya en aquel momento.

—Por supuesto, Vanya, ya lo sabes —le contestó el muchacho con una sonrisa, alzando finalmente la mirada de su libro.

—¡Esperen! —exclamó Marco aparentemente sorprendido—. ¿Ustedes no van?

—¡Ellos dos nunca van! —respondió Chelis señalando con la cabeza a sus dos amigos—. No te sorprendas.

—¡Oh, vamos! —rogó Marco plantándose enfrente de Vanya y tomándola de las manos—. Por favor.

—No me gustan esa clase de lugares —le contestó la joven.

—Sería más interesante si no fueran solo a buscar el alcohol de contrabando que les venden. Me pregunto si están realmente conscientes de la ilegalidad de eso —opinó Gabriel, quien había vuelto a la lectura de su libro.

—También puedes ir a bailar —sugirió Marco.

—Yo no bailo —respondió Gabriel prosiguiendo con su lectura.

—Voy al baño —anunció de repente Vanya—. En un momento regreso.

La chica salió dejando a los otros cinco jóvenes.

—¡Por favor, acompáñanos! —le pidió Marco al otro muchacho poniendo lo que podría considerarse una cara de perrito a medio morir.

Gabriel volteó a verlo durante un momento.

—¡No hagas eso! —exclamó el joven molesto y a la vez algo abochornado para un segundo después devolver la vista al libro.

—¿Por qué? —le preguntó Marco con la misma expresión mientras colocaba su rostro en el borde superior del libro que Gabriel sostenía.

—Porque no aguanto ver esa cara —le respondió el otro muchacho con el rostro encendido.

—¡Por favor! —repitió Marco.

Gabriel no encontró las palabras para contestar. Lo único que pudo hacer fue negar con la cabeza.

—¡Déjalo! —le dijo Chelis—. Si no quiere ir no va a ir.

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