8. Un paso más

5 1 0
                                    

Lorena iba caminando hacia la casa de Octavio. Ya había pasado una semana desde la primera vez que Marco les había dicho que debían aprender a sentir su aura y ninguno de los jóvenes preparatorianos había hecho progreso alguno, a pesar de que le habían hecho caso a su nuevo maestro cuando les había dicho que lo intentaran en su casa antes de dormir. Personalmente Lorena ni siquiera estaba segura de poder sentir su brazo sin sentir lo que había en contacto con él.

La semana anterior había ido a casa de Octavio el lunes, martes y el viernes. Los demás días habían sido de libre entrenamiento. Habían quedado de verse nuevamente aquel lunes, aunque la chica dudaba que aquella fuera una buena idea. Le parecía que era más difícil concentrarse en sí misma rodeada de sus amigos dentro de un jardín tan bonito que tenía tantas cosas que ver.

La joven llegó a la casa y tocó la puerta. Aquel día cada persona llegaría por su lado. Como la vez pasada se habían quedado de ver al mediodía. Apenas eran cuarto para las doce, pero la muchacha opinaba que era mejor llegar temprano que arriesgarse a llegar tarde. Con el tránsito cargado que solía azotar la ciudad, sobre todo con tantas obras públicas que se realizaban, era mejor no arriesgarse.

—¡Hola, Lorena! —le saludó Marco abriendo la puerta—. ¡Qué bueno que llegas!

—¿Quién más ha llegado? —preguntó la chica.

—Gabriel —le respondió el joven mientras entraba a la casa.

—¡Estoy aquí! —escuchó la voz de su amigo desde la sala.

La chica entró en la sala y vio a Gabriel sentado sobre un sillón sosteniendo el libro Divergente entre sus manos.

—Veo que ya estás en una nueva saga —comentó Lorena al ver el libro que sostenía su amigo.

—Así es —respondió el muchacho con algo de reticencia en su mirada—. He de confesar que no me gusta mucho, pero me ha intrigado eso de las facciones.

—Tendrás que leer la trilogía completa si quieres saber de qué van las facciones —comentó Marco tranquilamente—. Al menos eso es lo que me han dicho.

—Pues ya que —dijo Gabriel regresando la vista a la lectura—. Tendré que sacrificarme.

Lorena no pudo evitar poner los ojos en blanco ante aquella declaración. Como si la lectura fuera un sacrificio para Gabriel.

—Como sea. Oye, ¿hay algún tip que no nos hayas dado para localizar nuestra aura? —preguntó Lorena a su nuevo maestro cambiando de tema.

—No —respondió Marco mirando hacia el techo—. La única manera de encontrar su aura es concentrándose en sentir su cuerpo por completo. Esa es una de las razones por las cuales actualmente no hay muchas personas que sean capaces de realizar magia. El estilo de vida occidental nos orilla a alejarnos constantemente de las sensaciones de nuestro cuerpo. Estamos acostumbrados a huir de todo lo que no nos gusta, consideramos que mientras menos sintamos será mejor para nosotros. Y no es así.

—¿De verdad no hay ninguna otra manera? —inquirió la muchacha con aprehensión.

—Bueno, de hecho sí existe otra manera —contestó Marco adoptando una actitud meditativa—. Ya les comenté que cuando uno experimenta una emoción especialmente fuerte el aura se concentra durante un momento. Si la persona está especialmente atenta puede descubrir en ese momento el lugar del que proviene su aura.

El timbre de la casa sonó en aquel instante.

—Debe ser Chelis o alguna de las chicas —comentó Marco—. Voy a abrirle.

—¿Qué tal tu fin de semana? —preguntó Lorena a Gabriel sentándose en otro de los sillones de la estancia.

—Pues no me quejo —respondió el chico dejando su libro a un lado—. En realidad no hice mucho, lo más interesante que me sucedió fue que...

Libro RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora