1. Un nuevo compañero

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Un nuevo semestre estaba a punto de comenzar en la preparatoria número diez. La escuela podía resultar un lugar tedioso para muchas personas y una experiencia traumatizante para otros. Aquel era un sitio donde un adolescente pasaba gran parte de su tiempo entre las clases y las visitas a la biblioteca, acompañado de otros adolescentes durante por lo menos tres años en el sistema escolar mexicano.

A pesar de lo anterior, rara vez el bachillerato llegaba a ser un peligro mortal para los estudiantes. Sin embargo, aquel nuevo semestre una sorpresa de ese tamaño les esperaba a algunos de los estudiantes que lo frecuentaban.

Una chica iba caminando por uno de los pasillos de la preparatoria hacia su primera clase. Iba un poco cabizbaja, pues las cosas en su casa no habían ido precisamente bien durante las vacaciones. Bostezaba continuamente como si estuviera tremendamente cansada.

El nombre de la señorita que iba caminando era Lorena Oranday. Ella era una muchacha de estatura mediana, tez morena; no lo suficiente delgada para llegar a ser modelo, pero sí con un cuerpo que tenía cada pieza en su lugar. Su pecho era algo que se podría considerar normal, pero de lo que la chica siempre se había quejado era de sus caderas, las cuales eran demasiado amplias. Su cabello era de color negro y lo traía recogido en una graciosa cola que le llegaba un poco más abajo de los hombros.

Cuando la joven llegó a su salón de clases casi ninguno de sus compañeros había llegado. Era demasiado temprano para ellos. Solo se encontraba su amigo Gabriel Costa, el cual se encontraba leyendo un libro.

—¿Qué estás leyendo ahora? —le preguntó al chico a modo de saludo.

—¡Ah, hola! —le dijo Gabriel despegando la vista de su libro mientras sonreía—. Me alegra verte. Sobre tu pregunta, estoy leyendo Amanecer, de la saga Crepúsculo.

Todo eso había sido dicho con una gran sonrisa por parte del joven. Lorena se preguntó si habría algo que no alegrara a su amigo. Gabriel era un chico alto, de tez morena, bastante delgado y con una sonrisa que parecía grabada en su rostro. Su cabello era de color negro al igual que el de Lorena, pero en su caso lo llevaba corto y peinado en punta. Era un gran aficionado a la lectura, así que siempre traía un libro nuevo entre manos.

—A mí también me alegra verte —le dijo Lorena mientras se acercaba a él para abrazarlo—. Pero, ¿Crepúsculo? ¿No decías que no te gustaban las historias de vampiros?

—Bueno, cualquiera puede cambiar de parecer, ¿no? —repuso Gabriel sin perder su sonrisa—. Además, no es por el hecho de que él sea un vampiro que me ha gustado la historia. Es por la historia en sí. El amor de Bella y Edward es... ¡Ay! Deseo encontrarme con mi propio Edward. O ya de a perdis con mi Jacob. Además, si se va a parecer a Taylor Lautner... Grrr.

Lorena soltó una carcajada con aquello. Una cosa así solo se le podía ocurrir a Gabriel (ningún otro chico que conociera podría hacer eso, fuese homosexual como Gabriel o no). Ella honestamente prefería a Robert Pattinson. Opinaba que lo único bueno de Taylor era su abdomen, pero Gabriel afirmaba que lo que a él le gustaban eran aquellos lindos ojos.

—Por cierto, ¿cómo te fue en tus vacaciones? —le preguntó Lorena a Gabriel.

—Pues... no me quejo —contestó el chico tras pensarlo un momento—. No tuve mucho que hacer. ¿Cómo te fue a ti?

—Pues... sigo viva —respondió Lorena mientras soltaba otro bostezo.

—¿Qué te sucedió? —preguntó de inmediato Gabriel, aparentemente bastante preocupado.

—Mi mamá —respondió la chica—. ¿Recuerdas que te dije que había conseguido un segundo empleo?

—¿En serio lo tomó? —inquirió incrédulo Gabriel.

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