37. La batalla inicia

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—¡Déjalo ir, Belial! —exclamó molesto Marco.

El chico intentaba calmarse a sí mismo, pero parecía algo imposible de lograr cuando se hallaba con las manos y pies atados, rodeado de peligrosos Carneros, enfrente de uno de los Neumas más peligrosos que existían en el mundo y con solo un Alejandrino de apoyo. Jamás se le hubiera ocurrido pensar que Belial decidiría tenderle una emboscada cuando fuera a buscar a Jack; pues de lo contrario hubiera acudido acompañado al menos por Octavio, Daniela, Miguel y Santiago para protegerse. Pero no se le había ocurrido aquello, de forma que Belial y sus Carneros habían caído sobre los dos Alejandrinos y habían logrado reducirlos para llevarlos a una fábrica abandonada; donde se habían refugiado en el primer piso de uno de los edificios centrales del complejo.

—¿Por qué debería dejarlo ir, Marco? —preguntó socarronamente Belial mientras cruzaba los brazos—. Es un Alejandrino al igual que tú, un obstáculo en nuestro plan de sacar a todos mis compañeros de los mundos alternos en los que se hayan encerrados gracias a ustedes.

El joven maestro Alejandrino sintió cómo su amigo se encogía de miedo a sus espaldas. En lo único que podía pensar era en que tenía que sacarlo de ahí como diera lugar.

—Tú quieres acabar conmigo, solo conmigo —afirmó el muchacho mirando fijamente al Neuma a sus ojos oscuros—. Soy yo quien te interesa. Lo que quieres es acabar conmigo, no con un Alejandrino. Él no tiene nada que ver en esto.

Durante un instante ambos individuos se quedaron viendo uno al otro. La expresión de Marco reforzaba el ruego que habían hecho sus palabras, mientras que la del Neuma resultaba insondable.

—Te concederé parte de razón en ello, Marco —le contestó Belial finalmente para después realizar un movimiento con su mano, de forma que su aura oscura comenzó a deslizarse hacia Jack Salmon—. Sin embargo, te equivocas terriblemente en una parte sumamente importante.

—¿De qué hablas? —inquirió el muchacho asustado volteando a ver a Jack.

Durante un momento Marco había temido que el hechizo que había usado Belial fuera algo peligroso, pero lo único que había hecho era desatar a su amigo. Jack se encontraba ya sobando sus muñecas y Marco no pudo sentir más que alivio al saber que su amigo ya se encontraba libre. Ya solo hacía falta convencer al Neuma y sus Carneros de que lo dejaran marchar.

—Te equivocas al decir que él no tiene nada que ver —soltó de repente Belial.

Aquellas palabras no tenían sentido para Marco. Dejó de mirar a Jack para voltear a ver a su enemigo, quien de repente tenía una sonrisa de enorme satisfacción sobre su rostro.

—¿De qué estás hablando? —cuestionó el muchacho.

—Solo digo que si no fuera por él, tú no estarías ahora aquí —contestó el Neuma sin perder su cabeza mientras ladeaba su cabeza.

—Ya sé que te aprovechaste de que él estaba aquí para tenderme una emboscada —expresó con enojo el joven Martínez.

No podía creer que Belial tuviera el descaro de burlarse en aquellos momentos. Pero bueno, suponía que no podía esperar otra cosa de alguien que seguramente quería matarlo de la forma más dolorosa posible. Lo que al joven no se le pasaba por la cabeza era que su enemigo sabía que había formas más eficaces de dañar a alguien que con un ataque físico.

—Oh, no, Marco, te sigues equivocando, pero cada vez estás más cerca —le respondió el Neuma sonriendo cruelmente—. La verdad es que Jack Salmon, este personaje al que tú llamas amigo, vino hasta aquí voluntariamente con el único objetivo de permitirme emboscarte.

Las palabras que escuchó resonaron por un momento en la mente de Marco sin que este pudiera darles un sentido.

—¿Qué? —exclamó finalmente el joven maestro Alejandrino para quedarse después con la boca abierta. Se negaba a creer en lo que el Neuma le estaba diciendo.

Libro RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora