35. Trato

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Jack Salmon miró a su alrededor sintiendo el miedo corriendo por todo su ser. Se encontraba atrapado en un callejón sin salida, tanto literal como metafóricamente hablando. La gran ciudad en la que se había refugiado estaba plagada de aquellos resquicios y, una vez que la salida se ocupó por un Neuma y varios Carneros, era de esperarse que aquel lugar se convertiría en su tumba. Sin embargo, el hombre estaba dispuesto a no mostrar miedo ante sus perseguidores.

—¿Crees que puedes asustarme? —inquirió retadoramente el Alejandrino encarándose con el Neuma que lideraba a los Carneros.

—¿Tengo que contestar a eso realmente? —preguntó a su vez Belial muy sonriente. La aparente calma de Jack no era suficiente para engañar al Neuma.

Jack intentó serenarse sin éxito. La respuesta de Belial había hecho que su respiración comenzará a agitarse. Sabía que seguramente el Neuma lo buscaría debido a la relación de amistad que mantenía con Marco, pero no pensaba que el Neuma lo encontraría tan fácilmente. Después de haber oído lo de Enrique, el señor Salmon había decidido esconderse con el fin de que el Neuma de aura oscura nunca lo encontrara. En aquel momento parecía que su esfuerzo había sido en vano.

—Jack, Jack, Jack —repitió Belial con evidente placer—. ¿Realmente creíste que podrías esconderte de mí?

—Si no lo intentaba no lo averiguaría jamás, ¿cierto? —respondió el hombre.

—Supongo que tienes razón —coincidió el Neuma tranquilamente, como si estuviera hablando con un niño de preescolar.

El Alejandrino intentó pensar en alguna manera de escapar de esa situación, pero no parecía haber salida. Incluso si intentaba teletransportarse, nada impediría a sus atacantes matarlo en el momento anterior a la huida o incluso agarrarlo para poder simplemente seguirlo.

En ese momento Jack maldijo el instante en el que había conocido a Marco. Le parecía que aquel día su destino había quedado sellado, que fue ese día en que se encontró con el joven en el que había firmado su sentencia de muerte. En aquel entonces ambos se encontraban en una remota isla del Pacífico, lugar al que Jack había ido para entrenarse a sí mismo mientras Marco instruía a dos nuevos Alejandrinos. Marco había quedado impresionado por los encantamientos que conocía Jack, mientras que el hombre había quedado impresionado por la habilidad que tenía Marco para enseñar a otros a pesar de su corta edad. La amistad entre ambos había surgido espontáneamente, aunque el señor Salmon siempre había sentido que algo no marchaba del todo bien ahí. En aquel instante que se encontraba frente a Belial se daba cuenta de que lo que no había marchado bien era que al hacerse amigo de Marco se había estado haciendo enemigo de Belial.

Aunque Jack era un Alejandrino, el hombre prefería evitar cualquier clase de enfrentamiento directo con los Neumas y los Carneros. Para él, la tarea de un Alejandrino debía centrarse únicamente en proporcionar energía a los encantamientos que mantenían encerrados a los Neumas y no en enfrentarse directamente a los Carneros y Neumas. Para él, la confrontación directa era tan detestable como lo que hacían los Carneros para lograr que los Neumas regresaran a la Tierra.

Claro que en momentos en los que su vida corría peligro la cosa cambiaba...

—Un aura espléndida —comentó Belial como quien no quiere la cosa.

—Y espera a que veas lo que es capaz de hacer —le contestó Jack concentrando aún más su aura de color verde aqua, la cual era su gran orgullo después de todo lo que había aprendido a hacer con ella.

—¿Realmente crees que lo lograrás? —le preguntó Belial alzando su mano.

El aura que Jack Salmon había acumulado empezó a escapársele de las manos. Durante un segundo había olvidado que el Neuma al que se enfrentaba tenía la habilidad de absorber la energía áurica de los demás como si fuera una especie de agujero negro y después usarla en su propio beneficio.

—Ha llegado tu fin, Jack Salmon —afirmó simplemente Belial mientras una sonrisa cruel aparecía sobre su rostro, de manera que quedaron a la vista aquellos filosos incisivos que eran sus dientes.

El hombre Alejandrino sabía que el Neuma tenía razón. No había nada que él pudiera hacer en contra de un enemigo como Belial. Todo lo que sabía hacer con su aura quedaba descartado debido a que el Neuma absorbería su aura antes de que tuviera la oportunidad de concentrarla para realizar cualquier clase de encantamiento, al menos alguno que realmente valiera la pena para defenderse.

En ese momento no solo maldijo el momento en el que conoció a Marco, sino también al chico por completo. ¿Cómo podía ser un muchacho tan estúpido como para granjearse la enemistad de uno de los Neumas más poderosos del mundo? Además, ¿cómo podía ser tan egoísta para poner a sus amigos en peligro de esa manera? Marco debió haberse entregado a Belial desde que este mató a Enrique en lugar de permitir que el Neuma tuviera la oportunidad de acabar con más gente. Lo odió, Jack odió a Marco Martínez como nunca lo había hecho con ninguna otra persona. Deseó que aquel chico fuera el que estuviera a punto de morir y no él, deseó que Belial pudiera encontrarlo y borrarlo definitivamente de la faz de la Tierra.

—Alto, Belial —dijo una voz de repente—. Creo que podría ayudarnos.

Jack miró incrédulamente al tipo que había hablado. No resaltaba entre el grupo de Carneros que acompañaban al Neuma. Era un hombre musculoso pero corto de estatura. Su cara era cuadrada y tenía unas cejas bastante pobladas.

—¿Qué has visto en él, Emilio? —inquirió el Neuma interrumpiendo el drenado de energía áurica.

—Un gran odio —contestó el hombre aparentemente llamado Emilio—. Un gran odio contra Marco y el deseo de su muerte.

El señor Salmon se sintió extrañamente alarmado. ¿Cómo sabía eso aquel tipo?

—Oh, los presento. Él es mi discípulo Emilio, el cual puede ver las emociones negativas de las personas y todos los pensamientos relacionados con esas emociones —explicó Belial al ver la perplejidad de Jack—. Obviamente es incapaz de hurgar en la mente de alguien que se la viva muy feliz, pero su don resulta muy útil en situaciones de guerra. Normalmente él nos dice lo que nuestros enemigos piensan de nosotros. Pero en esta ocasión aparentemente vio algo más interesante.

—¿A qué te refieres? —preguntó con cuidado Jack Salmon. Acababa de vislumbrar una pequeña posibilidad de conservar su vida.

—Si realmente deseas la muerte de Marco podemos hacer un trato —propuso Belial tranquilamente.

—No deseo la muerte de Marco —repuso inmediatamente el Alejandrino.

—¡Oh, entonces Emilio ha cometido un error! —exclamó Belial haciendo énfasis con un movimiento de su mano—. Perdónanos.

El Neuma volvió a levantar su mano para absorber el aura del señor Salmon.

—¡No, espera! —gritó desesperadamente Jack.

—¿Qué tengo que esperar? —interrogó el Neuma con tono irónico mientras varios de sus discípulos se reían.

El hombre de aura color verde aqua tomó aire antes de contestar.

—No deseo la muerte de Marco —aclaró pronunciando las palabras lentamente—. Al menos no como tal. Sin embargo, si me das a escoger entre mi vida y la suya, prefiero conservar la mía aunque eso cueste la de él.

—¡Oh! Entonces creo que sí podemos llegar a un acuerdo —indicó Belial satisfecho.

Jack sintió una pizca de remordimiento, pero la silenció rápidamente. Marco se merecía cualquier cosa que Belial estuviera planeando por no haberse atrevido a dar la cara desde el principio, por dejar que el Neuma acabara con varias vidas en lugar de ir directamente a él.

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¡Oh, oh! Un Alejandrino se ha unido a los enemigos. ¿Servirá de algo todos los preparativos que han estado haciendo nuestros protagonistas ante esta situación?

Libro RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora