Cuando era niña, Diana imaginaba los romances como algo mágico, puro e incoente, donde dos almas que se aman, se unen en una sola, dando forma a algo incompresible para los mortales, pero pueden llegar a sentir. Podía sentirlo al tacto con Akko, sus almas uniendose cada vez más, con cada roce de su piel, con cada vez que sus labios se presionaron unos con otros. Al menos, eso quizo pensar cuando Akko le había pedido más. ¿En verdad, después de su confesión el día pasado? ¿Por cuánto tiempo estuvo reprimiendo ee sentir hacia ella? ¿Desde cuando quería estar tan cerca a Diana? Quería las respuestas a sus interrogantes, pero, su instinto la hizo viajar más allá de la ropa de su amada, quien respondía positivamente, jadenado y susurrando que continuara. «¿Desde cuándo eres tan pervertida Akko? Aunque creo que yo soy peor, mira que sucumbo a tus encantos».
La mano de Diana se topó con el brasier de Akko, impiendole tocar sus senos. No pudo evitarlo, desabrochó el uniforme de Akko y levantó el brasier de Akko; su amada no intentó siquiera detenerla, pues lo deseaba tanto que su cuerpo estaba muy caliente y se retorcía por sentir más sus manos en su piel.
—V-vamos, sé que quieres hacerlo..., n-no me hagas esperar.
Su mente por primera vez pareció sucumbir ante las palabras de la chica de los ojos carmesí, pero esta vez sus manos no fueron las que la tocaron, sino que su boca se dirigió directamente a su seno derecho, engullendo en su boca el pezón de Akko, que estuvo apunto de escapar un gemido, logrando contenerlo y llevarse una mano a su boca. El calor que sentía, la saliva que quedaba en ella la prendía más; la lengua de Diana hacía tímidos círculos alrededor que Akko se estremeció por unos instantes. Una gran descarga que jamás había sentido antes, ni siquiera en sus días solitarios donde jugaba ella misma.
—¡S-s-sigue Diana! -dijo Akko excitada tratando de no gritar- H-he esperado..., tanto tiempo por esto...!!!
Diana estaba perdiendo cada vez más la cabeza, las palabras de Akko eran las responsables de su imprudencia y en el delicioso pecado en el que se veía involucrada. Mordió levemente el pezón de Akko y sin dudarlo más comenzó a jugar con ella misma, realizando círculos en su intimidad; sus dedos se humedecían cuanto más lo hacía.
-Akko... Akko...
Estaba viajando entre sus senos y los labios de Akko, era tan embriagante ese sabor que podía detenerse. ¿Qué importaba si alguien las veía? No estaba pensando con claridad, estaba por las nubes y parecía que nada la iba a detener. Ambas estaba por llegar a un climax, sin embargo, unas voces adultas las hizo detenerse de golpe, Akko se acomodó su ropa lo más rápido que pudo y Diana decidió asomarse ligeramente. «Veamos, quié... Oh no». Su suerte parecía haberse acabado, era la directora Holbrook y Finnelan que al parecer, estaban caminando hacia ellas y era cuestión de metros lo que las distanciaba, debían actuar rápido.
—¿Diana, quienes son... ¡Uaaah!
Diana tomó rapidamente la muñeca de Akko, corriendo entre los estantes para salir de la biblioteca y evitar ser vistas, pues no estaban estudiando precisamente en esos instantes. Diana miraba de reojo en cada esquina en caso de que estuvieran merodeando por ahí.
—Creo que solo deberiamos caminar e irnos -dijo Akko sin rodeos y con un dolor leve en su muñeca por el agarre de Diana.
—Lo sé, pero no quiero que nos vea la directora ni Finneland. No por el hecho de estar aquí, sino del por qué..., igual yo tengo la culpa.
—Discutiremos estos después, concéntromonos en salir de aquí.
—Está bien. ¿Lista para otra carrera?
—Siempre lo estoy.
***
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Quiero que seas mía
De TodoDesde hace meses, desde la liberación del Gran Triskellion, un nuevo sentimiento en Akko surge hacia una cierta rubia, la futura heredera, Diana Cavendish. Ella no puede explicarse el por qué, pero cada vez que está cerca de ella su mente se alborot...