El día trágico

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          "Alguien una vez dijo: creamos nuestros propios demonios. Siempre estará en tus manos acabar con ellos."

          Las emociones de Diana estaban bastante revueltas como para saber que era lo que sentía, ese beso que le había dado Akko no podía procesarlo, ¿por qué ella le daría un beso? Era una estupidez por parte de Akko hacer eso, pero lo hecho estaba hecho. Diana la había empujado con fuerza, haciendo que esta casi cayera.
—¿Q... Qué fue eso? –preguntó Diana totalmente roja y avergonzada.
—P-perdón Diana, es que yo...
—A esto hemos llegado... Ahora me besas sin razón –dijo Diana esta vez molesta.
—¡No es eso Diana! Es que...
—¡Es que nada Akko! No tienes el derecho de hacerme eso, aparte empezarían rumores que acabarían con mi reputación!
—... –Akko estaba ya furiosa por el comentario de Diana– Eso te importa más ¿eh? Tu reputación ¡¿Y que hay de mi?!
—Veras Akko, no quiero que una de la plebeya manche el nombre de los Cavendish.
          Akko simplemente no dijo nada, sólo se fue de ahí cabizbaja, sintiendo la mirada de Diana, estaba tan destrozada que no podía siquiera llorar y lo quería hacer de verdad, pero algo se lo impedía, algo tan fuerte que ni ella misma podía contrarrestar. Ahora se como se siente que te rompan el corazón. Se dijo Akko así misma sin darse cuenta que la lluvia se avecinaba cayendo unas cuantas gotas.

           Akko llegó a su habitación, entreabrió la puerta viendo que Lotte y Sucy no estaban, sintiendo aún más sola de lo que estaba; ya sin poder contener su furia y tristeza, entró y cerró la puerta de un portazo, lanzó las bolsas que traía al escritorio haciendo caer varios libros, golpeo la pared tantas veces pudo hasta que los nudillos le empezaron a sangrar, para finalmente tirarse sobre la cama y empezar a llorar. Los minutos pasaron y su llanto se podía escuchar por el pasillo, algunas chicas se asustaron y se marcharon, a excepción de una persona, a pesar de no verse muy a menudo, le importaba mucho.
          Adler tocó la puerta un par de veces mientras preguntaba si estaba bien, pero sólo siguió escuchando el llanto de Akko.
—... Voy a entrar al cuarto quieras o no  –dijo Adler después de varios intentos para que Akko al menos reaccionara y le abriera.
           Adler entró y vio que el cuarto estaba hecho un desastre. Libros tirados, ropa en el suelo, la pared con una pequeña grieta y una mancha de sangre, las camas destendidas, no había palabras simples para explicar todo el desastre que había.
—Akko... –Adler trató de hablar con ella pero esta lo interrumpió.
—Dejame sola, no necesito a alguien que me consuele.
—Akko, se que es dura la situación pero no debes...
          Akko se levantó de la cama, fue hacia Adler y lo tomó fuertemente de la camisa.
—¡Tu... No sabes lo que siento, no sabes cuanto dolor tengo! -le gritó Akko molesta, sólo quería estar sola, quería desaparecer en ese momento.
—Claro que lo sé Akko. Y no sabes cuánto sufrí.
—¡¿Y eso qué?! ¡Eso quedó en el pasado!
—¡Maldita sea escúchame! –Adler quitó las manos de Akko de su camisa y la sostuvo fuerte de los hombros obligándola a mirarlo–... Sé que tú situación es complicada, pero debes darle la cara al problema.
—... Como si fuera así de fácil.
—Se que no es fácil, nada es fácil, pero si no puedes sola, nos tienes a nosotros que te apoyaremos en lo que necesites.
          Akko no pudo más y empezó a llorar en el hombro de Adler.
—Ya, ya, tranquila Akko –dijo Adler tratando de consolarla–. Todo saldrá bien, no te preocupes.
          Así estuvieron por unos minutos hasta que la maestra Chariot se hizo presente.
—Adler –habló Chariot haciendo que este volteara, pero esta no notó que él abrazaba a Akko– ¿Está Akko aquí?
Adler en respuesta se alejó de Akko y dejó que Chariot la viera, viendo que estaba bastante triste.
—Akko –Chariot se acercó a Akko muy preocupada–, ¿estás bien?
—N-no, no lo estoy maestra –Akko se acercó un poco más a Chariot y hundió su cara en su hombro–. Ojalá sólo esto fuera una pesadilla.
—¿Qué es lo que tienes mi niña? –preguntó Chariot dulcemente para calmarla.
—E... es Diana, ella... –Akko no podía hablar de Diana, le dolía mucho el pecho con sólo pensarlo.
—Si no quieres hablar está bien Akko, no te preocupes.
—G-gracias...
          Tal vez deba decirle después, pensó Chariot mientras veía a su alumna triste gracias aquel ser que le arrebató a su novia, era mejor que la dejara el tema atrás, cuando fuera el momento, cuando las cosas se arreglaran le diría.

Quiero que seas míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora