No quiero ver tu rostro

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           Adler, después de la charla que tuvo con su amigo, ha estado algo pensativo, ya que en verdad no le agradaba su padre, o más bien, padrastro, su padre biológico murió debido a una neumonía severa y ahí fue cuando las cosas cambiaron para él, y era mejor no recordarlas.
—¿Estás bien amor? –le preguntó Hanna al verlo muy pensativo y serio.
—Sí, solo que... He estado pensando en un par de cosas, no te preocupes.
—Bueno, entonces si estás bien, ¿por qué no vamos a dar un paseo? El día es perfecto para uno.
—Cierto, no me había dado cuenta.
—Jaja, que despistado eres.
—Lo se. Salgamos de una vez.
—Ok.
         Adler se levantó del sofá, tomó la mano de Hanna y ambos salieron de la casa, y apenas y salieron sintieron una brisa fresca bastante confortante.
—Aaah –suspiró Adler–. Qué buen clima hace hoy.
—De hecho... Espero que se mantenga así, sería tonto desperdiciar un día así.
—Jeje, tienes razón.
          Ambos se alejaban cada vez más de la casa, donde llegaron a un cerro no muy grande, caminaron hacia el y al llegar se sentaron a contemplar las nubes, diciendo de las formas que tenían y puede parecer cosa de niños, pero para ellos no lo era en absoluto aunque se vieran ridículos.
—Jeje... Esa tiene forma de un perro –dijo Adler señalando una nube que estaba justamente arriba de ellos.
—Jeje, es cierto.
—Pero que ridículos se ven queridos –escucharon una voz a sus espaldas, que no le tomaron mucha atención.
—¿Y eso que te importa? –le dijo Adler mientras se levantaba para verlo, pero no fue muy agradable para él, y menos en ese momento– Vaya, mira quién está aquí... Henrich.
—Querido, dime mejor padre, no me gusta que me llames por mi nombre.
—Pues es así como te llamas, ¿no?
—Adler, mejor ya deja de pelear –dijo Hanna volteandose pero al momento de hacerlo, se percató de aquella persona que los molestaba.
—Buenas tardes señorita –dijo aquel hombre ignorando a Adler.
          Las cosas empezaron a ponerse tensas, y más para Adler ya que según su amigo, llegaba mañana por la tarde pero al parecer, él adelantó los planes, aparte de que no le gustaba la forma en la que miraba a su novia; por instinto, Adler se agachó y se apegó mucho más a Hanna y le tomó la mano, ya que Adler sabía perfectamente la conducta de aquel hombre.
—Tranquilo querido –dijo con toda calma Henrich mientras se acercaba a Hanna, se arrodilló enfrente de Hanna, tomó su mano derecha y le dió un pequeño beso en los nudillos –, no le haré nada a tu querida amiguita.
—Aléjate de ella, conozco bien tus intenciones –dijo Adler mientras que con su brazo izquierdo logró empujarlo lejos de Hanna.
—Tr-tranquilo amor, solo trata de ser amable –dijo Hanna en un intento de calmar las cosas.
—Oh..., ya veo lo que realmente pasa. La extorsionaste para que fuera tu novia –dijo Henrich burlón mientras saca un cigarrillo.
—Claro que no, si fuera así ya se hubiera alejado.
—¿De verdad? Bueno, eso no me importa. Tu amigo dijo que querías hablar conmigo, así que mejor dejen sus cosas de niños y vayamos a la casa.
          Henrich se giró y fue a la casa dejando a ambos ahí solos, por una parte Adler estaba un poco molesto y Hanna muy confundida.
—Amor, ¿quién era ese hombre? –preguntó Hanna.
—Él es mi padrastro Henrich. Pensaba en vernos mañana pero al parecer llegó antes.
—¿Y de que ibas a hablar con él?
—Cuestiones personales pero no tienes porque preocuparte, no es nada grave.
—Está bien... Mejor volvamos, no quiero que le haga algo a la casa.
          Ambos se acomodaron un poco su ropa y fueron de vuelta a la casa tomados de la mano; al llegar vieron a Henrich que estaba sentado en el sofá mientras fumaba.
—Oye, nada de fumar dentro –le dijo Adler mientras le quitaba el cigarro de la boca y lo apagaba en un cenicero que había un el buró.
—No exageres, no estamos con el abuelo, así que relájate –le dijo Henrich bastante tranquilo.
—No me importa, aquí no se fuma y punto.
—Está bien querido, no quiero que te arruges aún.
—Tsk... Como sea, iré por algo de agua –Adler fue a la cocina por un vaso de agua y Hanna, debido a que le daba un poco de miedo Henrich decidió acompañar a Adler.
—Amor... –dijo Hanna un poco insegura.
—¿Qué pasa querida? –Adler dejó el vaso con agua y abrazó a Hanna– Lo que necesites dímelo.
—B-bueno, es que me siento insegura con él en la casa, ¿podrían terminar rápido su conversación?
          Adler al igual que ella, se sentía bastante inseguro, ya que ese hombre en verdad no es de fiar, esa cara que parecía que tramaba algo, así que tomaría la palabra de su novia.
—Está bien, de todos modos pensaba en terminar lo más rápido posible, no te preocupes, se irá pronto.
—Ojalá..., quiero estar contigo a solas, ni siquiera llevamos 1 semana, jeje.
—Es cierto. Bueno, iré a hablar con él.
         Antes de ir con Henrich, le dió un pequeño beso en los labios a Hanna y fue con su padrastro, que estaba con toda la tranquilidad del mundo esperando a que Adler empezara "cantar".
—Bien querido... Es mejor que te ponga al corriente primero.
—Te escucho.
—Así está la cosa: debido a que Dilan se fue de la empresa, hay cierta problemática con las ganancias, desaparecen en un 16 porciento de lo que se debería ganar, y pues estamos en una crisis, aparte de que hay menos empleados.
—Aja, ¿y eso que tiene que ver conmigo?
—Mucho querido, ya que pronto hereradas la compañía junto con los problemas.
—Por si no lo sabés, aún tengo 16, así que sería estúpido que pueda manejar tu empresilla.
—Querido, es algo que sí o sí debes asumir, tienes que manejar la empresa.
—¿Y que quieres que haga? Aparte, no viniste nada más a esto, ¿verdad?
—En verdad eres listo querido, no solo vine para eso..., ¿acaso ella aún no de entera?
—Mejor no. Si de por si se preocupa mucho por mi..., no quiero que esté al borde del ataque cardíaco.
—Bien bien, entonces será mejor que me lo entregues.
—Mientras me dejes de molestar.
           Adler se levantó y en un compartimento en el suelo, saco un par de bolsas negras y se las entregó a Henrich, obviamente Adler estaba bastante disgustado, pero con tal de que no lo involucrara en sus problemas.
—Ahí está –dijo Adler con una mueca de asco–. Y sobre esa crisis que tienes..., arreglalo tú solo.
—Está bien. Hasta pronto querido.
—Tsk.
          Henrich guardó las bolsas y se fue de la casa, y para suerte de Adler, Hanna no vió cuando él le dio las bolsas a Henrich, no quería que se enterara, al menos por ahora, no quería que se preocupara de más.
—¿Ya se fue? –le preguntó Hanna desde la cocina a Adler.
—Sí, ya se fue.
          Hanna salió de la cocina y fue con Adler, que cuando estuvo enfrente se sentó sobre las piernas de Adler.
—Sabes... –le susurró Hanna al oído–. Me gusta estar así de cerca.
—A mi también –Adler se apegó a Hanna hasta llegar a su cuello–. Hueles muy bien cielo.
—N-no digas cosas vergonzosas –dijo Hanna haciendo un puchero.
—Solo digo la verdad. Me gusta todo de tí, ¿te lo he dicho?
—¡Cl-claro que lo hiciste! –Hanna estaba sintiendo un poco de vergüenza por los comentarios de Adler.
—Jeje... Te amo.
—Y-yo también te amo idiota.

Quiero que seas míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora