EL DIARIO DE IRINA
Querido diario, comenzaré a escribir en ti cómo cualquier chica promedio pre adolescente que comienza a descubrir los pequeños deleites y tormentos del amor y la pasión. Mi nombre es Irina Capuleto. Y no sé qué es más gracioso, mi nombre o mi apellido; Es el apellido de mi madre, pero me gusta usarlo más que el de mi padre pues encaja perfecto con mi pequeña historia de amor. Si bien he aprendido algo en mi corto tiempo de 14 años en esta tierra, es que la vida es la más grande ironía que puede existir, y valla que puede llegar a sorprenderte con su sátira y sus coincidencias.
Hace unos días, casi un mes aproximadamente, se mudó un chico de ojos azules y cabello tan pulcro y puro como la nieve bajo la cálida luz de la aurora. No vi ningún camión de mudanza llegar esa mañana de año nuevo, era primero de enero y la nieve apenas comenzaba a perder consistencia, sin embargo el color blanco seguía adornando las casas y calles del Londres como si las mismas nubes hubiesen bajado desde el cielo para adornar la tierra. Salí de casa esa mañana, me gustaba saltar entre la nieve y ver como mis botas se adornaban con escarcha al igual que mi cabello pelirrojo; Como toda chica de mi edad, me gustaba hacer ángeles de nieve y cientos de cosas más. El invierno estaba por terminar, debía aprovecharlo. Y ahí fue cuando lo vi, tan radiante, con cabello tan dorado y hermoso que se confundida con la nieve y la luz del sol que pregonaba el paso a la dulce primavera. Me puse de pie, como si me sintiese avergonzada y limpie la nieve de mi ropa como si por un momento olvidase que era una niña pequeña. Él me sonrió y se acercó a mí. -¿Quieres ver algo maravilloso?- Me dijo con una voz tan dulce y penetrante que me hizo estremecer –¡Ven conmigo!- Exclamó y me tomó de la mano mientras corríamos hasta un pequeño campo cubierto de nieve que estaba a unas pocas cuadras de mi casa. Se puso de rodillas en la nieve frente a un lago congelado, sopló en sus manos las cuales estaban protegidas por unos guantes de tela e hizo movimientos con estas como si tratase de hacer magia; Colocó sus manos sobre la nieve y la separó de par en par descubriendo dentro de esta una hermosa flor de primavera. –La naturaleza nos enseña que hay belleza entre la simpleza .Como el color radiante y cálido de una hermosa flor debajo de la nieve blanca y fría.- Me dijo mientras me sonreía y cubría de nuevo la flor con delicadeza –O al menos eso es lo que dice mi padre- Añadió con una pequeña y tierna risa. Creo que mi silencio le incomodaba, pero estaba tan sorprendida y encalatada por su belleza y su don con las palabras que apenas y pude devolverle una sonrisa. Se puso de pie -¡Me dio mucho gusto verte!- Exclamó y se fue corriendo, no sé a dónde, quizá a su casa pero se perdió entre el escarchado horizonte.
Fui corriendo a mi casa al mismo ritmo de mi corazón. Apenas podía escuchar mis pasos entre la nieve y el suele pues los latidos de mi corazón resonaban en mi pecho recordando aquella mirada que había quedado plasmada en mis ojos y por alguna razón le daba calidez a mi interior. Le pregunté a mi madre sobre ese chico apenas entré a mi casa cerrando la puerta de golpe por mi exaltación. Mi madre me vio sorprendida luego de escuchar tan detallada descripción sobre el chico. –Jamás había visto a alguien así en este vecindario.- Respondió con extrañeza. –Además- Añadió –Vivimos en la entrada del pueblo, es inevitable ver si algún camión de mudanzas viene hacia acá- Seguramente llegó de madrugada, dijo ella. Fui a buscarlo esa misma tarde, más no lo encontré; Regresé a casa decepcionada, apenas y toqué mi cena y me fui a dormir temprano. Me sentía tan extraña, jamás había experimentado algo parecido.
Al siguiente día, por la mañana, me levanté temprano. Luego de desayunar y asearme, me coloqué mis botas, mi abrigo y mi bufanda; Empaqué en mi mochila mis patines y una merienda que mi madre preparó. Fui de nuevo al lugar donde nos conocimos, más el no estaba ahí; Lo esperé sentada en la nieve por al menos media hora. Me sentí triste al ver que no llegaba, desempaqué mis patines y comencé a patinar en el hielo; No era buena patinando, así que tambaleaba y apenas lograba recuperar el equilibrio. Después de dar un par de vueltas, perdí de nuevo el equilibrio sin poder sostenerme. Sin embargo, cuando creí llegar a caer en el frio hielo, él me sostuvo con sus brazos por la espalda, tomó mi torso sutilmente y me ayudó a ponerme de pie. Estaba sorprendida y a la vez, estaba feliz de verlo; Me logré poner de pie y volteé hacia el tambaleando y apoyándome en sus hombros, él me sonrió y tomó mi cintura para que pudiese equilibrarme. Lo miré a los ojos y le sonreí –¡Hola!- Finalmente logré hablarle -¡Oh! ¡Así que puedes hablar!- Exclamó de broma y rió dulcemente. Correspondí riendo de igual forma y lo miré a los ojos, cruzando miradas y compartiendo sonrisas. –Lamento no haber podido hablarte ayer.- Le dije –No te preocupes.- Respondió – Lamento irme tan pronto, no puedo estar aquí por mucho tiempo.- Le sonreí sin comprender del todo sus palabras, pero me sentía feliz de poder verle de nuevo. Me tomó de la mano y patinó junto conmigo; Cuando me sentí lista, me soltó y patinamos juntos. No podía hacerlo como él, él lo hacía con una gracia incomparable, como si lo hiciese desde una edad muy corta.
Al medio día, terminamos de patinar y nos sentamos en la nieve a la orilla del hielo. –Quisiera que este lugar estuviese congelado para siempre- Dije tras soltar un suspiro –Pero...- Me respondió –Si siempre fuese así, dejaría de ser tan especial.- Sonreí y ascendí con la cabeza aceptando su razón. Cuando casi terminábamos nuestra merienda, recordé que no sabía su nombre –¡Oye!- Dije de manera repentina luego de un corto silencio, no recibí respuesta. Volteé a ver a mi derecha y noté que él se había marchado. Aun así, suspiré con alegría, al menos se había terminado su sándwich y la botella de agua estaba vacía. Habíamos pasado un buen momento y eso era lo que importaba. Sin embargo, aún no sabía quién era él y esperaba con ansias preguntarle al día siguiente.
Ese día no logré llegar temprano. Llegué a medio día, me sentía apenada per lo encontré sentado en la nieve sonriéndome como siempre. –Llegas tarde- Me dijo con una sonrisa mientras se ponía de pie. -¡Lo lamento!- Respondí –Las clases comienzan la siguiente semana y tuve que ir a inscribirme- Él solamente rió levemente y acarició mi mejilla. –No importa si llegas temprano o tarde, siempre vas a encontrarme en el mismo lugar. Y algún día llegaras a olvidarme, siempre estaré esperándote.- No podía soportar la dulzura en sus palabras. Hablaba con una gran sutileza y sensibilidad, que llegaba a sentirme más pequeña que él, más de lo aparente. Nos acostamos en la nieve, esta comenzaba a ser menos espesa que antes y el verde césped podía comenzar a sentirse. Hicimos ángeles de nieve y reímos. Me senté en la nieve y lo mire a los ojos sonriéndole –No nos hemos presentado -Él también se sentó a mi lado y rió –Es verdad.- Me sonrió con dulzura y me miró a los ojos –Cuál es tu nombre, pequeña.- Preguntó con ternura. –Irina- Logré decir nerviosa y titubeante, apenas podía escuchar mi voz pues mis fuerte palpitar resonaba en mi pecho. -¡Lo sabía!- Exclamó y sonrió -¿Y cuál es tu nombre?- Pregunté y cerré los ojos relajándome con sus suaves caricias en mis mejillas, más al abrir los ojos noté nuevamente que se había marchado.
El siguiente día me desperté nuevamente entusiasmada, sin embargo me di cuenta que mi padre había llegado a recogerme y debía ir con él. Iban a ser dos días, le pregunté si podíamos detenernos por un momento por el lago pero dijo que se nos hacía tarde. Me sentí tan mal de no poder verle ni siquiera para despedirme. Aún no conocía su nombre, pero seguramente debe ser hermoso; Aun no se su edad, pero es notorio que es mayor que yo, quizá por un par de años.
Después de dos largos días llegué corriendo al mismo lugar. Noté que apenas y quedaba nieve sobre el césped, y el hielo ahora era un hermoso lago de agua cristalina. La vista era hermosa, la calidez se sentía en el ambiente, más él ya no estaba ahí. Lo esperé todo el día y el jamás llegó. Llegó el día de escuela, al salir llegué al que ahora era un hermoso campo lleno de flores y un hermoso lago; Esperaba verle ahí más no lo encontré. Llegaba todos los días después de la escuela esperando encontrarle, las flores crecían cada vez más y eran cada vez más hermosas y radiantes. Hasta que un día, simplemente, dejé de llegar.
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Corazón de Ángel (ETAPA FINAL)
FantasíaDentro de un mundo dónde la razón es lo último que reina; Dónde los seres humanos viven solamente bajo un único propósito él cual es complacer los deseos de su propio bienestar olvidando la diferencia entre el bien y el mal. Un mundo corrompido dónd...