Capítulo 17 - Humanidad

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Después de un largo viaje, por fin llegó Obregón al aeropuerto, los pasajeros que esperaban por su vuelo eran atraídos por su apariencia, actitud a la cual él no prestaba atención, era más importante encontrar a su chica sana y salva. Estando en el avión, un enorme temor se apoderaba de su corazón mientras se acercaba más a su destino. Un miedo del cual no podía comprender la razón, no era solo por Ashley si no, por lo que podría ocurrirle a ella o a él, ignorando estos pensamientos se dedicó solamente a disfrutar del viaje, escuchando música para distraerse y esperando que aquella muchacha de ojos verdes que tanto amaba, se encontrase sana y salva.

Mientras tanto, Ámber, se encontraba angustiada, Ashley estaba perdida y su hijo había salido a buscarla sin pedir permiso alguno. De pronto, alguien abrió la puerta la cual, rápidamente fue abierta por la ansiosa señora esperanzada de encontrar en el pórtico de esa misma puerta, a su hijo y a su novia sin embargo, su sonrisa desapareció al ver que, quien tocaba era el señor Oswen. -¿No ha sabido nada de su hijo o de mi hija?- Le preguntó angustiado. -No he sabido nada de ellos- Respondió Ámber. -Ya he llamado a las autoridades y han comenzado a buscar, el problema es que no sabemos a dónde pudieron haber ido- Añadió Richard -El día antes de que se marchase, mi hija estaba alterada totalmente y no quiso hablar conmigo. Estoy seguro que dentro del abrigo que su hijo le dio había un sobre- Al escuchar esto, Ámber reaccionó impactada y rápidamente subió al cuarto de su hijo sin decir palabra alguna. Con rapidez, revisó de bajo de la cama de Obregón, tomando aquella enorme caja sin encontrar dicho sobre, su cuerpo se puso helado y lo único que hizo fue sentarse en el suelo. Al subir Richard al cuarto, la mujer se puso de pie y le gritó histérica -¡Su hija no tiene idea en que se está metiendo! Debemos ir al Austin ¡Tan rápido como sea posible!

Eran alrededor de las seis de la tarde y se encontraba Obregón en el metro de camino al Hospital Estatal de Austin, sin saber porque se dirigía hacia allá, lo único que sabía era que debía llegar rápidamente, mientras ese extraño sentimiento de temor, crecía cada vez más. Mirando alrededor del metro, y luego de notar que estaba lleno, se detuvo a observar a las personas que iban adentro deteniéndose a pensar: "Hay tantas personas en el mundo, cada una con sus vidas y estas tan solo son unas de ellas. Unas se dirigen a su hogar, otras a su trabajo, al turno nocturno, personas ancianas, abandonadas por sus hijos, viviendo una vida de soledad y de miseria, hombres preocupados por su familia y otros, preocupados solamente por su empleo. Personas con tristeza, miedo o angustia como si un familiar acabase de morir, hay una emergencia en su casa o simplemente, acaban de sufrir el desamor. Hay tantas vidas, tantas personas, buenas y malas que comparten un mismo mundo, un mismo propósito, ser alguien en este extraño laberinto llamado vida". Una anciana pidió el lugar del joven  haciéndolo emerger de las aguas de sus pensamientos, rápidamente se levantó y le cedió el lugar a esa anciana preguntándole después de un rato. -¿A dónde se dirige?, Señora- -Me dirijo al hospital de emergencias de la ciudad- Respondió la anciana.

-¿Se siente enferma? ¿Tiene algún familiar internado?- Preguntó el joven curioso mientras observaba el temblor del cuerpo de la anciana, tal vez era por su edad, o tal vez por el frío de la noche, no lo sabía sin embargo, no tuvo la descortesía de preguntar.

-No, no. Mi hijo trabaja ahí, su nombre es Harry, él trabaja como cirujano. No ha ido a visitarme desde hace casi tres años. Él siempre está ocupado atendiendo su trabajo y a su familia y ya no tiene tiempo para una anciana como yo... a pesar, de que yo soy su madre- Las palabras de la anciana entrecortadas por su llanto, hicieron sentir indignado a Obregón, así como decepcionado por la clase de persona que puede olvidarse de su propia madre y aun así, conmovido y admirado del amor qué le tenía aquella anciana a su hijo. La anciana llevaba consigo una bolsa, en la cual llevaba un pastel de chocolate, el cual sostenía con sus manos con mucho cuidado. Llevaba también, unas velas de cumpleaños, seguramente era para su hijo.

Corazón de Ángel (ETAPA FINAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora