Capítulo 26

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Tras su charla con Rey Finn se mantiene estático, sentado en la cabina del Halcón. Sus redondos ojos negros contemplan atónitos por la cristalera frontal del carguero, la masa ingente de pequeñas naves Lanniks, que ahora les sirven como escolta. Por su tamaño y apariencia podrían parecer inofensivas, pero él sabe del alcance de sus armas y la belicosidad de sus pilotos, tras presenciar cómo han acabado con el destructor estelar providencia de La Primera Orden, y después llevar a cabo una limpieza exhaustiva de cualquier vestigio enemigo, eliminándolos uno a uno con escrupulosidad.

Pese al temor que despiertan en su ánimo los agresivos militares de Lannik, el moreno persiste firme en su decisión de abortar el plan maestro de La Alianza, para terminar de una vez por todas con la guerra en la que permanece sumida la galaxia desde hace décadas. Por eso, se ha arriesgado tanto en contarle a su amiga Rey todo lo que traman los rebeldes. Al menos, lo que él conoce. En su fuero más interno sabe que la maquinación es mucho mayor de lo que Poe Dameron le ha explicado.

Hasta que averigüe que es lo que aún le oculta el comandante de La Rebelión, debe resistir en su puesto, y fingir que está de acuerdo con los propósitos rebeldes y luego informar a su valiente amiga de Jakku. Que se ha convertido en un símbolo de esperanza para todos los habitantes de la galaxia. Chewbacca gruñe acerbo sentado en el puesto de piloto, y Finn le contesta: -¡Sí, Chewie! Ya lo veo. Hemos llegado a nuestro destino.

Esa última palabra hace que se le ericen todos los pelos del cuerpo. Pues se le antoja un agorero presagio. Tal vez, todos pierdan sus vidas en aquel pequeño orbe de colores pajizos con retales glaucos. Irremisiblemente el viejo Halcón Milenario se acerca a él, como un enorme insecto en busca de néctar.

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En la negrura de la noche punteada por miles de estrellas titilantes apenas puede percibir la hermosura que se extiende bajo ella. Si hubiera podido hacerlo, vería colosales extensiones de prados verdemar espolvoreados de flores silvestres. Ben le explicó que se dirigían al "País de los Lagos", y más en concreto a un lugar llamado "Lago Varykino". El simple nombre ya le resulta del todo mágico. Ahora vuelan a escasos metros de una colosal masa de agua calma. Lo percibe en la forma en cómo se mueve su superficie acuosa y crea ondas al paso del carguero. También su cuerpo lo nota. Siente la misma sensación que en Takodana, cuando sus ojos vieron por primera vez tanta agua junta. Un inmenso anhelo por fundirse con ella. Ese día descubrió que le atraía tanto como una buena pelea de sables de luz: -¿Dónde vamos, Ben? Aquí no hay ningún lugar donde pueda aterrizar la nave.

-No te preocupes por eso, Rey. Aterrizaremos allí. –Con la cabeza le señala un punto dos tonos más oscuro que el agua que les circunda. Una islita en medio del lago.

Rey observa de reojo a Ben. No sabe cómo atinará a aterrizar en un espacio tan reducido y con tan poca visibilidad. Tan solo alumbrado por el bruñido de las dos lunas de Naboo y las luces de emergencia de la nave, para evitar ser avistados por algún caza estelar real del planeta, de ronda por los tranquilos cielos del "País de los Lagos". Pero su inquietud finaliza a la misma velocidad que el diestro piloto imprime en su arriesgado aterrizaje. Cuando bajan de la nave, la muchacha se encuentra un espacio vacío. Sin viviendas. Fértil pero deshabitado: -Aquí no hay nada, Ben. ¿Dónde me has traído?

El joven le indica con una sonrisa de medio lado que a ella le recuerda dolorosamente a Han Solo: -Éste no es el sitio que quería enseñarte. Para llegar hasta allí debemos tomar esa barca.


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Black Diamond (La redención de Kylo Ren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora