Narra Athenea:
Estaba harta de espera de pie pasando frío. Por eso me fui. Me daba pena por mis amigas por que las quiero y sabía que eso era importante para ellas, pero tenían que entender que yo no estaba agusto, que nadie me obligaba a estar allí y que podía irme.
Para volver al camino que me llevaba a casa de Lisa, tenía que pasar por un callejón. Estaba lleno de charcos por el centro de la calle, y eso me obligó a ir pegada a la pared si no quería mojarme. Pero cuando creía que ya nada más podía pasarme, una puerta se abrió de la nada golpeándome en la cabeza y perdí el conocimiento al darme contra el suelo.
No sabía si había estado inconsciente un par de minutos, un par de horas o un par de días, pero cuando deje de estarlo, sentí que no seguía en el callejón. De estarlo, estaría en el suelo, frío, duro y posiblemente mojado, pero no estaba allí. Sentía que podía estar en una cama, por que tenia la espalda relajada y sobre algo cómodo, y tampoco estaba en la calle por que hacía una temperatura ideal. Pensé que las chicas podrían haberme encontrado y podrían haberme llevado a casa.
Pero no. No estaba en casa de Lisa, ni en la mía. Abrí los ojos muy despacio porque todavía me dolía un poco la cabeza por el golpe, pero cuando conseguí enfocar la habitación, vi que era grande, con unas ventanas enormes en frente. Me sobresalté al ver aquella pedazo de vista y entonces vi la cama enorme en la que estaba. Me asusté aún más cuando vi que no llevaba mi ropa, en vez de eso, llevaba una camiseta de fútbol que me quedaba grande.
–¿Pero que...?
Miré en la mesilla buscando mi móvil o algún indicio de mis cosas, pero no encontré nada. Sólo un reloj que marcaba las diez. Me levanté de la cama y me acerqué a las ventanas para ver si podía reconocer la zona pero qué va, estaba encima de un acantilado. En aquella habitación no podía hacer mucho más, así que decidí salir al pasillo.
Abrí la puerta despacio y al salir al pasillo vi la escalera en la otra punta del pasillo pero según fui hacia ella, otra puerta se abrió y salió un chico, únicamente con pantalón de ella. En cuanto me vio, se quedó clavado en el sitio, y entonces me di cuenta de que era Robbie. En cuanto le reconocí comencé a gritar, y no sé por qué, él comenzó a gritar también, y como estaba en medio del camino, le acabe pegando un bofetón para que se apartará y salí corriendo.
Bajé las escaleras lo más rápido que pude pero al llegar abajo me quedé paralizada al ver las dimensiones del salón.
–¡Eh oye! ¡Espera!– Me gritó.
El chaval bajo la escalera rápidamente hasta acercarse a mi, pero yo cogí una de las cosas que había por ahí y le apunté.
–¡No te acerques!
–Vale, vale tranquila. Pero suelta eso, ¿quieres?
–¿Por qué iba a hacerte caso?
–Porque es un Emmy.
–Seras avaricioso...
–No lo digo por eso.
–¿Dónde estoy? ¿Y dónde está mi ropa, mis cosas? ¿¡Y por qué demonios no llevas camiseta!?
–Porque yo duermo así.
–Te has saltado dos preguntas.– Se encogió en hombros y puso una cara que no se describir.–¿Qué coño hago aquí?
–La historia tiene su gracia.– Dijo acercándose un poco más.– Te cojo esto, ¿vale?– Dijo quitándome el Emmy y dejándolo en su sitio.– Anoche salí del estudio de The Late Late Show y cuando abrí la puerta de la calle... te di sin darme cuenta y te traje aquí.
–Ah, muy bien. ¿Y no se te ocurrió llevarme a un hospital? ¡Y si me llega a pasar algo!
–Estabas bien, solo te di un golpe.
–¿Y por qué llevo esto puesto?
–¿No querrías dormir con la ropa, no?
–¿Me estás diciendo que anoche que quitaste la ropa estando yo inconsciente?
–¡No! No, no, no. Fue Alicia, yo me fui a la cama.
–¿Quien es Alicia?
–Mi ayudante.
–Dios... Mira, dame mis cosas que me voy a mi casa.
–Tus cosas... si, a ver...
–No sabes dónde están.
–No.
–¡Aaggg! Qué desastre de hombre.
–Eh, que yo no te he...
Antes de que pudiera terminar la frase, su teléfono, que estaba encima de la mesilla, sonó. Se acercó a el evitando mis preguntas acerca de quiero era y todas las preguntas que no me contestaba.
–Mierda, Cat.– Dijo poniendo el móvil sobre su pecho sin contestar.
–¿Quien es Cat?
–Necesito que estés callada.
–No pienso callarme si no me dices quien es Cat.
–Mi representante, y ahora por favor, cállate.
Después cogió el móvil como si no pasará nada.
–¡Cat! Buenos días.
...
–Si, si. Mucho mejor.
...
–Mierda.
–¿Qué pasa?– Le pregunté.
–Cállate.
...
–Oh, nada, nada.
...
–¿Me quieres decir qué demonios pasa? ¿Qué..?
Antes de que pudiera terminar, me cogió de los hombros y me tapo la boca para que me callara. Intenté soltarme mientras él seguía hablando, pero no había manera. Aunque no lo pareciera, tenía fuerza.
–Si, si. Estaré listo. No te preocupes.
...
–Que si. Adiós.
En el momento en el que colgó, le mordí la mano para que me soltara.
–¿¡Se puede saber por qué has hecho eso!?
–¡Llévame a casa!
–Ahora no puedo.
–¿Cómo que no?
–Ven conmigo.– Dijo cogiéndome de la muñeca y llevándome a una de las habitaciones del piso de arriba.
–¿A dónde vamos?
–Necesito que te quedes aquí y no hagas ruido hasta que te avise. ¿Crees que serás capaz?
–Solo si luego me llevas a casa.
–¡Qué si!– Dijo empujándome de nuevo hacia dentro.– Tu solo... cállate.– Dijo y cerró la puerta dejándome dentro.
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Perfectamente imperfectos
FanfictionYo ya estaba acostumbrado a que todas las chicas del mundo gritaran y llorarán a mi paso, y ahora con la grabación de mi nueva película, pues más todavía. Pero a lo que no estaba acostumbrado hasta ahora, era a enamorame de verdad, o más bien, a ena...