Capítulo 16: Tom abre mis cajones sin permiso

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Narra Robbie:

Ben volvió a casa sin que yo dijese nada. La verdad es que desde que Athenea se bajó del coche, no había sido capaz de procesar ningún pensamiento que no fuera sobre ella.
No comprendía como había podido estar toda la mañana intentando evitarla y ahora deseaba volver a verla.

–Señor.–Me dijo Ben, y me daba la sensación de que llevaba un rato llamándome.

–¿Si?

–Hemos llegado. Hace cinco minutos.

-Ah, gracias Ben.

Salí del coche y mientras subía a casa, intenté espabilarme un poco para que nadie sospechara nada, y menos Cat, porque sabía que tendríamos un larga charla sobre Athenea y por que estaba en bragas en mi escalera. Pero cuando llegué a mi salón, solo vi a Tom y a Thomas comiendo.

–Vale, ¿qué hacéis en mi sofá?

–Esperarte.– Dijo Thomas.– Y desayunar.

–Vale...– Dije y me acerqué a la escalera para ponerme ropa para estar en casa en vez de vaqueros y camisa y los chicos me siguieron.

–Pero no nos dejes así.– Dijo Tom.– ¿Donde esta la chica de anoche?

–¿Qué chica?

–Eh... la chica que golpeaste con la puerta, ¿cual sino?

–Vale, para empezar, se llama Athenea, y está en su casa.

–Athenea, ¿eh?– Dijo Tom riéndose.– ¿Te lo dijo ella o se lo preguntaste tu?

–¿Acaso importa?

–Claro que importa.– Dijeron a la vez.

–Muy bien, pues... se lo pregunte yo.

–Uy, uy, uy...

–¿Insinúas algo, Holland?

–No, nada. ¿Por qué se lo preguntaste?

–Volviendo a la chi- digo a Athenea...¿ha dormido aquí?– Preguntó Thomas cuando ya llegamos a mi cuarto.

–Si, bueno, ella durmió en mi cama y yo en la de invitados.

–Dime por favor que le dejaste algún pijama.

–Tranquilo Tommy, no soy idiota.

–Discutible.– Dijo Tom apoyándose junto a mi cómoda que estaba medio abierta pero él abrió el primer cajón de golpe y abrió mucho los ojos.– ¿Desde cuándo guardas agendas en el cajón de los calzoncillos?

–¿Y tú por que abres el cajón de sus calzoncillos?

–Estaba medio abierto y he visto una cosa rara.

–¿Vas por la vida abriendo cajones ajenos?

–Claro que no.

–Y, aún así, no pienso dejar que te acerques a mis cajones.

–¡Eh!– Dije cuando me acerqué al cajón.– ¿Podemos centrarnos en la agenda y no en que Tom a abierto mis cajones? Qué por cierto, como vuelvas a hacerlo, no vuelves a entrar en mi cuarto.

–Si, ya. ¿Pero de quién es la agenda?– Dijo cogiéndola.

–¿Y yo que...?– Me interrumpí mi mismo y cerré los ojos.

–Te acabas de dar cuenta, ¿a qué si?

–Esta mañana guardé aquí las cosas de Athenea.

–¿La agenda es suya?– Dijo Tom abriéndola.

–Es posible, pero no podemos leerla.– Dije queriéndosela.

–¿Por qué no?

–Uno: no es nuestra agenda. Dos: por que no conocemos a Athenea y tres: por que no es mi ético ni moral.

–En la primera página está su número. Hay que llamarla y devolverle la agenda.

–¿Sólo para eso?

–Cállate Tom.– Dije y llamé a Athenea.

Esperamos un par de minutos los tres pegados a mi teléfono hasta que por fin contestó.

¿Diga?

–Ho-hola Athenea. Soy Robbie Kay, ya sabes, el chico de esta mañana.

Ah, si. El subnormal que me dejó inconsciente y ni siquiera me llevó al hospital.

–Toma ya.– Dijo Tom riéndose.

–Eh, para empezar ni siquiera te vi y yo no te he insultado.

–Lo sé, pero es que me caes como el culo. ¿Por qué me llamas y cómo has conseguido mi número?

–¿Tú tienes una agenda de rayas y con flores?

Si. Y es un cuaderno.

–Lo que sea. Lo tengo yo.

¿Puedo saber por qué?

–Se caería cuando te di tus cosas. Lo siento.

Me da igual si lo sientes o no. Quiero mi cuaderno. Dámelo.

–Te lo daría encantado. ¿Qué te parece si te envío un coche y vienes a por ello?

Ya estás tardando.– Dijo y colgó.

–Parece simpática la chica.– Dijo Thomas.

–Si. Buena gente.– Añadió Tom.

Le pedí a Ben que fuera a buscarla y los tres esperamos en el salón hasta que sonó el timbre y yo me levanté como un rayo.

–Ya está aquí.

–Venga Romeo, abre la puerta.

Seguí el consejo estúpido, pero práctico de Tom y abrí la puerta. Athenea entró como echa una furia hasta el centro del salón.

–¿Donde esta mi...?– Comenzó a decir pero paró al ver a los chicos.– ¿Qué hacen estos aquí?

–Somos los amigos del subnormal.

–Si, ya. Ya lo sé. Holland y Sangster. ¿Me das mi cuaderno?

–Aquí tienes.– Le dí el cuaderno y lo cogió de mala gana.

–Gracias.– Se dirigió hacia la puerta pero yo la agarré de la mano antes de que se fuera.– ¿Qué se supone que haces?

–¿Le has contado a alguien que me conoces?

–Todavía no.

–No puedes contarse lo a nadie.

–Dame un buen motivo.– Se cruzó de brazos.

–Porque tu vida cambiaría radicalmente.

–Hazle caso.– Dijo Tom.– Es como el rey Midas, pero con la prensa.

–Entonces olvidaré con mucho gusto todo esto.

–Gracias.

–Vete a la mierda.– Dijo antes de irse.

Athenea cerró la puerta de golpe y cuando lo hizo, sonreí sin casi darme cuenta.

–¿Qué has hecho?– Dijo Thomas.– Solo sonríes así cuando has hecho algo.

–Ya lo verás...

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora