Capítulo 43: Conozco a toda la familia de Robbie

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Narra Athenea:

Bajé completamente emocionada del avión. Molaba mucho estar en medio de la pista de embarque, pero teníamos que salir rápido de allí y coger las maletas.

Cuando terminamos todo el papeleo, ya estaba oscureciendo, y cuando salimos, vimos unas chicas esperando a Robbie. Muchas menos que en California.

–¿Me esperas un segundo?

–¿Por qué hay tan pocas?

–Porque saben que cuando vengo a Londres me gusta estar tranquilo. Pero siempre hay gente.

–Vale, si. Vete tranquilo.

Robbie sonrió y después se acercó a las chicas. Unos cuantos autógrafos, unas fotos y después se despidieron. Después, salimos al aeropuerto donde un coche nos estaba esperando.

A medida que íbamos por la ciudad, Robbie me iba contando cosas de la ciudad y lugares que le gustaban desde que era pequeño. Se le veía completamente emocionado. El chófer nos llevó a una calle en la que jamás me habría imaginado que vivirían los padres de Robbie. Aparcó delante de una casa igual que las otras y tras ayudarnos con las maletas, se marchó.

–Tenia tantas ganas de volver...– Dijo mirando su casa.

–Si, se te ve muy emocionado.

–Y a ti nerviosa.

–Compréndelo. Voy a conocer a tus padres, en un país que no es el mío, a diez horas en avión de mi casa...

–No pasa nada.– Me cogió la mano.– Me tienes a mi. Y estarán mis hermanas Fiona y Camila, y estoy seguro de que a mis padres les encantaras.

–Eso espero...

Después cogimos las maletas y nos acercamos a la puerta, donde Robbie sacó las llaves y abrió la puerta.

–¿Hola?– Dijo entrando.– Mamá, papá, chicas, ya estamos aquí.

Cuando terminó de anunciar nuestra llegada, su hermana Fiona apareció por el pasillo con ropa para estar en casa, y cuando nos vio, dio un par de pequeños saltos y corrió a abrazarnos.

–¡Qué bien que habéis llegado!– Dijo abrazándonos.

–Como me alegro de verte.– Dijo Robbie.

–Vamos, están todos en el salón.

Dejamos todas las cosas en la entrada y Fiona nos llevó al salón.

–¡Familia! Mirad quien ha llegado.

–¡Hermanito!– Gritó la que supongo que era su otra hermana Camila y le abrazó.

–Hola Cammi.– Cuando se separaron, Robbie se acercó a sus padres.– Hola mamá, papá.

–Hijo, como te he echado de menos.– Dijo su madre abrazándole.

–Y yo a ti, mama.

–Ven aquí, chaval.– Dijo su padre y le revolvió el pelo antes de abrazarle y él suspiro.

–Como me alegro de estar en casa.

–Ejem.– Dijo Fiona y se acercó a mí.– ¿No te olvidas de algo?– Dijo señalándome.

–Oh... cierto.– Dijo y se acercó corriendo a mi.– Ella es Athenea Grace.– Me cogió de la mano.– Mi novia.

–¿Tú eres Athenea?– Dijo su madre acercándose.– Fiona nos ha hablado de ti.

–¿A sí?– Dijo Robbie mirándola.

–Chico, si tú no hablas con mamá, alguien tenía que contarle lo que haces.

–¡Fiona!– Le dijo Camila.

–Tranquilas las dos.– Dijo su madre.– Me alegro mucho de conocerte.– Dijo y me abrazó, lo cual me pilló un poco por sorpresa.

–Yo también me alegro de conocerla Sra. Kay.

–Puedes llamarme Stephanie y él es mi marido Iván.

–Encantada.– Sonreí.

–Bueno pues... ya nos conocemos todos.– Dijo Robbie y se rió más nervioso que yo.– Vamos a deshacer las maletas.

–No, no. Primero cenamos y luego ya os encerrados en tu cuarto a hacer lo que queráis.

–¡Papá!

–Era broma.– Dijo y todos fueron hacia el comedor.

–Me cae bien tu padre.– Le dije y después fuimos a cenar.

La cena con la familia de Robbie fue mejor de lo que me esperaba, quitando el hecho de que los ingleses cenaban bastante pronto. Después, subimos al cuarto de Robbie a deshacer las maletas.

–¿Cómo lo has visto?– Le pregunté cuando estuvimos solos.

–De maravilla. Les has encantado.

–¿Enserio? ¿No he hecho el ridículo?

–¿Ridículo? Yo creo que mis padres han hecho más el ridículo que tú.– Me reí.

–No pasa nada, si tú familia me ha...– Me detuve en seco al ver una foto encima de la comoda.– No puede ser.– Dije acercándome y cogiendola.

– Dije acercándome y cogiendola

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–¿Este eres tú?

–Claro que soy yo.

–¡Dios mío!– Me seguí riendo.– Pero que adorable. ¿Cuántos años tenías?

–Buff, no me acuerdo bien. Por si no te has dado cuenta, no aparento la edad que tengo.

–No tienes pinta de ser el típico chico que juega en equipos escolares.

–Pues jugaba. Y ganamos la liga aquel año.

–¿Enserio? Pero que monos.

–Si ya, oye, me encantaría que no te rieras de mis fotos de adolescentes.– Dijo dejando la foto en su sitio.

–No me río en plan burla. Estas son las fotos que me gusta ver de ti.

–Pues en esta casa te vas a hartar. Y más todavía si mi madre te enseña los álbumes de cuando era un bebé.

–¡Si, por favor!

–Ni de coña. Vamos, a dormir, mañana será un día largo.– Dijo y tras ponernos el pijama, nos metimos en la cama de cuando él era un adolescente, y antes de quedarse dormido me susurró algo al oído:– Me encanta que estés aquí.

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora