Capítulo 52: Leo la peor nota de mi vida

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Narra Robbie:

Cuando terminamos de rodar, me quedé un rato con los chicos en el camerino descansando un poco mientras terminábamos de quitarnos el maquillaje y el vestuario.

–Como odio la sangre falsa.– Dijo Tom.– Se quita fatal.

–Se quita fatal por que no sabes quitarla.

–Como si tú fueras experto en maquillaje.

–No lo soy, pero atiendo cuando las maquilladoras me hablan.

–Atiendo cuando las maquilladoras me hablan.– Dijo Tom haciendo una horrible imitación mía.

–Vaya par de críos.

–Si, pero dos críos con novia.– Dije y Tom y yo chocamos los cinco.

–A ver cuándo consigues una, Tommy.

–No tengo prisa.

–¿Y Rose? Sería gracioso, ¿no? Ellas son tres, nosotros también...

–Rose tiene novio.

–¿A sí?

–¿Atiendes alguna vez cuando te hablan?– Dije riéndome.

–No, la verdad es que en ese momento, estaba pensando en Lisa.

Thomas y yo nos reímos y después cada uno nos fuimos a casa, pero antes de llegar, le pedí a Ben que parara en una pastelería y comprará un par de napolitanas de chocolate para Athenea y para mí. Sabía que le encantaban.

Ben me dio las napolitanas cuando volvió al coche y siguió de nuevo a casa. Tenía ganas de pasar una noche a solas con mi chica y por eso cuando Ben aparcó, salí casi de un salto del coche. Fui hasta el salón en una carrera y con una gran sonrisa, pero cuando llegué, Athenea no estaba por ninguna parte. Sólo estaba Cat.

–Cat, no te esperaba. ¿Y Athenea?

–Para cuando yo he llegado, no estaba aquí. Sólo esa nota en la mesa.

–¿Qué nota?– Dije sentándome en el sofá. Dejé las napolitanas en la mesa y Cat me dio la nota.

Robbie, lo siento pero no puedo seguir con esto. No quiero esta vida, es demasiado incluso para sacar algo de dinero y ya no puedo con esto.
Ya no siento nada.
Por favor, haz el favor de dejarme en paz y no volver a llamarme nunca.
Athenea

Aquello me dejó helado. Me quedé casi sin respiración. Aquello no podía ser real. No podía moverme, ni siquiera podía pensar.

–Robbie, ¿estás bien?

–Dime que esto no es real. ¡Dime qué ella no ha escrito esto!

–Lo siento, pero es muy real.

–No, no, no... ¡Ella no escribiría algo así!

–Pero está firmado por ella.

Escondí la cabeza entre las manos e intenté no llorar. ¿Qué había pasado? Estábamos muy bien, no lo entendía. No podía entenderlo. No quería. ¿Qué había hecho mal?

–Sé que es duro Robbie, pero tienes una vida, y no puedes dejar que ella te la arruine.

–No entiendes nada de relaciones, ¿verdad?– Levanté la cabeza y hablé con la voz rota.– No puedo... olvidar a la que ha sido el amor de mi vida en cinco minutos.

–El amor de tu vía... sólo tienes veintitrés años.

–¡Suficientes para saber que la quería!– Dije levantándome.

Corrí hasta mi cuarto y cuando cerré la puerta me tiré en la cama como un niño con una rabieta impresionante. Entonces no pude resistirme más y lloré. Ahora mismo, me parecía imposible pensar en otra cosa que no fuera Athenea. Sin ella, no le encontraba sentido a nada.

Al cabo de un rato, cuando ya se me habían acabado las lágrimas, escuché como tocaban a la puerta. Supuse que sería Cat, así que le dejé que pasara.

–Oh, mi pobre Robbie.– Dijo entrando y sentándose junto a mi.– Tienes una cara horrible.

–No me digas.

–Escucha: he estado pensando y tú lo necesitas a alguien a tu lado para ayudarte a olvidar a Athenea.

–No creo que sea buena idea buscar novia ahora.

–No me refiero a eso.– Dijo pasándome el pelo por detrás de la oreja con una caricia, cosa que me pareció un poco raro e incómodo.

–Cat, no sé a dónde quieres llegar.

Ella sonrió y después su mano pasó de mi cabeza a mi cuello y sin que me diera cuenta, me echó hacia delante y me besó.

Me quedé con los ojos abiertos mirando como la mujer que me había cuidado desde que era un niño me besaba como si fuera su amor platónico del instituto.

–No creo que esto me venga muy bien ahora mismo.– Le dije al separarnos.

–Al contrario. Te conozco mejor que nadie, puedo ayudarte a superarlo.

–Ya Cat, pero...

–Piénsalo así: el mundo se a acostumbrado a verte de la mano de una mujer. A tus fans les costaba verte con Athenea, pero nunca dijeron nada de mí. ¿No lo ves? ¡Es perfecto!

–Pero es que a mi me gusta Athenea.

–Lo sé, y yo te quiero a ti. Sé que acabarás dándote cuenta de quién está a tu lado de verdad y quien no.– Dijo levantándose y comenzó a caminar hacia la puerta.

–Cat, espera.

–¿Si?– Dijo dándose la vuela.

–Necesito pensar en esto... mucho, pero... ¿podrías quedarte a dormir?

–Claro.

–Pero si no te importa... ¿puede ser en la habitación de invitados? Necesito seguir estando solo.

–No hay problema.– Dijo y se marchó.

Cuando Cat se marchó, me deje caer en la cama con un gran lío en la cabeza acerca de lo que iba a pasar a partir de ahora, y por un momento, la mejor idea me pareció dormir. Sólo dormir.

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora