Capítulo 36: Los chicos apuestan en mi contra

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Narra Robbie:

Y yo me creía implacable... un pequeño beso en la mejilla bastó para desarmarme.

Me puse la mano en la mejilla intentando procesar todavía que Athenea me había besado y agradecí a todos los dioses que existían por que Cat no estuviera aquí.

Seguí con la mano en la mejilla hasta que llegué a casa, sin parar de pensar en que también me había dicho que era mi amiga. Si había conseguido que dejara de odiarme, ¿quien me decía que no podría enamorarla? Cuando llegué a casa y abrí la puerta vi que las luces estaban encendidas, y cuando entré en casa, vi a Fiona y los chicos en mi sofá.

–¿Otra vez, chicos? ¿Qué hacéis aquí?

–¡Ven aquí!– Dijo Fiona viniendo hasta mi y llevándome agarrado de la muñeca hasta el sofá.

–Álex me ha llamado.– Dijo Thomas.

–¿Porqué?– Dije extrañado y asustado a la vez.

–Si, yo también había pensado lo mismo, pero no. ¡Escúchale!– Dijo Tom.

–¿Te has hecho una sesión de fotos con Athenea?

–Sera bocazas...

–¡Aahhh!– Gritó Fiona.– ¡Eso es un si! ¡Si, si, si, si! ¡Conozco a mi hermano!

–Fiona cálmate.

–¡He ganado la apuesta!– Dijo y extendió las manos hacia los chicos.– Pagad, pringaos.

–Por tu culpa hemos perdido cinco dólares.– Dijo Tom.

–¿Y yo que tengo que ver? No haber apostado.

–Apostamos a que Athenea no se dejaría hacer fotos contigo.

–¿Y por qué no iba a querer hacerse fotos?

–Porque cuando la llevé a trabajar, me dijo lo mucho que te odiaba y lo bien que le había caído yo.– Dijo mi hermana guardando el dinero– Pero yo creo en el amor.

–¿Qué amor?– Dijo Thomas.– Pero si hasta tú misma has dicho que le odia.

–Ya no.– Dije y todos me miraron serios y sorprendidos como si hubiera hecho el descubrimiento del siglo solo con dos palabras.

–¿Cómo que ya no?– Preguntó Tom sonriendo un poco.

–Durante las fotos le pregunté a ver si podía considerarla mi amiga, y cuando volvimos a casa me dijo que si. Que podía considerarla mi amiga... y me dio un pequeño beso en la mejilla.

–¿¡Qué!?– Dijeron los chicos.

–¡Aaahhh!– Volvió a gritar mi hermana.– He vuelto a ganar.– Los chicos volvieron a darle cinco dólares cada uno y yo levanté los brazos sorprendido y puede que algo ofendido también.

–¿Cuántas veces habéis apostado por nosotros?

–Unas cuántas.

–¿Y no me habéis apoyado en ninguna?

–Entiéndenos tío. La cosa estaba un poco verde entre vosotros.

–Y ahora se ha vuelto más rojo pasión.– Dijo Fiona sentándose a mi lado.– Por cierto, me ha dicho Camila que ella también cree que podrás conquistarla.

–¿Has hablado con ella?

–Aja, y con mamá y papá.

–¿Enserio? Tengo que llamarlos...

–Tienes que hacer tantas cosas hermanito...

–Como venir a la fiesta del viernes.– Dijo Tom.

–Dios, la fiesta...

–¿Qué fiesta?– Preguntó Fiona mirándole.

–La fiesta de estrenos.

Todos los años, cada vez que se acercaba la época de los estrenos cinematográficos, se organizaba una fiesta fuera de cámaras donde todos los que promocionamos películas estábamos invitados.

–Vas a ir, ¿no?

–Claro. ¿Y vosotros?

–Pues claro que sí. Salimos en la misma peli que tu. Además de que este año también hemos promocionado otras pelis.– Dijo Thomas.

–Es verdad. Infinity War y La cura mortal. Ya no me acordaba.– Me reí y Tom me tiró un cojín.– Entiéndelo, técnicamente, los tres hemos muerto alguna vez.

–Ja, ja. Muy gracioso.

–¿Y por qué no le pides a Athenea que vaya contigo?

–¿Cómo voy a pedirle eso? Por favor Fiona...

–Oh, vamos. No me seas cobarde.

–¡No soy cobarde! Es que no sé cómo pedirle una cita...

–Coges el móvil, la llamas y se lo preguntas.– Dijo Tom.– Es fácil.

–¿Qué es lo peor que te pueda pasar? ¿Qué te diga que no? Ya te ha pegado un par de veces, más doloroso que eso no será.

–No, te aseguro que no.

–Venga, llámala.– Dijo Tom dándome el móvil.

–¿Qué? Ahora no. Estará durmiendo, mañana tiene clase.

–Que envidia.– Dijo Thomas bostezando.

–¿Queréis quedaros a dormir? Tenéis ropa limpia en vuestros cuartos.

–Me parece buen plan.– Dijo Thomas levantándose y yéndose hacia la planta de arriba.– Hasta mañana.

–¿Tú quieres quedarte?– Le dije a mi hermana.

–No hace falta, Robbie. Hasta mañana.– Dijo levantándose.

–Hasta mañana.– Cuando Fiona se marchó, miré hacia donde estaba Tom y vi que estaba medio dormido en el sofá.– Eh tu.– Dije lanzándole un cojín.– Vete a la cama, anda.– Dije y yo también me fui hacia mi cuarto.

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora