1: Magia para mi corazón
-¡Papi Magus! ¡Papi! -una pequeña niña, de cabellos y ojos dorados, venía corriendo hacia él, tanto como sus pequeñas piernitas se lo permitían.
La niña, y Max, tenían dos años y medio. Rafa ya casi cumplía tres, pero él siempre fue más fuerte que sus hermanitos adoptivos.
Magnus dejó su libro a un lado para abrir los brazos y recibir a su princesa. Alec, a su lado, se acurrucó más contra su esposo.
Estaban en el jardín de su nueva casa, la que habían comprado hace más de dos años cuando Magnus volvió y su familia creció. Alec se había quedado dormido al lado de su hermoso esposo, la cabeza en el regazo de Magnus, sus manos aferrándolo, cada día y cada noche Alec sentía la necesidad de mantener contacto físico con Magnus, como si tuviera miedo de perderlo, de que esto fuera temporal como antes, que el cielo volvería a separarlos.
Sabía que era una tontería, porque Magnus ya estaba con ellos en la Tierra, él ya no era la luna, ahora era su esposo y padre de sus hijos, sólo eso, pertenecía a ellos y no al cielo.
Alec se aferró más a él cuando lo sintió moverse, sus dedos clavándose en él. Magnus acarició su cabello sin dejar de mirar a su pequeña Elara correr hacia él, no podía ir por ella sin mover a Alec, y lo último que quería era alejarlo, quería disfrutar cada segundo a su lado, sabiendo que tenían el tiempo contado.
Pero a un par de metros de llegar hasta él, todavía con sus bracitos agitándose hacia su papá, la pequeña Elara tropezó.
Magnus sintió su corazón detenerse, como cada que algo le pasaba a alguno de sus hijos. Apenas las manitas y las rodillas de Elara habían tocado el césped, todavía su carita llena de sorpresa y miedo, antes incluso de que su llanto se escuchara, Alec se despertó completamente, todavía un poco desorientado, buscando lo que lo había sacado de su sueño.
Elara comenzó a llorar, sus rodillas y las palmas de sus manitas raspadas.
Max, que venía corriendo tras ella, se detuvo y empezó a llorar también. Porque, después de nueve meses juntos en el vientre, eran tan cercanos que si uno lloraba el otro también. Y porque venían jugando, él no quería que su hermanita se lastimara.
Alec, ya un poco más despierto, y más tranquilo porque no era nada grave, nadie lo estaba dejando para siempre, empezó a gatear hacia su hija.
Pero Magnus lo detuvo, señalando con su barbilla la razón.
Rafa, su pequeño nefilim, que había estado sentado leyendo cuentos -porque ya sabía leer, era mucho más listo que cualquier niño de su edad-, se apresuró a ir con su niña.
-No llores, corazón -siempre le llamaba así. Rafa amaba a sus papás, aunque no olvidaba a Ángela, amaba mucho a su hermanito Max, lo cuidaba y le leía cuentos, jugaba con él y con Elara, pero Elara, ella era su debilidad, su corazón.
A Elara le gustaba que le llamara "corazón", desde antes de que pudiera hablar bien, cuando sonaba como "codson".
Magnus recordaba la primera vez que vio los ojos de ellos encontrarse y sus manitas entrelazarse y se preguntó si la historia iba a repetirse, sangre de ángel y de la luna corriendo por sus venas, dos corazones enamorados.
No eran realmente hermanos, y para ellos no había separaciones ni maldiciones, así que estaba bien. Cuando fueran mayores, si ese cariño evolucionaba a algo más.
Por ahora, Magnus y Alec, se quedaron viendo como el pequeño Rafa cuidaba a su hermanita, apenas dijo ese "Corazón" Elara dejó de llorar y buscó, con sus ojitos empañados, a su héroe. Sus labios temblando, con pucheros. Las manitas morenas de Rafa se posaron en las rodillas pálidas, ahora enrojecidas, de la semidiosa. Y todos vieron, un poco sorprendidos, como con las caricias del pequeño nefilim las heridas desaparecían.
La magia del ángel para su Corazón.
* * *
El primer extra, haré algunos antes del epílogo y otros de lo que sucede después del epílogo para concluir la historia. Gracias a quien lea ❤
Subiré uno por semana, si quieren de algún momento me pueden decir y lo incluyo :3
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Hijo de la luna (Malec Mpreg)
FanfictionTERMINADA» Alexander Lightwood no quería casarse, sus preferencias siempre fueron evidentes, pero él tenía un deseo demasiado grande: quería un hijo. Entonces se le ocurrió, ¿por qué no? Pedir un deseo...a la luna. La luna era una divinidad y, como...