011 Cafuné

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—No hemos mentido Lia, no seas tan dramática— me quejo, entrando una vez más al centro comercial

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—No hemos mentido Lia, no seas tan dramática— me quejo, entrando una vez más al centro comercial.

—Nos reuniremos con esa chica, claro que mentimos.

—Pero también hemos venido a comprar el traje que usaré en la fiesta— aclaro para ella —. Te recuerdo que ayer tardaste horas en buscar tu vestido, además ¿no crees que es un poco tarde para que hablemos de sinceridad, justo en este momento?

Sabe que no hay argumento para eso por lo que prefiere quedarse callada y seguir caminando.

Ayer hablamos con Julia, la chica que despidieron del local de comida. Aceptó ayudarnos pero con la condición de que le contáramos qué era aquello que estábamos ocultando. Según ella es para recibir información adicional y no arruinarlo todo, pero creo yo que es por pura curiosidad. Lia estaba bastante nerviosa, me dijo que no aceptáramos su condición pero teníamos que hacerlo, no había opción. Así que hoy hemos quedado de vernos para decirle todo y explicarle lo que tiene que hacer. En el camino le dije a mamá que hoy en la escuela me dijeron que este jueves la coordinadora iría a verla a casa.

Ya no hay marcha atrás.

Entramos a una tienda de ropa exclusiva para hombres y entre los dos comenzamos a buscar. Somos los únicos jóvenes en este lugar, por lo que puedo observar. Hombres mayores de treinta años revisan los trajes que están en exhibición, ya sea solos o con sus parejas. Me siento un poco incómodo al notar ciertas miradas sobre nosotros.

—¿Qué te parece esta camisa?— pregunta Lia sosteniendo una color rosa pálido.

—Puede ser, me gusta— asiento hacía ella. Ahora yo le muestro una que me ha gustado, es blanca con líneas negras verticales —. ¿Qué dices de esta?

Ella la observa por un rato y niega rotundamente. ¿Acaso está tan fea? ¿Tan malos son mis gustos? No lo creo.

—Okay— la vuelvo a dejar, confiando en ella y seguimos buscando.

Le he mostrado alrededor de siete camisas más, todas de distintos colores, patrones pero ninguna parece agradarle, todas han sido rechazadas por mi querida amiga quien me ha mostrado unas cinco camisas... todas de color rosa; en cualquier tono habido y por haber. ¿Será que me veré bien con ese color o...?

Poco a poco voy entendiendo la situación y una enorme sonrisa de dibuja en mi rostro, ya sé lo que está ocurriendo aquí.

—Mira esta— sonríe había mi, sosteniendo otra camisa.

Sí, rosa. Esta vez opta por un rosa algo cenizo, pero es rosa a fin de cuentas.

—Ophelia— digo, como un padre con voz severa al descubrir la intención de su hijo pequeño para conseguir lo que quiere —. ¿De casualidad tu vestido es rosa?

—¿Qué? ¿Cuál vestido?

¡Ja! ¿Cuál vestido, eh?

—Ya sé que estás tramando y desde ahora digo que no.

Agridulces PalabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora