017 Saudade

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 Las semanas pasan en esta casa como si todo fuera un sueño, todo está tan bien que da miedo, al menos para mi

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 Las semanas pasan en esta casa como si todo fuera un sueño, todo está tan bien que da miedo, al menos para mi. Ni mi abuela, mucho menos mi madre se han dado cuenta de todas las mentiras que les hemos dicho desde que Lia llegó a nuestro hogar. La paranoia se apodera cada vez más de mi pobre mente y el sentimiento de culpa me carcome más de lo que hubiera imaginado.

Cuando estamos en el comedor y se presenta un silencio, la ansiedad se apodera de mi, imagino que en cualquier momento mi madre estará gritándome por haberle mentido, por traer a una chica que conocí en la calle, por ocultarle todo lo que está pasando con ella. De igual manera, cada vez que mi abuela me mira directamente a los ojos, siento que no tardara en decirme: lo sé todo, ¿cuánto tiempo esperabas que me creyera esta mentira?

Sólo un poco más abuela, es lo que siempre repito en mi cabeza cada vez que la veo, siendo precavido de no decirlo en voz alta. Ahora que Lia se ha dado cuenta que algunas veces hablo pensando en voz alta, soy más cuidadoso que nunca.

Siento que todo esto es un sueño y despertaré justo en la noche que llegó Lia, abriré mis ojos, la veré durmiendo en el suelo en su cama improvisada, tendremos que pasar por todo esto una vez más, y más, y más, y...

—Buen día mijos. ¿Cómo amanecieron?

La abuela me saca de mi enmarañada mente. Me estoy volviendo loco.

—¡Muy bien Nina!— Lia responde.

Estando aquí sentado junto a ella, viéndola tan tranquila y despreocupada me da envidia. Para ella es más fácil todo esto, pues no estamos engañando a su familia, en algún momento ella se irá y no le importarán los problemas que se queden aquí.

Respiro profundamente sin ser tan obvio, no he tenido buenos días últimamente y sentimientos así se apoderan de mi de vez en cuando.

Tranquilo Jared, tranquilo.

—Cansado, yo quería seguir durmiendo— digo. Pensar en todo esto me pone de mal humor.

—Eso te pasa por no dormir tus ocho horas— me regaña la abuela.

—Es que había un mosquito que no dejaba de molestar.

Ayer ese mosquito quería que siguiéramos platicando sobre teorías de conspiraciones en el mundo. Yo quería dormir pero no hizo caso a mis quejas y terminamos durmiendo hasta tarde.

—¡Ay hijo! pues hubieras ido por el insecticida, todavía hay.

—No creo que eso hubiera funcionado abue.

La mirada insistente de Lia me persigue, cada que la abuela no está viéndonos me muestra la lengua cual niña de seis años.

—Bueno, ya no dejes la ventana abierta— Nina deja el desayuno en la mesa; quesadillas y jugo de naranja —. Coman, coman, que se enfría la comida... ah por cierto Jared, tu padre dijo que vendría por ti.

Agridulces PalabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora