028 Limerencia

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 Una semana había transcurrido desde que dejamos casa

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 Una semana había transcurrido desde que dejamos casa. Tantas cosas hemos vivido que asimilarlo me agota tanto como lo ha hecho nuestro camino. He conocido más lugares en estos últimos siete días que en mis diecisiete, casi dieciocho, años de vida. Mi cumpleaños es el cinco de octubre, pasado mañana.

De los tres lugares que hemos visitado hasta el momento, no se nos había hecho tan difícil llegar como a este. Un lugar llamado Huixtán. Nunca me había sentido tan cansado como ahora, ni siquiera cuando trabajé con Paloma y Dolores.

Lamentablemente en Allende no tuvimos la fortuna de tener a una Emma o Betty que nos ayudaran a llegar a nuestro siguiente destino. Admito que la ayuda del señor Juarez del mercado, donde estuve haciendo mandados fue muy valiosa. Pude juntar un poco más de dinero. Pero no puedo compararlo con los favores que nos hicieron esas dos mujeres.

El trayecto duró casi todo el día. Con ayuda de Emma, a través de mensajes, nos fue asesorando al usar la famosa aplicación para poder movernos. Volvimos a usarla para llegar hasta aquí. No una ni dos veces, sino tres. Ninguna persona hacia un viaje directo de Allende hasta Huixtán, un pequeño pero muy famoso lugar turístico. Un pueblo mágico, como está catalogado. Así que tres paradas en tres ciudades distintas nos trajeron a nuestro tercer destino.

Con tres peculiares conductores; una mujer de aproximadamente treinta y cinco años que no paraba de hablarnos sobre lo preocupada que estaba por haber dejado a sus hijos con la niñera ya que este viaje fue improvisado. Su padre había fallecido. Ambos le dimos el pésame a la mujer. Ella no parecía tan triste al principio, dijo que, cosas así pasan en la vida. Todos en su familia ya sabía que eso pasaría, el señor había estado en coma por años.

Había esperado que Lia dijera algo divertido para animar a la señora Silvana, sin embargo cambió sus palabras por otras más profundas dejándome sorprendido. Le habló de lo orgulloso que estaría su padre por todo lo que ha logrado. Que tiene que seguir con su vida aunque él ya no se encuentre aquí, pues a su padre no le gustaría verla sufrir por él. Del deseo del hombre por ver a su hija triunfando en su trabajo y cuidando de su familia. Disfrutando su vida.

No comprendí la facilidad con la que habló. Pareció como si ella conociera la vida de la señora. Como si pudiera leer su mente... O simplemente decir cosas que cualquier persona en esa situación quisiera escuchar.

La última parte de nuestro trayecto fue demasiado tenso, por la señora derramando lagrimas después de las palabras de Lia. Mi pequeña amiga en un silencio que nunca había visto en ella. Y yo desde el asiento del copiloto viendo su reflejo por el retrovisor. Pensante, con su mente en otro lugar menos aquí.

Para fortuna de nosotros el viaje terminó muy rápido, esta presión estaba ahogándome. Silvana agradeció a Ophelia por sus palabras. Con una sonrisa la mujer se despidió de nosotros.

Después de haber esperado en una tienda de autoservicio por veinticinco minutos, donde aprovechamos para ir al baño y comer un poco, llegó nuestro siguiente auto. Dos chicas veinteañeras fanáticas del kpop que cantaban las canciones a todo pulmón. Tres largas horas de escucharlas balbucear esas palabras en coreano que no podía entender. Podía captar algunas palabras, como saranghae o annyeong.

Agridulces PalabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora