Hay días en los que crees que la vida no tiene nada importante para ti,
no lo ves, hasta que te sucede.
Esta es la historia de dos chicos que se conocieron por casualidad.
Jared; amante de las palabras, fiel a la realidad.
Ophelia; sueños y fantasí...
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Hubiera dicho que no. Mi cabeza no me dejará en paz, por más que le dé las ventajas que tenemos al venir con estos dos chicos parece no querer entender, no lo hará porqué cuando se trata de orgullo, nunca son razones suficientes.
Sin embargo ya no hay nada que decir, no cuando hemos partido en autobús desde hace cuarenta y tres minutos en compañía de nuestros nuevos compañeros de viaje, Josephine y Jayson.
Ophelia me había dado las ventajas de acompañarlos a su destino, que casualmente está a hora y media del nuestro. La única razón que me hizo aceptar todo esto fue que nuestros pasajes serían gratis, dado que nuestro capital disminuye con el paso de las horas, aquella fue la propuesta más tentadora que pudieran darme en este viaje, en la vida... y sabía que si no la tomaba, iba a arrepentirme.
Jayson Benoit-Hwang es hijo de un empresario coreano-estadounidense que por razones que aún Lia y yo desconocemos está ahora en un viaje con Josephine Jenkins, una chica de padre estadounidense y madre mexicana, el cual aún no conocemos su propósito, así como ellos tampoco saben el propósito del nuestro.
La idea de venir con ellos fue de Josephine, después Lia fue quien me convenció de venir con ellos.
Después de que Jason leyó el mensaje, Josephine ha estado completamente fuera de este mundo, demasiado callada y sin importarle que él le hable, ella no responde. Sinceramente me siento un poco culpable, incluso antes de salir de la casa donde estábamos hospedándonos le pedí disculpas, lo cual ella respondió sin preocupación, tranquila. Verla en ese estado me asustó, no sabía cuando esa serenidad se iba a esfumar por completo.
Supongo que no quería estar a solas con él, por lo que tener a dos compañeros más le vendría bien, admito que un porcentaje de mi decisión al venir aquí fue la culpa que me carcomía por haberle hecho pasar aquella vergüenza. Creo que si alguien me hubiera hecho eso hace algunas semanas atrás, lo hubiera odiado completamente.
Hace un par de horas hemos llegado al departamento que Jayson alquiló para este día dado que a la mañana siguiente, Ophelia y yo viajaríamos a nuestro siguiente destino. Sorprendentemente, ha regresado a la misma actitud de hace unos días, no entiendo lo que le sucede pero decido darle tiempo y espacio.
La persona con la que he pasado los últimos veinte minutos sigue a mi lado, estamos en la azotea del departamento. No tiene una gran vista a la ciudad pues lo único que podemos ver son enormes edificios a nuestro alrededor pero algo de aire fresco, nunca le hizo mal a nadie.
—Lo siento, en verdad Josephine.
No hemos intercambiado ni una palabra durante nuestro rato aquí, por alguna razón necesito volver a pedir disculpas antes de decir cualquier otra cosa. Ella voltea a verme, tiene una pequeña sonrisa que me tranquiliza un poco, creo que no me odia como había imaginado.
—Está bien, no te preocupes.
—Yo... lo siento.
—Okay ya me hartaste, vuelve a disculparte y te juro que voy a arrepentirme.