—¿Seguro que las cosas cosas están bien en casa?
—Ya te lo dije, Ophelia— respondo, impaciente, cansado por ese par de palabras que me ha hecho repetir hasta cansarme. Sin embargo, las repito, si eso es lo que la mantiene tranquila; —Todo está bien.
De cualquier forma, todo está bien, ¿no es así? Mi madre y yo llegamos a un acuerdo. Uno del que no estaba preparado pero ahora no hay marcha atrás. Dije esas palabras que me han sentenciado, para bien o para mal. Prácticamente ya no hay nada de que huir, ni porque escondernos. Todo está bien.
Una semana.
Siete días.
168 horas.
10080 minutos.
604800 segundos.
Por más números que haya, por más que trato de convencerme... Ese tiempo no será suficiente.
—No sé pero no te creo— rechista Lia, trayendo mis pensamientos a tierra.
—¿Podemos dejar de hablar sobre esto? me estresa— sin filtros, expreso como me siento, sin decirle lo que ocurrió. Es mejor que no lo sepa. No tiene porqué saberlo, eso sólo la preocuparía—. Dime que es eso de la sorpresa.
De oleos oscuros a acuarelas pastel su rostro cambia por completo, dejando atrás cualquier indicio de querer saber lo que hablé con mi madre. Agradezco que sea un poco ingenua y distraída, de lo contrario sé que no pararía hasta conseguir toda la información. Pero hablamos de Ophelia, no es como si estuviera tratando con Montserrath.
—Es verdad— asiente, con toda la energía que tiene su cuerpo—. Tengo una sorpresa para ti.
—¿No perdiste más dinero, verdad?
—No.
—¿Rompiste algo y tenemos que pagarlo?
—¡No!
—¿Qué hiciste entonces?
—¡Qué malo eres! No todo lo que hago tiene que ser un problema, esto es bueno.
Ceño fruncido, labios en un ligero puchero, sin dejar de lado sus brazos cruzados.
Es demasiado adorable.
—Lo siento es la costumbre— me encojo de hombros, ahora, mucho más relajado.
Lo que hablé con mi madre, los problemas que se aproximan, los retos que tenemos que enfrentar; todo eso no es más que una simple pelusa en mi hombro, algo pasajero, que se irá con el viento. Sé que todo esto valdrá la pena si la chica que tengo frente a mi sigue sonriendo como ahora. Ayudarla es lo que mi corazón me dicta.
Ophelia ha hecho tanto por mi, como yo he hecho por ella.
—Está bien, dime que es.
—Bueno, puede que te molestes un poco...— una sonrisa tímida se asoma por sus labios, sus manos se encuentran en su espalda, un pequeño mechón cae enfrente a sus ojos. Mala idea. No debió de haber iniciado con esta frase, todos mis instintos y alarmas se ha activado.
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Agridulces Palabras
Ficção AdolescenteHay días en los que crees que la vida no tiene nada importante para ti, no lo ves, hasta que te sucede. Esta es la historia de dos chicos que se conocieron por casualidad. Jared; amante de las palabras, fiel a la realidad. Ophelia; sueños y fantasí...